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Ryan Gosling, en una escena de la película.
Replicantes atormentados

Replicantes atormentados

Villeneuve presenta en 'Blade Runner 2049' una cinta de hipnótica belleza y apabullantes recursos técnicos sin lograr la magia de su predecesora

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Jueves, 5 de octubre 2017

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Que una película tan mitificada como 'Blade Runner' tenga una innecesaria continuación 35 años después, tras la comercialización de sus diferentes versiones, despierta lógicos recelos. Planean los precedentes del desconcertante cineasta y hombre de negocios Ridley Scott, capaz de firmar un puñado de joyas del cine y otro de títulos olvidables, entre ellos las recientes precuelas de otra cinta venerada, 'Alien'. Productor de 'Blade Runner 2049', el gran acierto del británico, aparte de recuperar a Harrison Ford para reinterpretar al legendario Deckard, ha sido trasladar la responsabilidad de un proyecto de alto riesgo creativo, que no comercial, al canadiense Denis Villeneuve, uno de los cineastas más interesantes y respetados por la industria.

El director de 'La llegada' muestra una apabullante y ambiciosa cinta, de casi tres horas de duración, en la que la puesta en escena y la asombrosa fotografía, a cargo del doce veces nominado al Oscar Roger Deakins, hipnotizan al espectador. Es intensamente hermosa y espectacular. La comparación con la primera cinta es inevitable y es en la forma, que no en el fondo, donde se impone el talento de este singular creador. Villeneuve, acompañado de grandes talentos en las labores técnicas, elimina todos los prejuicios a base de planos de belleza abrumadora que se deleitan a ritmo pausado, enmarcando la inmensa y sobrecogedora soledad que castiga a los personajes, algunos magníficos, a los que, en cambio, no acompaña un guión a la altura.

Hampton Fancher, autor del primer libreto, y Michael Green, colaborador de Scott, desarrollan la trama con escrupulosa fidelidad con la historia original, aunque sin lograr esa carga poética que la convirtió en una obra maestra. 'Blade Runner 2049' sigue la versión del director, estrenada hace diez años, y es consecuente con el final, cuando Deckard, el agente solitario y atormentado que mata androides a su pesar y busca consuelo en el alcohol, huye con la replicante Rachel (Sean Young).

La acción continúa, pues, 30 años después. Los Ángeles sigue siendo una ciudad lluviosa y contaminada, tomada por la bruma y el vapor que emana de los puestos callejeros, con coches voladores, edificios amenazadores y neones y hologramas de mujeres orientales. El mundo parece haber empeorado, es cierto, y se descubren nuevos y sobrecogedores parajes, pero básicamente sigue siendo aquel territorio hostil y tóxico que los privilegiados abandonan para emprender la conquista de otros planetas. En ese lugar malvive un replicante encargado de dar caza a los suyos, encarnado por un magnífico Ryan Gosling que asume el aura de dolor existencialista propio del primer Deckard. Harrison Ford, al que no le hace falta maquillaje para recuperar su personaje de 1982, también destaca en la piel del viejo policía, mientras que la actriz cubana Ana de Armas sobresale entre los secundarios con un papel que rinde homenaje a la estupenda 'Her', de Spike Jonze, y le abre las puertas de Hollywood de par en par.

Si algo queda claro al ver la película, es que, pese al avance de la trama, que pasa a tener más carga social que filosófica, para sus responsables el escenario no ha cambiado tanto como el público que lo contempla, quizás menos inteligente, atento o sensible, y en cambio más agradecido con el continente que con el contenido. Un público que, según parece, necesita ahora redundancias, explicaciones, reflexiones en voz alta y preguntas que se formulen en pantalla y no al abandonar la sala. Lo que era una historia construida en silencios, sugerida en detalles, rica en matices y elaborada con trazo fino pasa ahora a ser más evidente y a tener alguna mancha de brocha gorda pese a un envoltorio realmente admirable.

La cinta recupera la atmósfera de la primera entrega. Harrison Ford y Ana de Armas, en dos fotogramas de la película.
Imagen principal - La cinta recupera la atmósfera de la primera entrega. Harrison Ford y Ana de Armas, en dos fotogramas de la película.
Imagen secundaria 1 - La cinta recupera la atmósfera de la primera entrega. Harrison Ford y Ana de Armas, en dos fotogramas de la película.
Imagen secundaria 2 - La cinta recupera la atmósfera de la primera entrega. Harrison Ford y Ana de Armas, en dos fotogramas de la película.

'Blade Runner' es una sutil joya del cine negro -con su correspondiente detective, su caso, los asesinos y hasta una mujer fatal- vestida con fascinantes ropajes de la ciencia ficción y un tono filosófico que sacude e inquieta al tiempo que hace pensar. Su continuación es una película asombrosa que se sale del género para, supuestamente, volar libre, pero que le agasaja tanto -una actriz que recuerda a Daryl Hannah, una escena que emula el famoso lamento de Rutger Hauer, una música que sigue el tono de Vangelis…- y le muestra tanto respeto que plantea una confrontación constante y evidencia un miedo atroz a crear su propio discurso más allá de las apariencias.

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