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La viva imagen de la desolación.
Mundial de fútbol

Brasil, un país desolado

El Mundial tapó momentáneamente la realidad de una nación que no termina de creerse la humillante derrota ante Alemania

Iban Garbayo

Miércoles, 9 de julio 2014, 13:00

Seguramente esta mañana según se ha levantado ha seguido la misma rutina de siempre. Se ha duchado, quizás ha sacado al perro, ha ido a por el periódico, pero una vez se ha sentado a desayunar como cada día, ha cogido su diario y ha abierto los ojos más que nunca pese a estar medio dormido. ¿La razón? Brasil 1-7 Alemania. ¡Es real! ¡No es un sueño! Pues no, no es un sueño, más bien una pesadilla para los más de 200 millones de habitantes del país. ¿Y ahora?, se pregunta la gran mayoría. Las protestas, las elecciones, todo se había dejado de lado por la celebración de la Copa del Mundo. Hoy, los viejos fantasmas han vuelto, y Brasil ha amanecido con una oleada de disturbios que se han saldado con un muerto, varios comercios saqueados y más de 23 autobuses calcinados.

"Humilhacao Mundial", "Fracasazo" y "Masacre Mundial", titula la prensa española. Brasil, demolida por la "máquina alemana", según los medios rusos. Los chilenos -todavía con el recuerdo de la eliminación en octavos por penaltis- lo califican de "masacre". Una victoria "legendaria", para los rotativos alemanes, o "drama nacional" para prensa italiana. Todo el mundo se ha hecho eco de un baño histórico que quedará grabado en los anales del fútbol. No es para menos. El 'maracanazo' se ha quedado corto para convertirse en el 'mineirazo'.

Brasil está hundida. La 'canarinha' entró en el Mundial sembrando dudas a su paso, sin el juego exquisito que se le presupone a la pentacampeona del mundo, y con pequeños destellos de calidad de su mejor jugador y líder de la selección: Neymar. Pero el juguete se rompió, y el día en el Colombiano Zuñiga, asestó un rodillazo a traición a la espalda del astro brasileño, todo el estadio, todo el país, sintió los gritos de dolor del futbolista del Barça. El sueño parecía escaparse. Así fue. Joachim Löw y sus guerreros sacaron el 'rodillo alemán' para pasar por encima de los chicos de Scolari.

Cuando la pelota echó a rodar, todo el mundo pareció olvidar la crisis del país. Las manifestaciones, el despilfarro económico en la construcción de los estadios, los contenedores incendiados, los ruidos de sirenas policiales noche tras noche... Todo quedó de lado para ver a sus héroes en acción. La primera en agradecerlo fue su presidenta, Dilma Rousseff, que fue silbada e insultada por la inmensa mayoría del público en el partido inaugural. Cada vez se encontraban más banderas brasileñas por las calles, cada vez más gente en los bares, más personas con la camiseta amarilla, cada vez parecía ser lo que es un Mundial. Una fiesta. Una celebración en la que los mejores equipos del mundo luchan por ser campeones del mundo. ¿Y ahora? Vuelta a la realidad. Tiempo de reflexión, de análisis, y de preparar los próximos Juegos Olímpicos de Río 2016. Hay trabajo por delante, pero la unidad del país será clave para lograr los objetivos.

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