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Se puede soñar a lo grande
Anduva empuja con el alma, animada por un equipo desatado que ofreció un espectacular partido
Si alguien dudaba de la valentía del Mirandés este jueves quedaron disipadas todas las dudas y los que se dieron cita en Anduva, sabedores de ... que juntos somos mejores, no escatimaron esfuerzos. La grada estuvo a la altura del equipo y el equipo estuvo a la altura de la grada. Al acabar los noventa minutos muchos tenían que seguir frotándose los ojos porque sí, el marcador reflejaba un 4-1 inapelable, indiscutible, que se fue forjando con el empuje de los jugadores y el ánimo que llegaba desde la grada.
Ambiente no, ambientazo, es el que se vivió en el fortín de Anduva en el que entre los que acudieron convencidos de que los rojillos iban a superar al Racing, estaba Pablo Infante, que disfrutó como el que más del partido. El campo se llenó mucho tiempo antes de que el balón echara a rodar y la afición empezó a hacer su trabajo ya en el calentamiento; había que intimidar al rival y se hizo. Se les recordaba que no iban a conseguir doblegar a los rojillos de ninguna de las maneras.
Si en esos minutos previos al duelo futbolístico los jugadores calentaban sus músculos los rojillos, ya estuvieran en tribuna o en general o en la grada de animación lo que calentaban eran sus voces. Anduva tenía que rugir y rugió, y al terminar fueron muchos los que ya no tenían ni un hilo de voz. Se habían desgañitado al comenzar y al acabar entonando el himno de la ciudad. Sonó en el primer minuto y en el 99 porque ese es el tiempo que duró el choque, y entre medias se oyeron todos los cánticos habituales.

El ¡sí se puede, sí se puede! no dejó de escucharse durante el partido, y atronaba cada vez que los rojillos perforaban la portería racinguista. A medida que se fueron sumando dianas subieron los decibelios porque no había ni una sola garganta que no se uniera al coro que al unísono entonaba el 'Que sí, joder, que vamos a ascender', y que respondía a todas y cada una de peticiones de ánimo que se hacían, fundamentalmente desde la grada de animación que, una vez más tuvo la suerte de ver de cerca la mayoría de los goles del Mirandés.
Anduva vibró, Anduva aplaudió y las palmas de las manos de los seguidores rojillos acabaron teniendo el mismo tono encarnado de la camiseta del Mirandés porque sí, era una locura lo que se estaba viviendo en el Municipal y se aplaudía a rabiar cada una de las acciones de los jugadores, de delanteros y de defensas, de los que culminaban los ataques y de los que impedían que el Racing acabara de encontrarse cómodo.
Quien lo estaba cada vez más era el Mirandés, y más convencido de que el objetivo estaba al alcance de la mano el estadio dejó claro que ¡esto es Anduva, Anduva, Anduva que te empuja, te empuja, te empuja con el alma, y te lleva en volandas.......!
La afición, una vez más llevó en volandas al equipo durante todo el partido
Lo logró y al final acabó haciendo la ola que sólo se cortaba, lógicamente en la zona de la grada en la que los aficionados del Racing, que empezaron animosos y fueron apagándose a medida que el Mirandés impuso su ley.
Algunos de los verdiblancos pusieron la nota negativa en la zona próxima a la grada del fondo sur. Más de uno acabó colándose y querían ver el partido de pie. Tuvo que intervenir la policía para que se sentaran y, tampoco pasó la situación a mayores, sobre todo por el final al que tuvieron que enfrentarse, la victoria inapelable de los rojillos, el equipo de Anduva al que 'no hay quien le gane porque tiene unos huevos así de grandees....'.
Sonó como un mantra al acabar el partido que, lógicamente se cerró con el cántico de La Morocha, himno mirandesista que resuena una y otra vez en un estadio entregado con los jugadores de los que se volvió a decir que todos están 'orgullos de nuestros jugadores'.
En toda la ciudad
La fiesta fue total en Anduva y más grande aún cuando desde la megafonía se anunció que el partido del domingo frente al Oviedo no exigirá a los abonados retirar entrada. Su importe se cargará en el carné de la próxima temporada.
Los que no lo son y no pudieron acudir a Anduva vieron el partido en bares como el Plan B, La Madre o La Corrala; espacios que fueron pequeños campos de fútbol en los que los corazones latieron a ritmo desbocado; con más pulsaciones a medida que avanzaba el choque. La situación era inversa en otros locales como el Benfos, La Galería o el Alhambra, copados en su mayoría por los cántabros que se presentaron en la ciudad sin entrada y tuvieron que ver el partido así.
La ciudad y el estadio gozaron de una noche inolvidable que todo el mundo quiere que sea la antesala de la consecución del sueño. Los jabatos nunca se rinden, lo demostraron ayer y, ayudados por su afición están ya a un solo paso de la gloria.
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