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'Train to Busan', una de las cintas que se han visto en el certamen.
El cine de terror como catarsis

El cine de terror como catarsis

La Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián ha vuelto a presentar una ecléctica oferta capaz de encandilar tanto a curiosos como a todo cinéfilo que se precie

Borja Crespo

Jueves, 3 de noviembre 2016, 17:52

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Si algo caracteriza a la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, que se ha celebrado estos días, es la fiesta que se monta en el Teatro Principal, su sede habitual, sobre todo en los maratones nocturnos y fechas señaladas como Halloween. Si la película no gusta, la gente chilla y patalea. Se silba y se sueltan chistes recurrentes. Hay cánticos, aplausos sin venir a cuento y desmelene en el patio de butacas, un ambiente que no es plato para todos los gustos, pero hace única a la cita cinéfaga donostiarra. "Es una experiencia que en sus mejores momentos compararía a un concierto de rock, y con la ayuda del bar abierto, por supuesto", resalta el director del certamen, Josemi Beltrán, sustituto de José Luis Rebordinos, ahora al frente del Zinemaldia. "Realmente no estamos inventando nada que ya no estuviera inventado, pero sí es necesario recordarlo a esas nuevas generaciones para las que la sala de cine ya no es una prioridad de ocio ni la forma prioritaria de consumir audiovisual. Tampoco creo que esto suponga que las salas siempre tengan que ser una juerga, porque no vale para todo tipo de películas, pero sí tenemos que conseguir que se viva como algo especial, con ilusión, como un acontecimiento".

Mientras el futuro de la exhibición cinematográfica se ve polarizado entre las multisalas diseñadas a mayor gloria de los blockbusters y las pequeñas salas independientes dirigidas a un público minoritario, propuestas con personalidad como la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián merecen especial atención. Su ecléctica oferta es capaz de encandilar a curiosos con ganas de probar sensaciones nuevas y a todo cinéfilo que se precie. Cada año, cientos de fieles se reúnen, con la excusa de sentir el pánico correr por sus venas, en un recomendable ejercicio de catarsis, degustando películas a mansalva. El evento se revela como un divertido aquelarre en torno al celuloide oscuro, aunque las últimas ediciones se han visto mermadas debido al recorte de presupuesto, un mal extendido en el sector cultural que ha hecho ligera mella en la programación y, sobre todo, en detalles como la decoración del Teatro Principal, una de sus destacables características frente a otros festivales especializados. Ni que decir tiene que el bar de la sala suele estar más concurrido que la propia proyección, aunque con las restricciones a los fumadores la cosa ya no es lo que era. Esta actitud festiva, que recupera los inicios del cine, la idea de espectáculo y feria, no cuenta con el mismo apoyo que en sus comienzos, va perdiendo energía, lo que es una pena teniendo en cuenta que supone uno de los pilares fundamentales de su razón de ser.

Insistimos en mentar la principal virtud de la Semana, la atmósfera que se crea en su auditorio, tomado por un público, antes más inquieto, que tiende año tras año, peligrosamente, hacia el adocenamiento, como bien demuestra la tabla de puntuación del Premio del Público, sumamente conservador. Uno recuerda con algarabía aquel momento en el que Santiago Segura, micrófono en ristre, añadió con su encendida verborrea mucho cachondeo al pase sorpresa de 'Viscosidad', un clásico de caspa y ensayo. Sus ingeniosos comentarios convirtieron la proyección nocturna en un delirio sumamente entretenido imposible de olvidar. El espíritu de la Semana, su reivindicable ritual, es un reducto de rebeldía, una válvula de escape en contra del aburguesamiento audiovisual. El jolgorio permite liberar estrés en una triunfal catarsis colectiva. Para ver la película en silencio, ya está el circuito comercial. No pasa nada por esperar. Muchas veces son apenas unos días. Si el filme no llega nunca a la cartelera, existen muchas maneras de degustarlo, algunas incluso legales.

Una buena cosecha

¿Qué nos ha deparado este año la programación? La Semana abrió fuego sobre seguro con 'Shin Godzilla', aprovechando que el festival dedicaba un ciclo y libro al cine fantástico japonés contemporáneo. El mítico icono del horror que viene de Oriente, ese monstruo gigante empeñado en destrozar edificios a su paso, protagoniza un filme de excesivo metraje donde las escenas de destrucción se alternan con interminables diálogos que rompen el equilibrio del posible magno entretenimiento, aunque el espectáculo de efectos especiales es indudable, todo lo contrario a la tosca 'Yoga Hosers', que parece obra de un cineasta amateur, aunque detrás está Kevin Smith. Atrás quedaron los tiempos de gloria del artífice de 'Clerks', con algún destello de ingenio como 'Red State'. Aquí parece estar demasiado cómodo filmando tonterías entre colegas, esgrimiendo chistes privados mientras acumula cameos de gente ilustre (e histriónica) como Johnny Depp. 'Terraformars', el ultimo delirio de Takashi Miike, un cruce entre los Power Rangers y 'Starship Troopers', salvando las distancias, encabezó el primer programa doble del certamen junto a la estimable 'Operación Avalancha', bien puntuada por la masa.

Muchas películas ofertadas en Donosti pudieron verse en Sitges, entre ellas 'Pet', un eficaz corto alargado, o la frenética 'Train to Busan', la favorita para llevarse el Premio del Público gracias a su excelente manejo del humor, el suspense y el terror, dilapidando la idea de que ya está todo dicho en el cine de muertos vivientes. 'Kaijyu Mono' actuó como representante de esas entrañables pelis japos de peleas de monstruos, léase humanos disfrazados, que permanecen en la memoria colectiva, con muchas ganas y poco presupuesto, mientras 'Eyes of my mother' abrió la veda del cine de autor de género con una propuesta en blanco y negro con algunas escenas sumamente desagradables, aunque a años luz del maratón de sangre y vísceras de 'La noche del virgen', interminable producción bilbaína de serie Z, con las secuencias más brutas del festival hasta que le tocó el turno a la excelente 'Crudo', metáfora caníbal del despertar de la adolescencia. '31', slasher firmado por Rob Zombie, tampoco se quedó corto con la exhibición de atrocidades, pero no contentó al público, a pesar de contar con el mejor Joker de la historia del séptimo arte. 'The Neon Demon', como era de esperar, dividió a la platea. El giallo en la era Instagram de Nicolas Winding Refn es incapaz de dejar a ningún espectador indiferente, como el genial inicio de 'Melanie. The Girl with all the Gifts', de sobresaliente hasta que se convierte en otra exploitation de 'The Walking Dead'. La fiesta a los pies de la bahía de la Concha se cierra esta noche con la proyección de la película ganadora en Sitges, 'Swiss Army Man', una oda a las flatulencias que no representa el actual buen momento del género a pesar de su indudable chispa escatológica.

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