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Ángel Garraza
Domingo, 24 de marzo 2024, 21:59
Un punto más, ya son 37, en un partido en el que las tablas se pueden considerar como un resultado justo porque ninguno de los dos equipos tuvo ocasiones claras para desnivelar la contienda. El duelo demostró los motivos por los que ambos están luchando ... para evitar meterse en el fango y por los que atraviesan por dinámicas negativas. El partido fue malo de solemnidad, solo salvado por la incertidumbre del marcador y los nervios que siempre se generan cuando el electrónico está con el mismo dígito para ambos conjuntos y los de atrás en la clasificación aprietan. Y es que ganaron Amorebieta, Alcorcón, Cartagena, Huesca, casi puntúa el Villarreal B ante el Leganés...
Si en la primera parte, los rojillos pisaron con una mayor profusión el campo del Zaragoza, en la segunda lo hicieron bastante menos y, en cambio, su rival algo más, pero ninguno de los dos demostró pericia en ataque, así como tampoco las ideas muy claras para crear juego ofensivo. ¿Conclusión? El choque acabó sin tantos.
Mirandés: Ramón Juan; Ilyas (Juan María, m.75), Pablo Ramón, Barcia (Tomeo, m. 75), Barbu, Gómez; Tachi, Álvaro Sanz (Lachuer, m. 87), Reina; Gabri y Carlos Martín (La Gumina, m. 71).
Zaragoza: Edgar Badía; Mouriño, Lluis López, Jair, Lecoeuche, Toni Moya, Maikel Mesa (Pau Sans, m.77), Aguado, Germán Valera (Manu Vallejo, m, 77), Liso (Gámez, m. 89) y Bakis (Azón, m. 66).
Goles: No hubo.
Árbitro: El asturiano González Díaz amonestó con tarjeta amarilla a a Tachi (m. 65) Lisci (m. 78), Juan María (m.81) y Reina (m. 83) y a los visitantes Bakis (m. 33), Liso (m. 33).
Incidencias: 3.627 espectadores se dieron cita en Anduva; 300 zaragocistas en el Fondo Norte, nada que ver con pasadas temporadas, cuando se desplazaban más de mil seguidores.
El Mirandés fue el único equipo que en los primeros 45 minutos llevó algo de peligro, tampoco excesivo, ante un Zaragoza en horas muy bajas, del que en su periplo por Segunda División, con once temporadas ya consecutivas, que serán doce con la que viene si no sufre al final, le queda solo el nombre del equipo grande de antaño.
Solo se acercó a los dominios de Ramón Juan a través del balón parado, bien defendido esta vez por la zaga rojilla. Los blanquillos tampoco son el Leganés en ese tipo de acciones. No es de extrañar, en este sentido, que desde el mes de septiembre sea el peor conjunto de la categoría. Sería el colista si no fuera por los puntos que acumuló en el mes de agosto, cuando estuvo líder y en la capital maña soñaban por aquel entonces con cotas mayores.
Las aproximaciones del conjunto jabato se contabilizaron tras rematar Pablo Ramón de cabeza a la salida de un córner; cuando lo hizo Ilyas también con mucha intención desde fuera del área o como cuando se pidió penalti a Barcia, que desde el VAR negaron. Y en el penúltimo minuto del primer tiempo en una transición que pudo aprovechar Gabri, pero el futbolista llegó trastabillado al área y solo pudo chutar a las manos de Badia.
Ese fue el único disparo entre los tres palos que se registró por parte del Mirandés en todo el encuentro ante un flojo adversario. Una igualada sin tantos en otras épocas ante el Zaragoza se habría considerado como un sobresaliente resultado. Dadas todas las circunstancias, lo es mucho menos, aunque sumar siempre sea bueno.
Prácticamente lo poco que se generó en labores ofensivas correspondió a los hombres de Lisci en un primer tiempo sosote, como sería después el segundo, sin grandes jugadas dignas de destacar.
La segunda arrancó con el Mirandés atacando en la portería que históricamente se ha considerado en Anduva la de los 'goles rojillos', donde se encuentra la grada de animación. Ahí fue donde Carlos Martín al segundo minuto de la reanudación no pudo controlar un balón que le había caído enfrente de Badia. No tuvo más oportunidades.
A pesar del dominio que ejercían los mirandesistas, Liso lanzó para poner en aprietos a Ramón Juan en el 51. Transcurrían los minutos y aumentaban los nervios por la trascendencia del choque para ambos bandos. Si bien, ninguno se acercaba al gol.
Lisci intentó que llegase al retirar al máximo goleador del equipo, Carlos Martín (estaba 'tocado' los días previos y acabó fatigado), para dar entrada al italiano La Gumina a falta de veinte minutos para el final. A continuación lo que sucedió es que se lesionó Ilyas con un fuerte golpe en la boca. Entró Juan María, como carrilero diestro, en su lugar y Tomeo, en la medular, por Barcia, lo que provocó que Tachi se colocara como tercer central en el tramo final.
Pero quien dominaba era el Zaragoza ante un Mirandés que no llegaba. Menos mal que los maños son inoperantes en ataque. Los de casa estaban jugando sin su máximo artillero los instantes finales y hacía falta un gol para lograr los tres puntos, pero nadie lo mereció en un partido con empate a nada y muchos nervios.
Baste decir que en la última media hora solo hubo un tiro de rosca de Juan María desde fuera del área. Ni una acción más apuntada en el bloc de notas en el apartado ofensivo. Eso lo dice todo. Los cambios tampoco funcionaron. La única noticia positiva llegó cuando mucho tiempo después el Mirandés dejaba la portería a cero, claro que enfrente estaba un Zaragoza muy ramplón sobre el césped. El sábado, una nueva final, esta vez en Andorra, una cita donde no se puede fallar.
Había dudas sobre el esquema y los jugadores que Lisci iba a poner en juego ante el Zaragoza tras el varapalo sufrido frente al Leganés. Siguió con la defensa impar, de tres centrales y dos carrileros (Ilyas y Gómez). En esta ocasión, volvió Tachi, gorro incluido para proteger la brecha que tiene en la cabeza tras su encontronazo con Luna en Butarque, en el puesto de pivote, con Reina y Álvaro Sanz algo más adelantados y Gabri en punta junto a Carlos Martín.
Un sistema de 5-3-2 con la idea de volver a la senda del triunfo en Anduva. Los delanteros, con movilidad, principalmente Carlos Martín bajando para ayudar en la construcción del juego ofensivo para que los compañeros de segunda línea se incorporasen, entre ellos Ilyas Chaira, el más incisivo por la banda derecha.
Enfrente, un Zaragoza que no tenía reparos en dar el balón al Mirandés, especialmente para que fuese Barbu el encargado de sacar la pelota jugada, un futbolista con muchas virtudes, aunque esa no sea la principal del capitán rojillo. Los maños se situaban con dos líneas de cuatro por detrás del balón, una barrera difícil de superar porque la premisa de los de Víctor Fernández era no encajar. Ninguno de los dos contendientes lo hizo.
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