Cuando el Carlos Tartiere cayó al infierno
El Oviedo pasó en cuatro años de jugar en Primera a ahogarse en Tercera. Ahora busca volver a la élite tras un cuarto de siglo repleto de imprevistos
Jon Aroca
Miércoles, 18 de junio 2025
El 17 de junio de 2001, el Real Oviedo disputó su último partido en Primera. Raúl Fernández, el más veterano de la plantilla del Mirandés, ... acababa de cumplir 13 años, Alberto Reina no llegaba a los cuatro y Lachuer apenas tenía diez meses de vida. Otros ocho futbolistas rojillos ni siquiera habían nacido. Han pasado veinticuatro años del último partido del club carbayón en la élite. El que fuera un mítico de la Primera de los noventa, casa de Onopko, Oli o Dely Valdés y que incluso había competido en Europa lleva un cuarto de siglo lejos de los mejores. Este sábado se jugará la última plaza que queda con un Mirandés novato al que mueve la ilusión de la primera vez. La gasolina del Oviedo, más bien, es el deseo de olvidar al fin dos décadas y media de peregrinaje por el desierto en las que le ha pasado casi de todo.
Ese descenso a Segunda de la 2000-2001 llegó con cierta sorpresa. Al Oviedo le bastaba con imponerse al Mallorca para seguir en Primera. Pero perdió, se vio en Segunda y en cuestión de dos años la entidad agonizaba en Tercera. ¿Cómo era posible? Entonces la inestabilidad institucional ya carcomía de forma silenciosa al club del Carlos Tartiere. El hecho de no regresar a Primera de forma inmediata fue un golpe, pero el descenso del curso siguiente no entraba en ningún plan. Sobre todo, en el económico. Eso desembocó en otro descenso administrativo por deudas y el inicio de un proceso negro en la historia reciente de la entidad. El que pudo llevar a la realidad que ahora viven Logroño o Salamanca: dos clubes cuando antes solo había uno.
Tras esa caída a los infiernos de 2003, el Ayuntamiento de la ciudad –ya entonces de más de 200.000 habitantes– apostó por la refundación del Oviedo y no por apoyar la resurrección del club ya existente. Encontró una entidad en Tercera con cierta historia, el Astur CF, al que rebautizó como Oviedo Astur CF –si bien se le llamaba no sin cierto veneno Oviedo ACF–, cambió su escudo y adoptó el color azul del Oviedo auténtico. Se abrió un gran cisma. Pero triunfó la historia: 10.000 personas se hicieron socias del Real Oviedo mientras el otro club apenas congregaba aficionados. En 2007, el Ayuntamiento revirtió el cambio y ahora el Astur juega en Regional con sus colores de siempre.
Mientras, el Oviedo buscaba la fórmula para abandonar el infierno mientras saneaba poco a poco sus cuentas. Eran años de continuos cambios de directivas y ascensos frustrados. Volvieron a Segunda B en 2005, pero cayeron dos años después. Si no era un club maldito, poco le faltaba. La crueldad del destino era salvaje. Si no, no se puede explicar lo que sucedió en el play off de ascenso a Segunda B de 2008. La ida, en Caravaca y con un desplazamiento masivo, se saldó con un 4-1 en contra y el cese de su técnico, el mediático Lobo Carrasco. La vuelta, con 28.000 espectadores en el Tartiere, iba sobre ruedas. Caían los goles y la grada creía en la remontada. 1-0, 2-0 y, mediada la segunda parte, el tercero. Curro, de falta directa. Para celebrarlo se lanzó a la grada. Eso le costó la tarjeta. Era la segunda. Contra diez, el Caravaca remontó y el 4-2 de la vuelta fue insuficiente para subir.
De mexicano a mexicano
Sí que lo lograron un año después. Entonces ya no hubo descensos, pero sí años de pelea en Segunda B para regresar al fútbol profesional entre play offs frustrados y el recuerdo cada vez más lejano de aquellos gloria perdida. También coletazos de los problemas económicos que seguían corroyendo los cimientos del equipo. En 2012 entró a un concurso de acreedores que no logró abandonar hasta 2018. Ese primer año accedió a su accionariado el multimillonario mexicano Carlos Slim, figura clave para evitar la desaparición. Con él llegó el ascenso a Segunda de 2015.
También sus conexiones resultaron primordiales para que en 2022 otros empresarios mexicanos, los propietarios del Pachuca –también de otro club del país, el León, así como de entre otros el Everton chileno– adquirieran las acciones de Slim. Justo a la vez que el Grupo Orlegi, también del mismo país, compraba el Sporting. Lo poco que une a dos entidades que han vivido una rivalidad encarnizada y los problemas compartidos para escapar de Segunda. El Oviedo a punto estuvo de lograrlo el curso pasado. Se impuso al Espanyol en la ida de la final, pero los catalanes remontaron en la vuelta. De nuevo, a las puertas. Ahora quiere ser el que le dé la vuelta y deje al Mirandés sin nada. 9.134 después de que la chincheta de Oviedo desapareciera casi por sorpresa del mapa de Primera
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