Sentir los colores de la 'familia' de Miranda por primera vez

«El año que viene nos apuntamos seguro», se repetían Johana y Diana cada vez que bajaban del monte. Pero la euforia se disipaba con el paso de las semanas y nunca daban el paso. Hasta este año, que han decidido apuntarse a La Parranda. Lo hacen acompañadas de sus parejas y con los 40 ya cumplidos o a punto de hacerlo. «Siempre hemos salido de fiesta pero a nuestra bola», explica una de las hermanas, que estaba deseando vivir San Juan desde otro punto de vista. «Cuando éramos más jóvenes te quedaban muchas horas muertas porque tus amigos se iban con su cuadrilla no sabías que hacer. A medida que nos fuimos haciendo mayores, hemos trabajado muchas veces los fines de semana y vas dejando lo de entrar en una cuadrilla aplazado, hasta que este año hemos dicho sí o sí», afirma Diana.

En su caso, ni siquiera tener que currar hoy lunes y tener que subir al monte más tarde que el resto de su peña le ha hecho dudar ni un solo minuto. La decisión estaba tomada. «Vimos el anuncio de que La Parranda buscaba gente y nos pareció el sitio ideal porque hay un ambiente muy familiar, no son demasiados componentes y además tienen un local para utilizar todo el año en la ciudad. Son cosas que suman y estamos encantadas de haber elegido esta cuadrilla».

A falta de la romería, en el fin de semana, los cuatro debutantes ya han podido comprobar que «no tiene comparación San Juan si estás en cuadrilla que si vas por libre. No es lo mismo ver la fiesta que protagonizarla, y nosotras ya queríamos lo segundo». La adaptación ha sido exprés. «Nos han acogido todos muy bien y se desviven porque nos sintamos como si llevásemos veinte años. Ya desde el fin de semana previo, con los juegos populares y la verbena del Blusa, estamos disfrutando mucho del ambientillo», afirma Diana.

A la Parranda también se han sumado estas fiestas Ana y su familia. Ella sí tiene tradición sanjuanera porque su padre fue fundador de la Orden del Bombo, pero los años que pasó ella fuera de Miranda hicieron que se fuera en su corazón enfriando ese espíritu, y cuando regresó a la ciudad, ya nunca volvió a estar en cuadrilla.

Sin embargo, el gusanillo de volver nunca ha dejado de picar. A veces para mitigarlo optó por irse de vacaciones. El exilio era más duro. «Estás en la playa pero te acuerdas mucho de las fiestas, sobre todo en la hora del bombazo». Lo que nunca ha hecho es quedarse en casa. «Si estaba en Miranda, salía siempre. Y lo hemos pasado muy bien con los amigos por libre, pero no es lo mismo. Al final tienes que estar buscando donde comer, hay horas en las que no sabes lo que hacer,...».

Por eso tenía muy claro que había llegado el momento de enfundarse nuevamente la blusa y vestir los colores de La Parranda, donde ya conocía a gente. «Las cuadrillas son como una gran familia y ese sentimiento no es fácil de explicar», explica.

Tener pocos integrantes es un problema para las cuadrillas porque hay gastos fijos que obligan a subir mucho la cuota. Prescindir de algunas cosas, como de la charanga el sábado o contratar menús de peor calidad, es el debate que se repite en el seno de muchas peñas cada vez que se acerca San Juan. Por eso, al ver que no tienen relevo generacional, algunas han decidido mover ficha y en vez de esperar, pasar a la acción.

Conscientes de que hay peñas que tienen interminables listas de espera por falta de espacio en las casetas, se han lanzado a buscar miembros a través de las redes sociales. La tradición no está reñida con la modernidad y la búsqueda ha dado sus frutos.

Precisamente César estaba revisando su facebook leyó un anuncio que supuso el espaldarazo definitivo para una idea que le venía rondando ya hace mucho tiempo la cabeza. Este mirandés fue integrante de Los Abstemios en su juventud, pero se trasladó a vivir a Briviesca y fue perdiendo el vínculo con San Juan. «Allí también estábamos en una cuadrilla», apunta.

Por motivos laborales, regresó a Miranda junto a su mujer, pero no se volvió a enganchar del todo con las fiestas. «El sábado dábamos una vuelta para ver el bombazo pero el domingo nos aburríamos. La mitad de las veces nos hemos ido a comer fuera de Miranda pero lo haces con un poco de pena», explica César, que al leer que Los Inquietos buscaban gente, le propuso a Gloria dar el paso. El anuncio parecía escrito para ellos, porque era lo que estaban buscando: precio razonable, buen ambiente, muchas actividades diurnas,...

«San Juan ha evolucionado mucho desde que yo era chaval. Antes quedabas con tu cuadrilla solo el domingo y el resto era sobre todo salir de noche con los amigos por la Parte Vieja, pero ahora hay mucho más movimiento por el día y pasas muchísimo tiempo con tu cuadrilla».

Aunque en Los Inquietos solo conocía a una persona antes de apuntarse, no se arrepienten de la elección. «Sabíamos que lo vamos a pasar bien. De hecho, ya hemos sumado a otra componente, porque mi hermana se ha animado también», asegura César.

El amor ha surgido a primera vista. Para los nuevos sanjuaneros, encontrar cuadrilla ha supuesto un empujón a la forma de disfrutar de las fiestas. Para las cuadrillas, sumar integrantes garantiza su supervivencia a medio plazo y recuperar, en muchos casos, el ambiente que tenían hace años y que se había diluido por la fuga de blusas.