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George Clooney, mitad gurú mitad showman en 'Money Monster'.
Arrastrados por Wall Street

Arrastrados por Wall Street

'Money Monster' se suma a la lista de películas con las que Hollywood ha abordado las causas y los efectos de la crisis financiera global

Oskar Belategui

Jueves, 7 de julio 2016, 10:40

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'Money Monster' llega quizá demasiado tarde, cuando Hollywood ya ha abordado en unas cuantas películas el desfalco financiero y la crisis global que arrancó el 15 de septiembre de 2008, fecha en que Lehman Brothers anunció su quiebra. En el imaginario colectivo quedan dos imágenes: un ejecutivo abandonando su oficina con sus pertenencias en una caja y un grupo de brokers alborotados frente a una pantalla de ordenador.

El cuarto largometraje de Jodie Foster introduce una figura nueva insólita en España, donde los economistas más populares se limitan a pontificar en tertulias y no cuentan con programa propio. El personaje al que George Clooney aporta su carisma y simpatía en 'Money Monster' es, en cambio, una auténtica figura mediática, un gurú que no duda en recurrir a los trucos de un showman a la hora de aconsejar a pequeños inversores. Baila, rapea y hace de la economía un espectáculo.

Esta suerte de Mario Conde apayasado (en EE UU tienen a Jim Cramer, presentador de 'Mad Money') probará en carne propia las consecuencias de sus lecciones financieras cuando uno de sus telespectadores (Jack O'Connell) aparezca en el plató armado y con un chaleco bomba. Ha perdido todos los ahorros de su vida por seguir sus consejos. La eficaz directora del programa (Julia Roberts) hará frente a un secuestro en directo justo el mismo día en que iba a cambiar de trabajo, harta del bufón engreído al que intentará salvar el cuello.

'Money Monster' toca temas apasionantes. La irresponsabilidad de unos medios que han convertido la información en un espectáculo, el cinismo de gurús que hoy dicen una cosa y mañana lo contrario y, sobre todo, el efecto de las decisiones que se toman en Wall Street y que afectan a las clases menos favorecidas. Como resume George Clooney: "El mundo de las finanzas está descontrolado. Cuando las cosas marchan mal, no entiendes realmente qué fue lo que salió mal, y el hombre corriente es quien acaba pagando el pato".

En definitiva, Jodie Foster no quiere tanto explicar las inexplicables leyes de los mercados, como intentó hacer la agotadora 'La gran apuesta', como narrar un 'thriller' trepidante en el que un cretino sin alma se verá obligado a encontrar su humanidad. A la actriz y directora le honra fijarse por una vez en las víctimas y no en los verdugos, que siempre resultan más cinematográficos. Y entre todos los villanos vestidos de Armani, ninguno tan cinematográfico como el Leonardo DiCaprio de 'El lobo de Wall Street', la cinta que mejor retrata la cultura del derroche y la falta de escrúpulos que reinó en los círculos financieros.

Ahí es nada empezar una película con un campeonato de lanzamiento de enanos en una oficina. Scorsese rodó la historia real de Jordan Belfort con el mismo ritmo espídico y alucinado con el que su protagonista trasegaba rayas de cocaína. Un canalla sin alma, ebrio de millones y putas de lujo, que podría ser perfectamente un alumno aventajado del Gordon Gekko de 'Wall Street', que allá por 1987 se convirtió en referente de los estudiantes de Empresariales y MBA. ¿Acaso no fue Mario Conde entre nosotros, hoy en el trullo, un modelo de triunfador?

Ante la que estaba cayendo, Oliver Stone se vio en la obligación de retomar su profético y documentado filme (su padre era corredor de bolsa) y en 2010 manufacturó 'Wall Street 2: el dinero nunca duerme'. El tiburón encarnado por Michael Douglas salía de la cárcel y volvía a moverse a sus anchas en un sistema sacudido por la crisis hipotecaria estadounidense y el rescate a los bancos de inversión; si en los 80 fueron los 'bonos basura', ahora eran las hipotecas subprime. Una oportunista secuela en la que hasta el mismísimo Gekko, el tiburón que proclamó que la avaricia era buena, desgranaba un mea culpa.

Del carismático y elegante amo de 'Wall Street' la cosa degeneró en el Michael Burry de 'La gran apuesta', que decide el destino de la economía global descalzo y escuchando heavy metal a toda pastilla. Christian Bale da vida a uno de los desaprensivos que echaron cuentas, vieron que aquello no cuadraba y previeron el colapso de los grandes bancos. La ironía y el humor hacían más digerible una trama tan enredada como un contrato bancario. Una comedia que no tenía ni puñetera gracia.

Oscar al mejor documental en 2011, 'Inside Job' es una obra fundamental para entender la perversión del sistema. Una deslumbrante investigación periodística que buscaba a los culpables con la meticulosidad y el rigor con el que un juez instruye una causa criminal. El poder, concluía 'Inside Job', ya no reside en los parlamentos, sino en Wall Stret. Políticos, financieros y analistas detallaban minuciosamente el proceso de derrumbe de compañías como Lehman Brothers o Goldman Sachs. "Los ingenieros financieros construyen sueños. Cuando esos sueños se convierten en pesadillas les toca pagar a otros", se dice en el filme.

'Margin Call' adoptaba los ropajes de 'thriller' las 24 horas previas al estallido de la crisis financiera vividas desde las cloacas de un banco de inversión, cuyos gerentes deciden verter al mercado miles de millones de dólares en hipotecas tóxicas para salvar el cuello. Los ecos del David Mamet de 'Glengarry Glen Ross' resonaban en este drama de diálogos continuos, servidos por un plantel estelar comandado por Kevin Spacey, Jeremy Irons, Demi Moore, Paul Bettany y Stanley Tucci.

Como aleccionaba Gordon Gekko en el primer 'Wall Street', "si quieres un amigo, cómprate un perro". Es algo que descubría Ben Affleck en 'The Company Men', un trabajador de cuello blanco que cataba las hieles del paro, movía inútilmente su currículo de empresa en empresa y acababa subido al andamio con su suegro (Kevin Costner, lo mejor de la peli).

En este repaso a vuelapluma de cómo el cine americano ha plasmado la avaricia de los parqués bursátiles no podía faltar Michael Moore y su particular contribución. 'Capitalismo, una historia de amor' era, como sus últimos documentales, manipulador, demagógico y sensiblero. Pero también contenía saludables dosis de humor negro. El realizador se plantaba en Wall Street y preguntaba a los brokers que salían de la Bolsa de Nueva York: "¿Alguien puede explicarme qué son los derivados? ¿Y una permuta de riesgo crediticio? ¿Algún consejo?". Uno le respondía: "Deje de hacer películas".

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