Panichelli, un delantero para la historia de Anduva
Artillero ·
El argentino anota el último gol de un curso memorable. Sus 21 tantos le sitúan en el olimpo de jugadores que han dejado huella con su carisma y entrega en el MirandésTenía que ser él. El delantero que tardó cuarenta minutos en marcar su primer gol del curso con el Mirandés estaba llamado a ser el ... que anotase otro en el último partido, el que alimentó la ilusión del conjunto rojillo de verse entre los más grandes aunque luego el destino del fútbol le dedicara esta vez una mueca burlona en el peor momento. El delantero que domina los cielos con una suficiencia insultante pero que es capaz de fajarse a ras de césped, donde aparecen los jugones, para ser generoso con sus compañeros pero también certero cuando le toca. Joaquín Panichelli volvió a aparecer cuando tocaba. El máximo artillero del equipo rojillo cerró el curso con veintiún brillantes dianas, que permitirán que este Mirandés quede durante generaciones en el recuerdo de una ciudad que se sintió entre los más grandes.
Mucha culpa tiene un Panichelli que en diez meses ha vivido su consagración como futbolista profesional. Ese jugador que apenas había jugado con el Deportivo Alavés, recuperado pocos meses antes una grave lesión de rodilla producida precisamente en la final del play off de ascenso con el equipo vitoriano, era un boceto de lo que podía ser, pero no estaba tan claro que lo fuera ya. Tenía cuerpo y condiciones, pero lo había mostrado en un contexto que poco se parecía al de una liga de máxima exigencia. Por eso el Alavés lo dejó salir. No sin dudas, pero pesó el planteamiento de que le vendría bien encontrar minutos en otro lado.
Algo en ese delantero delgaducho que parece que va a trastabillar hasta caer mientras conduce la pelota había visto ya entonces Alfredo Merino. El cerebro que ha construido este memorable Mirandés tenía el nombre del argentino apuntado en su agenda. Ese cuaderno que recoge los perfiles de esas figuras que pueden encajar como un guante en Anduva. Por eso se puso pronto en la fila y pidió en cuanto pudo su cesión. El Alavés tomó nota y ambos clubes firmaron un pacto de caballeros: Panichelli llegaría, pero el plantel rojillo tendría que esperar hasta que la plantilla albiazul estuviera confeccionada. Tuvo que ser a mediados de agosto. Pero llegó.
Lo primero que llama la atención del argentino, además de su permanente sonrisa, es la confianza que muestra en sus capacidades. No es soberbia, sino más bien un conocimiento absoluto de sus posibilidades. Y también, por qué no, la confianza de un chaval de 22 años enamorado de su paisano Maradona que quiere comerse el mundo entre trago y trago de mate. Por eso ya no choca tanto que en su presentación como futbolista rojillo hablase de que quería llegar a las dos cifras goleadoras. Al menos diez tantos no era poco para un debutante. Marcó el primero en su primer partido, la segunda jornada, contra el Málaga. El 27 de enero, cuando se acababan de consumir 24 jornadas, anotó contra el Cádiz y cumplió su promesa con casi media temporada aún por delante.
Solo un día fuera
Llegados a ese punto, debió decirse, solo podía seguir adelante con sus travesuras. Entonces ya había enamorado a Anduva. Cómo no caer rendidos ante un futbolista que traía de cabeza a todas las defensas del campeonato. No estaba en ninguna parte, pero aparecía por todos lados. Era imposible tumbar a ese delantero alto, espigado, de pierna delgada pero de insospechada fuerza. Un portento para resistir los choques y no dejar de correr. Solo uno le tumbó, justo antes de Navidad. Entonces un fuerte choque de cabezas con Curbelo, del Sporting, le mandó al hospital. Un día tardó en recibir el alta y una semana en poder volver a jugar. Entonces, ante el Deportivo, descansó por primera y única vez en todo el curso.
Dos jornadas después volvió a marcar. De ahí hasta el final de temporada, aunque su mayor sequía llegara, paradójicamente, en el momento decisivo de la temporada. Sin goles en el play off… hasta el del Tartiere. De cabeza, tras el enésimo desmarque que ningún defensa logró seguir. Euforia, sprint y piña con sus compañeros, la clave que explica un año memorable. Con 21 goles cierra su cuenta. El mejor registro de un jugador del Mirandés en una temporada en su breve pero intensa historia en el fútbol profesional. Los de un jugador que llegó con ganas de reivindicarse y que, una temporada después, se marcha como un futbolista que se ha ganado para siempre un trocito del cariño y reconocimiento de la fiel hinchada del Mirandés. El argentino que domina los cielos también tendrá el resto de su vida el corazón teñido del tono rojillo que le ha cambiado la vida.
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