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Éxitos de la conciencia ecológica

Éxitos de la conciencia ecológica

En el último siglo hemos asistido a logros de la lucha por el cuidado del medio ambiente gracias a activistas y a una conciencia generalizada

Mauricio-josé schwarz

Sábado, 4 de agosto 2018

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Aveces parecería que vivimos al borde de numerosos desastres ecológicos. Los medios subrayan cada problema quizá para conseguir lectores, atención o clics, y suelen presentarlos como una hecatombe a punto de ocurrir. De otra parte, los activistas suelen apoyar esta visión apocalíptica porque sienten –a veces no sin razón– que si no plantean la situación en esos términos, no obtendrán la atención del público y la reacción de los gobiernos que consideran que deben concederse a los problemas que abordan.

Pero esta visión a veces demasiado intensa puede ocultar que en el último siglo hemos asistido a grandes logros de la lucha por la conservación y cuidado del medio ambiente, de la casa común de todos los seres vivos, del equilibrio ecológico y de la limpieza del entorno. El esfuerzo no sólo de los activistas ambientales, sino una conciencia generalizada entre cada vez más grandes sectores de la sociedad ha dado frutos.

En el siglo XIX no existía tal cosa como la 'conciencia ecológica'. De hecho, aunque los biólogos habían ya hecho observaciones sobre la interdependencia de los organismos y la inevitable transformación continua del entorno, la disciplina que estudiaba estas relaciones obtuvo su nombre en 1869, cuando el zoólogo alemán Ernst Haeckel lo usó por primera vez, creando el neologismo a partir del griego 'oikos', casa, y 'logos', estudio. El estudio de nuestra casa común.

Revolución industrial

En ese siglo XIX, la revolución industrial en marcha estaba deforestando grandes zonas, contaminando el aire, el agua y la tierra. Un ejemplo destacado es el río Támesis, en cuyas riberas está construido Londres. El Támesis no sólo era el destinatario de los desperdicios de todas las fábricas de la enorme ciudad, sino también del drenaje y los desechos humanos y animales que producía… y al mismo tiempo la gente bebía el agua del río.

El término 'ecología' fue utilizado por primera vez en 1869 por el zoólogo alemán Ernst Haeckel

A mediados del siglo XIX la situación era tan insoportable y los problemas de salud y muertes tan alarmantes, que empezaron a tomarse medidas para evitar su contaminación que mejoraron enormemente la calidad del agua. Sin embargo, los bombardeos de la Segunda Guerrra Mundial destruyeron gran parte del drenaje construido para impedir la contaminación del río y el desastre llegó nuevamente. En 1957 el mundialmente famoso Museo de Historia Natural de Londres declaró que el río Támesis estaba biológicamente muerto: los desechos y contaminación vertidos en él durante 150 años habían acabado con toda su población vegetal y animal, porque en varios kilómetros aguas arriba y aguas abajo del Puente de Londres era imposible detectar oxígeno disuelto en sus turbias aguas. No fue sino hasta las décadas de 1970 y 1980, con la creciente conciencia ambiental, que se votaron leyes y controles para impedir la contaminación del río. Hoy, pese a que hay espacio para la mejoría, el Támesis es el río más limpio de todos los que fluyen por ciudades importantes del mundo.

No es posible abordar los desafíos de la contaminación y la conservación de un equilibrio biológico razonable si no es por medio de la ciencia. Cuando miramos hacia atrás y vemos los desastres ecológicos del pasado, es sencillo atribuirlos a la indolencia, la maldad o la simple avaricia. Pero en muchos casos se produjeron simple y sencillamente porque nadie sabía que sus acciones eran potencialmente peligrosas, como los romanos cuando endulzaban su vino con acetato de plomo sin saber que estaban envenenándose.

Quedan enormes retos para la conciencia ambiental, probablemente el más grave sea el calentamiento global

Pero en la actualidad es imposible usar la defensa de la ignorancia. El tetraetilo de plomo para aumentar el octanaje de la gasolina, por ejemplo, se dejó de utilizar cuando, entre las décadas de 1950 y 1960, se demostró científicamente la toxicidad del plomo. Hoy, los niveles de plomo en sangre de todos los habitantes de ciudades ha disminuido a niveles seguros al no existir ésta y otras formas de contaminación por plomo.

Y la contaminación del aire de la que era parte el plomo, preocupación surgida en los años 50 y 60 ante las densas capas de contaminantes parduzcos que cubrían las mayores ciudades del mundo, el 'smog', ha disminuido de manera asombrosa como un enorme éxito. Después de un pico de emisiones de contaminantes como el óxido de azufre en 1980, los niveles han disminuido a niveles de 1960 y, sobre todo, siguen disminuyendo en el mundo industrializado.

Agujero de ozono

El agujero de ozono en el polo sur provocó alarma en la década de 1970 y alertó a los peligros de la emisión de diversos compuestos a la atmósfera. Una serie de tratados internacionales y cambios en las prácticas industriales llevaron a una disminución en la emisión de compuestos que descomponen el ozono, y el agujero de ozono empieza a dar señales de recuperación.

Grandes zonas se han limpiado y se han recuperado cuerpos de agua como el Támesis, antes considerados irrecuperables. Se ha legislado, se ha desarrollado una conciencia colectiva y se ha conseguido apoyo, que en muchos casos significa simplemente presupuesto, para poner en práctica las soluciones que ofrece la ciencia a los problemas que provocan daños ambientales.

Al mismo tiempo, la ciencia para producir y autorizar productos más seguros, como los pesticidas necesarios para la agricultura, ha disminuido los riesgos para el medio ambiente. Incluso, la agricultura de precisión, basada en tecnologías de sólida base científica, empieza a permitir la anhelada reducción de las tierras cultivables para recuperar espacios de una diversidad biológica que toda actividad agrícola reduce.

Quedan enormes retos para la conciencia ambiental, probablemente el más grave sea el calentamiento global, producido según los científicos por la emisión de gases de invernadero, pero también otros como la contaminación por plásticos o el control de ciertas prácticas clandestinas (como la cacería y la pesca furtivas) que ponen en peligro a poblaciones enteras. Pero para enfrentarlos siempre es bueno recordar que tenemos los conocimientos necesarios para resolver estos problemas y que, como especie y como sociedad, ya hemos tenido algunos éxitos medioambientales nada despreciables.

EN EL PRINCIPIO

Los grupos cazadores y recolectores que, en la fantasía de muchos, vivían en admirable armonía con su entorno, en realidad fueron responsables de los primeros desastres del medio ambiente. Los arqueólogos han descubierto que grupos pequeños provocaban incendios forestales para hacer salir a sus presas de sus refugios, para eliminar vegetación indeseable y, más adelante, para preparar los campos para sus actividades agrícolas. Y hay indicaciones de que los cazadores indígenas de Norteamérica, mucho antes de la llegada de los europeos, llegaban a despeñar a manadas enteras de bisontes aunque sólo pudieran aprovechar la carne de unos cuantos de los animales muertos.

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