Una remolacha dulce que también amarga en Miranda
Cinco trabajadores de la azucarera repasan su experiencia vital en una fábrica centenaria y su perspectiva ante el futuro del sector
Cristina Ortiz
Domingo, 15 de junio 2025, 23:26
La mayoría son la segunda, tercera o incluso, cuarta generación de remolacheros. Su árbol genealógico va ligado a ese cultivo. Un producto que, procesado, está ... llamado a 'endulzarnos' la vida, pero que a ellos también se la ha amargado en algunos momentos de décadas de actividad en una fábrica que ha tenido que sortear varias crisis, reestructuraciones y amenazadas de cierre. De hecho, en alguna llegaron a participar activamente para evitarla, recorriendo en coche parte de Álava y La Rioja hasta convencer a los agricultores de que sembraran. Lograron sumar 2.000 hectáreas y salvar la campaña.
Ahora ha sido imposible, a un precio de 36 euros, no llega ni para cubrir gastos. Pero han tenido la suerte de que AB Foods eligiera Miranda para crear una planta de refino; y, eso, esta vez, les ha salvado. La actividad de una fábrica centenaria, aunque sea con otra actividad, está asegurada. El cultivo, sin embargo, tienen claro que va a desaparecer. Sin un punto cercano de entrega, no se va a sembrar.
De todos modos, también están convencidos de que la culpa de que se haya llegado a esta situación la ha tenido la mala gestión de la empresa, de AB Foods, porque Acor, la cooperativa, no tiene estos problemas.
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Juan Carlos Sahagún
«La remolacha crea 2,5 empleos por cada uno de la fábrica»
Con 62 años, y 33 trabajando en la planta azucarera de Miranda, es uno de los que, en las negociaciones con AB Foods entraría en la lista de prejubilaciones, aunque le hubiese gustado poder continuar. Reconoce que no tiene una mala situación, pero «tampoco es agradable. A mí me gustaría estar hasta los 65 y cobrar el 100% de mi pensión». Pero tampoco le ha sorprendido la situación. Como técnico de cultivos, su contacto con los agricultores es directo y entiende que no siembren para no obtener rendimiento. «Si las cuentas de la empresa son malas, porque no salen, y tienes que trabajar con ellas a la hora de ofertarle un precio, éste baja. Y, si baja, lógicamente, el agricultor, como cualquier otra empresa, decide no sembrar y poner otras cosas. A partir de ahí, si se reduce el volumen de la remolacha en toda la zona norte, no sólo en Miranda, las fábricas se ven peligro», apuntó.
Ysin fábricas, después morirá el cultivo. «La experiencia de los que hemos sufrido cierres nos dice que en el momento que desaparece una azucarera, tardará un año, dos o cinco, la remolacha deja de existir. Posiblemente, en toda la zona de Álava, Rioja, Bureba, Treviño, Navarra, no quedará nada».
Pero no es sólo que desaparezca la azucarera y los empleos de la fábrica, ese cultivo lleva aparejados 2,5 puestos de trabajo por cada uno en la planta. «Estamos hablando de agricultores, empresas de servicios, fitosanitarios, abonos, transportistas...» Desaparece todo el sector, entre otras cosas, porque «ya no hay esa regulación que había antes, ni una negociación con las organizaciones de agricultores a 4 o 5 años vista. El precio a lo mejor no era muy alto, pero por lo menos era estable, ahora no, se decide año a año. Entonces el pasado, la remolacha se pagó a 60 euros la tonelada y este a 35 o 36. Esos picos, nosotros como azucarera no podemos aguantarlos, es una industria que tiene que tener una estabilidad.
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Luis Lapuebla
«Nosotros hemos sido unos luchadores por la remolacha»
De familia de remolacheros, empezó a trabajar en el sector con 16 años y 44 años después, sigue en él. Aunque, previsiblemente será uno de los que también se prejubile en este proceso de reestructuración. No es el primero que vive, pero sí el primero con alternativa. «Antes, las fábricas cerraban y ahora ésta se va a reconvertir. Se va a perder la remolacha, pero queda la refinería».
En Miranda hay continuidad. «Dentro de lo malo, algo de trabajo va a quedar. Aunque la remolacha tiene un valor económico grandísimo y es una alternativa para el campo en este país».
