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Una de las secuencias más agobiantes de la cinta de Polanski.
'Callejón sin salida': retorcida realidad

'Callejón sin salida': retorcida realidad

La turbulenta vida de Roman Polanski ha encontrado siempre en su profusa trayectoria un reflejo de creatividad claustrofóbica, una sombra de persecución. 'Cul de sac', en los sesenta, anticipa esta atmósfera

Guillermo Balbona

Jueves, 14 de abril 2016, 13:18

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"Sin suspense no hay cine", dice a menudo el cineasta de 'Repulsión'. En las entrañas visuales de Roman Polanski habita una galería de resquicios, de fragmentación de la vida amenazada. La turbulenta biografía del cineasta ha encontrado siempre en su profusa trayectoria un reflejo de creatividad claustrofóbica, una sombra de persecución, una batalla permanente entre la cerrazón y la búsqueda de libertad. Una colisión entre muros interiores y murallas exteriores, de sus inicios con 'El cuchillo en el agua' a 'Frenético'.

La metáfora de la situación límite exprimida y llevada al extremo sostiene el andamiaje de uno de sus filmes más singulares que destila, por ejemplo, las fobias, el concepto de pesadilla, la degradación mental y la violencia, más subliminal que explícita. Un castillo, escenario kafkiano por antonomasia, encierra a un hombre, su segunda esposa, las visitas esporádicas y dos criminales en un argumento sembrado de trampas que revela la brillantez de un cineasta aún sin madurar. Dos connotaciones, de las que luego no está muy alejado el cine de Michael Haneke ('Funny games'), se revelan en esta cinta de los sesenta con un inmenso Donald Pleasence a la cabeza: lo experimental y lo morboso.

El paisaje solitario, el aislamiento, la soledad, la extrañeza, tantas veces recurrente en Polanski, enmarcan esta historia que solapa microcosmos y entrecruza obsesiones, sensaciones reprimidas y subtextos. Hay traición, humillación, perversión sexual. Se diría que nada más dejar atrás el éxito de 'Repulsión', el cineasta se propuso retorcer la realidad, dar una vuelta de tuerca a su propio mundo y a la realidad. El fruto es una comedia negra, un 'tour de force' arriesgado, en el que se funden lo macabro, lo primitivo, lo brutal y esa violencia que se mastica a cada paso, preludio de un caos anunciado. Polanski nunca ha dejado de ser un director interesante, de aliento directo, desnudo, descarnado, que suele apostar fuerte y que, por ello, suele caer en la irregularidad. Esa mezcla entre la humillación y lo morboso envuelven a 'Cul de sac', ese callejón sin salida en el que se convierten nuestras vidas antes o después. Sexo, mirada clínica, connotaciones de vértigo y suicidio recorren la médula espinal de esta historia que sujeta al espectador, le atrapa y espera paciente para soltar el aguijón.

La huella del Holocausto, el asesinato de su esposa Sharon Tate por Charles Manson, tres años después del filme que nos ocupa, la acusación (como una sombra constante) de tener relaciones sexuales con una menor en 1977, así como el consumo de drogas, han marcado el diálogo vida-obra en la carrera de Polanski. Actor nada desdeñable, excelente escritor también, creció con 'El baile de los vampiros', 'La semilla del diablo', 'Chinatown', 'Tess' hasta ser redescubierto por el gran público la pasada década con 'El pianista'.

Menos sofisticado visualmente que su exploración en la repulsión, en 'Callejón sin salida' mantiene el juego entre lo real y lo alucinado, lo cotidiano y la turbación, el disturbio de lo inesperado. Allí la casa, aquí el castillo, la conexión de espacios agita las neurosis, los miedos, el horror y el vértigo ante aquello que ya no es norma ni convencional. Polanski, que ya había revisitado el universo de Buñuel y el de Jean Cocteau, se mueve sinuoso, juega con los puntos de vista y distorsiona los claroscuros. Con ciertas similitudes a 'Perros de paja', la insularidad humana, el paisaje acotado en este caso mediatizado por la marea que deja aislados a los protagonistas lo enigmático empapa el discurrir de la trama. El choque entre lo brutal y lo débil, cierto aire surrealista y la obsesión en llevar hasta el extremo más impensable es el perfil finalista de cada personaje, en especial el trío central, aportan un carácter especial a este filme.

Lo importante es que contiene buena parte de las claves de estilo y preocupaciones de su autor y un espíritu siempre marcado por sus inquietudes visuales. Agobio y trastorno, uso inteligente de los espacios y modificación constante del sentido de la observación alimentan una rareza exponencial de su cine. La mezcla de géneros es constante y Polanski parte de la comedia humana para hacer crecer el thriller y coquetear con lo dramático. El factor externo que provoca y desencadena la catarsis psicológica es un hallazgo que Polanski maneja con destreza y causa la constante mutación de los personajes y sus conductas. Mejor guión que realización, 'Cul de sac' invita al espectador a ser testigo-voyeur-entomólogo de una situación extrema. El sentido anárquico, tan estrechamente ligado a Polanski, rezuma un sutil clima en esta película que revela de manera bastante pura el ADN del cineasta. Un asfixiante escenario, la excelencia del blanco y negro de Gilbert Taylor, lo inquietante y enfermizo se aúnan en esta marejada de tensiones caóticas e imprevisibles. Lo negro, absurdo y casi surreal construye una pesadilla despiadada y empática que, pese a su irregular discurso, revela toda esa ácida carga de profundidad de Polanski contra la hipócrita solidez de muchas convenciones y los lugares comunes de la reglas sociales.

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