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El filósofo Ernst Bloch. ZUMAPRESS
Ernst Bloch, el místico de la esperanza

Ernst Bloch, el místico de la esperanza

Para el filósofo alemán, la paz es la utopía más apremiante, y sobre ella se puede edificar una sociedad de la que se erradiquen la explotación, el trabajo alienado y el hambre

DANIEL REBOREDO

Sábado, 28 de octubre 2017

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Los movimientos emancipadores del siglo XX se extendieron bajo el trazo de la Revolución de Octubre y el fracaso de los regímenes comunistas que nacieron de ella privó a numerosos personas de la esperanza y así siguen al constatar que las revoluciones del siglo XXI no fueron capaces de generar su propia utopía. Ni los multitudinarios levantamientos de la Primavera Árabe, ni los movimientos juveniles europeos o latinoamericanos, ni las luchas y reivindicaciones feministas han sido capaces de ofrecer un diseño teórico alternativo al capitalismo neoliberal. En estos momentos estamos contemplando un cuestionamiento del capitalismo exacerbado y demencial que ha caracterizado la etapa reciente de la globalización y por primera vez se percibe el riesgo real en la viabilidad del sistema en un momento en el que el aumento de las desigualdades de ingreso, riqueza y oportunidades; el estancamiento de las condiciones de vida de las clases medias y bajas frente al enriquecimiento continuado de los más ricos; la preocupante desconexión entre los mercados financieros y la economía real; las crecientes divergencias entre trabajadores, empresas y regiones; y, de forma más generalizada, la pérdida de confianza en el sistema y sus instituciones, no solo han finiquitado la esperanza como concepto teórico y característica humana, sino que se ha visto sustituida por la desesperanza más absoluta.

Y es en estas circunstancias y ante este panorama cuando adquiere todo su valor la obra del filósofo marxista alemán Ernst Bloch. A los cincuenta años de su muerte, recuperar el corazón de su filosofía, rescatar el sueño, que no ilusión etérea, de lograr un mundo mejor se convierte en una necesidad perentoria. Bloch, junto a otros miembros de lo que se llamó ‘humanismo filosófico marxista’, cuyo desarrollo se produjo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial (Adam Shaff en Polonia, Erich Fromm y Herbert Marcuse en EE UU, Rodolfo Mondolfo en Italia, Roger Garaudy en Francia, etc.), trató de recuperar y desarrollar el aspecto humanista que, según su interpretación, constituía la esencia misma del marxismo. Todos ellos deseaban contemplar con mayor fuerza un futuro vigoroso asentado en una verdadera antropología, una realidad social venidera más humana y cálida bajo los cimientos de una utopía como esperanza. La urdimbre era una esperanza anclada ontológica y antropológicamente como estructura que se convierte en un instrumento simbólico capaz de repensar la realidad social denominado utopía, sinónimo de plenitud de la citada esperanza. Reinterpretaron el pensamiento de Marx en una clave no exclusivamente economicista y materialista y para ello bucearon en los textos de su juventud, fundamentalmente en la ‘Crítica de la filosofía del derecho de Hegel’ (1843), en los ‘Manuscritos económico-filosóficos’ (1844), en ‘La ideología alemana’ (1845), en ‘La miseria de la filosofía’ (1847) y en algunos posteriores como los de la ‘Teoría de la plusvalía’ (1862).

El ideal básico

La esperanza es la idea y el ideal básico sobre los que Bloch edificó su gran sistema filosófico, comparable por su tamaño y su nivel de detalle a otros clásicos como los de Hegel, Kant o Schopenhauer, y recogido en las cinco partes y 55 capítulos de su obra cumbre, ‘El principio de la esperanza’ (1959). La utopía, recuperada por el filósofo alemán para el pensamiento marxista con una orientación diferente a las de Gramsci, Weber o Mannheim (‘El espíritu de utopía’, 1918), y que define su pensamiento, es un faro que ilumina a la persona como sujeto de la esperanza, a la política como ejercicio de la esperanza y a la sociedad como espacio de la esperanza, para de esta forma caminar hacia un mundo posible y mejor. Los seres humanos son el sujeto de la esperanza, porque precisamente nace en ellos, se desarrolla en ellos y en ellos tiene su raíz; no es algo secundario en sus vidas, es algo básico que deben aprender.

Ningún movimiento ha sido capaz de ofrecer un diseño teórico alternativo al capitalismo neoliberal

La esperanza es así principio de su sistema, principio de movilización de una humanidad que no tiene por qué resignarse a su suerte y que hace libre al ser humano. El ‘místico de la esperanza’, como fue llamado en no pocas ocasiones, manifiesta que el ‘principio de esperanza y utopía’ está encuadrado ontológicamente en una estructura que llama ‘categoría de posibilidad’ y esta tendencia primaria al porvenir que mana de la conciencia humana es la principal aportación de Bloch: la conciencia utópica como horizonte ontológico. La política es el ejercicio de la esperanza como utopía social en la que la paz es la más apremiante y mayor esperanza (esperanza utópica) y en la que lograr un cambio radical en la sociedad que erradique el trabajo alienado, la explotación social y el hambre. Respecto a la sociedad, el filósofo parte del hecho de que el ser humano es por naturaleza un ser social y que existe sociedad porque él mismo la crea para ser espacio donde la esperanza se haga utopía. Hay utopía porque hay una sociedad que transformar y porque se busca un mundo nuevo y una sociedad nueva.

El 14 de septiembre de 1867 se publicó por primera vez ‘El Capital’ de Karl Marx y durante este periplo innumerables teóricos marxistas lo analizaron y desmenuzaron conceptualmente. Uno de ellos fue el marxista original y heterodoxo alemán que atribuía al marxismo la transformación radical del estado de las cosas y cuya obra ocupa un lugar marginal en el debate filosófico. Cualquiera que se acerque a su producción filosófica se sorprenderá de este hecho, solo atribuible a las innumerables críticas que su heterodoxia padeció, tanto de posiciones lejanas como cercanas a su ideario, a los conatos de domesticación que tuvo que soportar y a su propia postura personal respecto al estalinismo.

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