Borrar
Triana: Eduardo Rodríguez, Jesús de la Rosa y Juan José Palacios 'Tele'.
Triana, una historia vasca

Triana, una historia vasca

La película 'Todo es color' trata de capturar el espíritu, la libertad y el buenrollismo de la banda sevillana que coló flamenco y rock en los pubs... también en los de Euskadi

Iñaki Esteban

Lunes, 17 de octubre 2016, 12:19

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Sólo un grupo de la altura de Triana pudo conseguir que los aires flamencos, instrumentados con el sonido del rock, entraran sin apenas resistencias en el País Vasco más allá del los círculos de inmigrantes del sur, más puristas o tradicionales. Sus hijos ya estaban en otra película, y en las familias nacionalistas nos enseñaban a no tocar todo lo que tuviera que ver con el flamenco por razones evidentes: nada podía estar más lejos de su cultura, como metida para adentro.

Los tiempos eran otros, nuevos para la música aflamencada en Euskadi. Triana sacó su primer y mejor disco, 'El patio', en 1975, año de la muerte de Franco. Según su productor, Gonzalo García Pelayo, vendió apenas unas decenas de álbumes en su lanzamiento, por llamarlo de alguna manera. Pero su fracaso fue un espejismo.

Desde la portada de Máximo Moreno, un dibujo con técnica de cómic, hasta cada de una de las siete canciones, el disco de Triana transmitía lo que los chavales de entonces querían oír: letras ambiguas de amor, sexo y alucinaciones hippies, sonidos psicodélicos extraídos de Procol Harum y King Crimson, llevados al sol de Andalucía por medio de ritmos, voces y guitarras flamencas.

Una pasada. Había nacido el rock de las mil y una noches, a partir del cual surgieron infinitos sucedáneos incluido el flamenquito pop, sobre el que me reservo los adjetivos.

Una película que se estrenó antes del verano, 'Todo es de color', también producida por Gonzalo García Pelayo y escrita por su hermano Javier, una gran y buena influencia en el grupo, trata de capturar el espíritu de la banda, la libertad y el buenrrollismo que desprendía.

Empieza en la tumba de 'Tele', el batería, y se mueve hacia una calle dedicada en Sevilla a Jesús de la Rosa, voz, guitarra y teclados que murió en 1983 en un accidente ocurrido a su vuelta de un concierto benéfico en San Sebastián por las inundaciones. En Sevilla se va juntando un grupo de seguidores y fans de Triana que con sus motos se dirigen a Los Caños de Meca, en la costa de Cádiz, donde reside desde los ochenta el único superviviente de aquella aventura, Eduardo Rodríguez Rodway, guitarra y antes miembro de Los Payos (los de 'María Isabel').

Exhibida durante cuatro días de julio en los Golem Alhóndiga de Bilbao, condensa la formación de aquel sentimiento trianero que venía de grupos como Smash, tuvo como cómplices a Lole y Manuel y aceleró el deshielo cultural franquista, también en el País Vasco. Se coló en los pubs, aquella novedad de finales de los setenta a los que se iba, entre otras cosas, a escuchar música. En el primer Kaskagorri de Barrenkale, que en sí mismo tenía una decoración como de patio interior, lo ponían a tope.

Canciones como 'Abre la puerta' y 'En el lago', la primera de casi diez minutos y la segunda de más de siete, entraron con fuerza en la cabeza y desde entonces no han salido de ella, manteniendo intacta su carga emocional. 'Abre la puerta', un compendio de los recursos musicales de Triana, pasa en el Spotify de los 2,2 millones de escuchas. Será por algo. Lo decía hace poco Virginia Díaz, la indie cañera de Radio 3, en su programa 'Cachitos' de La 2: aquellos sevillanos estuvieron al borde la genialidad. O dentro de ella.

A partir de Triana se conoció a Lole y Manuel y saltó Veneno, con Kiko y los hermanos Amador, trío fugaz pero influyente que quisieron tocar en el antiguo Teatro Ayala de Bilbao -hoy un gimnasio-. Suspendieron el concierto porque coincidió con una huelga general y no hacía falta ser un adivino para saber que la tarde presagiaba porrazos, carreras y detenciones. A los sevillanos, según algunos, les entró el miedo.

Después vino Paco de Lucía, que vivía en Durango con su mujer Casilda Varela Ampuero, y al que algunos aseguran haberle visto tocando la guitarra y pasando el rato en el pórtico de la iglesia de Santa Ana (su casa estaba justo enfrente). Y también Camarón, o Manzanita con su adaptación del 'Verde que te quiero verde' de García Lorca, un hit en toda regla.

El flamenco se hizo un hueco en el repertorio de los rockeros. Hasta se cita el fenómeno en la primera película larga de Almodóvar, 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón', a través del personaje representado por Kiti Manver. Es verdad que Triana fue perdiendo su tino a partir del tercer disco, como si no terminaran de encontrar su lugar después de alejarse de 'El patio'. Pero aquel capítulo sirvió para descubrir un mundo, para viajar a Andalucía tan pronto como pudimos -entonces una California por descubrir- y para quedarnos con un sonido que japoneses y americanos tienen por supremo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios