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El escritor Juan José Millás. F. DEL OLMO
Juan José Millás y la ficción psicoanalítica

Juan José Millás y la ficción psicoanalítica

En esta novela, el escritor valenciano abunda en su vertiente más fabuladora y alucinada, pero relacionando las fantasías de su heroína con el estado hipocondríaco y el delirio paranoico

IÑAKI EZKERRA

Sábado, 17 de marzo 2018

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La obra narrativa de Juan José Millás se ha movido desde sus inicios en un realismo enrarecido por la subjetividad de las cuitas psicológicas de sus personajes y lindante a menudo con el absurdo expresionista o el onirismo surrealista. En unas ocasiones ese coqueteo con lo extraordinario ha sido discreto y en otras (en sus últimas novelas sobre todo) ha comprometido la narración seriamente en lo que toca al aspecto técnico y cómicamente en lo que se refiere a los contenidos, a las maníacas motivaciones e interioridades de sus héroes y heroínas. ‘Lo que sé de los hombrecillos’ (2010) narraba los cambios que se producían en la vida de un profesor jubilado a partir de su relación con unos señores minúsculos trajeados a la moda de los años 50 y 60 que se encontraba en el bolsillo de su bata casera. En ‘Que nadie duerma’, la última entrega novelesca de Millás, la irrupción de lo prodigioso en el relato llega al despendole máximo en un evidente afán de superación fantaseadora, pero a la vez y paradójicamente, se produce en el texto un retorno al mismo tipo de psicopatías fisiológicas de signo femenino que el autor desplegó en su novela más realista (‘La soledad era esto’), con la que obtuvo el Nadal en 1990. Como si la progresiva escalada de delirios alucinatorios que constituye la rocambolesca aventura existencial de Lucía, la protagonista, requiriese de una justificación hipocondríaca, de un verosímil y subjetivo hilo que le sirviera de anclaje a la realidad.

'Que nadie duerma'

  • Autor J. J. Millás.

  • Novela Ed: Alfaguara. 216 páginas. Barna, 2018.

  • Precio 12,50 euros (Ebook 9,49)

En ‘Que nadie duerma’ hay algo o mucho de parodia de la ficción psicoanalítica; de sátira de esa clase de novela intelectual en la que el personaje actúa motivado por insondables y crípticos traumas de la infancia. A esa Lucía, a la que seguiremos durante 212 páginas, el destino se le empezó a complicar el día lejano de la niñez en el que su madre, que estaba como una cabra, le soltó una frase con la que se abre la novela: «Mírate los muslos, eres una falsa delgada, como la mayoría de las aves zancudas». A esa observación premonitoria se añade el regalo materno que la niña recibe al cumplir los diez años: una jaula con un pájaro negro «de pico excesivo» que venía de China y que se llamaba Calaf. Aquel mismo día Lucía ve a su progenitora haciendo pis en el jardín y siendo atacada, en dicha situación, por otro pájaro negro de cuyo pico sale «una especie de pompa de jabón rellena de humo» que se introduce en el cuerpo de la buena señora, de la que, por cierto, se nos dice que comparte con la hija la forma aguileña de la nariz.

Los hechos se suceden en el libro con una lógica similar a la de los sueños así como con la presencia metafórica y obsesiva de las aves asomando reincidentemente en la acción argumental y marcando esta de manera disparatada. Una clásica y omnisciente tercera persona narra cómo la madre es internada al poco tiempo o cómo Lucía, ya de adulta, se enamora de un vecino en el que reconoce inmediatamente a un «hombre pájaro» y que, para colmo de males, se hace llamar Calaf, como el animal que le regalaron en su décimo cumpleaños. Los acontecimientos inverosímiles no se detienen en ese punto del libro sino que han de conformar un verdadero y descabellado torrente a lo largo de este hasta su desenlace. ‘Que nadie duerma’ es, en realidad, el premeditado desarrollo de una pesadilla dictada por las típicas asociaciones paranoicas, si bien sometido a unas simuladas pautas realistas que la hacen literariamente creíble y a una voz que relata, con tono logrado, impasible y monocorde, desatino tras desatino.

Millás cuenta las tribulaciones de su ‘mujer pájaro’ como el humorista Eugenio contaba los chistes, sin inmutarse, con una total ausencia de gestualidad expositiva. En ese desarrollo torrencial de irónicos y grotescos absurdos, la afición que Calaf, el vecino, muestra por ‘Nessun dorma’, la célebre aria de la ópera ‘Turandot’ de Puccini, que da título a la novela, llevará a Lucía a disfrazarse literalmente de china mientras conduce un taxi por el Madrid actual, una vez que pierde su empleo de programadora informática. La frenética e imprevisible sucesión de extravagancias responde en buena parte a la desquiciada pasión amorosa de la protagonista, que la precipitará hacia un destino en el que ficción y realidad se ensamblan como las piezas de un rompecabezas y que se halla relacionado con la fabulosa condición que ella se atribuye a sí misma de ave. Como todas las novelas de Millás, ‘Que nadie duerma’ es un perfecto aunque enloquecedor artefacto narrativo.

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