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Toni Caballero/Cristina Ortiz/ Raúl Canales
Jueves, 16 de enero 2025, 23:43
Cuando el operativo para buscar a Marisa Villaquirán comenzó, las calles de la Parte Vieja de Miranda estaban vacías. Eran poco más de las ocho de la mañana y en la zona sólo se encontraban efectivos de la Policía Nacional, acompañados del pastor de la ... iglesia Evangélica Filadelfia. Pero, según fue pasando el tiempo, hasta la calle Las Escuelas se fueron acercando, además de numerosos medios de comunicación y curiosos, también personas a las que el caso golpea de lleno.
Entre ellos, el hijo mayor de Marisa, Joseph, que, visiblemente nervioso, se presentaba en el lugar minutos antes de la una de la tarde para seguir con sus propios ojos, muy de cerca, un operativo que tenía como finalidad tratar de localizar el cuerpo de su madre, desaparecida hace dos décadas.
Nada más llegar, tratando de saltarse el cordón policial, fue identificado por los agentes de la Policía Nacional, que le franquearon el paso y le acompañaron hasta la puerta de la iglesia para explicarle la situación y los trabajos realizados hasta ese momento.
«Tirad todo abajo», reclamaba a viva voz, notablemente alterado y desbordado por la situación. De hecho, llegaba a asegurar que «como aparezca, los prendo fuego a todos». Pero, poco a poco, los agentes lograron calmarlo y que volviera a situarse fuera del cordón policial, desde donde, como uno más, siguió la evolución del registro buena parte del día. Lo hizo acompañado de su familia, incluida su abuela, la madre de Marisa, y una tía, que se enteró por la llamada de una amiga de lo que estaba pasando. Cogió el coche para viajar hasta Miranda y ver con sus propios ojos una operación de la que supieron por la prensa.
Una situación que no dudaron en lamentar públicamente varias de las integrantes de la comisión ciudadana ¿Dónde está Marisa? «Estamos en shock, sorprendidas. Nos hemos enterado por los medios de comunicación, al igual que la familia, que no ha tenido ninguna notificación», apuntó Conchi Salazar, una de las portavoces de esa plataforma que mantuvo vivo el recuerdo de la desaparecida durante muchos años; y que ayer echó de menos en el lugar del operativo a la alcaldesa, Aitana Hernando, al responsable de Seguridad Ciudadana, Pablo Gómez; y a la concejala de Igualdad, Soraya Solórzano.
«Anualmente se hacen jornadas para recordar a Marisa Villaquirán y aquí no ha venido ninguno a prestar un poco de apoyo a la familia. No han aparecido aquí y nos les han hecho ni una llamada. Es sorprendente. María Villaquirán no es sólo un nombre, representa un hecho muy grave que sucedió aquí en Miranda».
Pero, al mismo tiempo, pese a no compartir las formas en las que se habían desarrollado los hechos, sí confiaba en que hubiera buenos resultados y en que se encontrara algún rastro de la mujer para que sus familia pudiera cerrar el duelo. Hasta que eso ocurra, sea cuando sea, la comisión seguirá reivindicando conocer dónde está Marisa. De hecho, lo van a hacer hoy por la mañana, a las 10.00, frente a la puerta de la Comisaría de la Policía Nacional.
Allí volverán de desenrollar una pancarta que guardaron tras la sentencia de marzo de 2009, en la que fue condenado su expareja, Rafael Gabarri, a 14 años y 4 meses de prisión por un delito de detención ilegal y violencia doméstica.
También desde Mujeres en la Calle mostraron su preocupación por la familia, obligada a revivir una vez más una angustiosa búsqueda para conocer el paradero de un ser querido del que no hay rastro hace más de dos décadas. «Esperamos que puedan cerrar este capítulo tan triste de su vida y descansar, porque ahora están destrozados otra vez», reconoció Marian Rocandio, integrante del grupo feminista que todos los meses sale a la calle contra la violencia de género.
Una de las preguntas que surgió con el nuevo operativo de búsqueda de Marisa Villaquirán es qué consecuencia legal y penal tendría la aparición del cuerpo. Rafael Gabarri sólo pudo ser juzgado por detención ilegal y violencia de género, delitos por los que se le impusieron 14 años y 4 meses, lo máximo que establece el Código Penal.
El exmarido de Marisa cumplió su condena en 2023 y está en libertad, aunque tiene limitada su presencia en Miranda por una orden de alejamiento de 18 años sobre la familia de la víctima. Si en algún momento, antes de que prescriba el caso, llegara a aparecer el cadáver de la mujer, podría ser juzgado por homicidio o asesinato, ya la tipificación final dependería de los agravantes que rodeasen al caso.
Por el primero, los años de prisión oscilan de 20 a 25, mientras que por homicidio pueden llegar a 30. Encontrar los restos de Marisa abriría además un abanico legal mucho más amplio que podría salpicar a otras personas.
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