Cuando él empezó a trabajar había 31 azucareras y ahora van a quedar cuatro, tres de AB Foods y la de Acor. A él, desde el comité intercentros del que ha formado parte muchos años, le ha tocado negociar el cierre de unas 26. «El motivo era que no éramos competitivos y que para cuando se quitaran los aranceles, había que hacer fábricas que produjeran 100.000 toneladas de azúcar. Entonces había que cerrar algunas y las que quedaban hacerlas más grandes».
Pero tiene claro que desproteger la remolacha ha sido un error. «No se puede competir con esos precios». Él siempre ha tenido la esperanza de que fuera un cultivo alternativo para el campo de España. Y de hecho, «en esta comarca lo que es el cierzo que pilla en La Rioja, Santo Domingo, y la parte de Alegría, tenemos datos de que son los mejores remolacheros de Europa, pero a 35 euros la tonelada no ganan dinero. Entonces, no hay materia prima y no te queda otra».
Se acabó el molturar, pero en Miranda, por su ubicación geográfica y su cercanía al puerto de Santander, «hemos tenido suerte». La facilidad para transportar el azúcar morena a la ciudad hizo que la refinería se hiciera aquí. «Esperamos que eso mantenga los máximos empleos posibles».
Cuando él llegó a Miranda, en 1995, había en plantilla más de 100 fijos y otros tantos discontinuos. Un número que ha ido bajando mucho, con las mejoras tecnológicas y las ampliaciones de las fábricas para hacerlas más rentables y acortar las campañas de cara a «ser más competitivos».
Pero en ningún escenario se imaginó sin molturar remolacha. «Nosotros hemos sido unos luchadores por la remolacha. En los 25 años que yo he estado de presidente del comité de empresa esta fábrica ha estado amenazada de cierre tres veces con ésta. Y bueno, gracias a los alaveses, a los riojanos, conseguimos salvarla, con nuestras rutas por ahí».
Así que ahora, de cara a la jubilación, reconoce que le hubiera gustado irse dejando el mismo trabajo que cuando llegó. «No que de esta manera. Yo soy la tercera generación en mi familia de azucareros y algo nos duele».
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Juan Ignacio López
«No sabemos ni lo que va durar la campaña ni los turnos»
También es la tercera generación de remolacheros de la familia y todos en la fábrica de Miranda, en la que él lleva más de 30 años, la mitad como fijo discontinuo (trabajaba diez meses al año). Y eso que cuando entró recuerda cómo ya le decían: «Juan, búscate otro trabajo porque aquí quedan cuatro días». Pero al final, «adaptándonos, aquí seguimos». Yconfía en continuar, porque con 55 años no entra en ningún plan para salir; por lo que espera que el refino funcione y lo haga mucho tiempo.
Pero, de momento, «no sabemos ni cuánto nos van a durar las campañas, porque depende del azúcar que necesite España y de los precios. En función de eso nos vendrá un barco, dos, tres... Además, el beneficio con el refino es mucho más bajo que con la remolacha y la empresa va a tener que jugar con todas la variables».
Pero reconoce que el hecho de que ABFoods decidiera montar la refinería en Miranda ha sido «un salvavidas. Al precio actual en la zona nadie va a plantar remolacha y traerla de zonas como Huesca no es rentable. Pero, también es verdad que, a día de hoy, no sabemos los meses que vamos a hacer de campaña cada año y tampoco los turnos de trabajo».
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Raúl Solloa
«Toca amoldarnos y hacer que esto tire para adelante»
Cuando acabó de estudiar decidió probar con un plan de aprendices lanzado por Azucarera y, desde entonces, no se ha movido. Han pasado ya 30 años y aunque también le ha tocado vivir varias crisis, «siempre he estado contento con el trabajo que hacía». Además, tampoco llegaron a temer de verdad por el cierre porque «tecnológicamente siempre ha habido inversiones. Desde que entré, la fábrica se ha ido modernizando, por lo que estaba tranquilo».
Ahora cambian las condiciones; pero bueno, «los problemas hay que atacarlos cuando llegan». Si bien, reconoce que no se imaginaba una azucarera sin remolacha, pero con 56 años «toca amoldarnos y hacer que esto tire para adelante».
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Julio Castell
«Todos buscamos estabilidad y un trabajo todo el año»
Sus recuerdos de la infancia están ligados a la fábrica, «me he criado en la piscina que tenía la Azucarera». Viene de familia de remolacheros, así que cuando tuvo la oportunidad de entrar en campaña no se lo pensó. Además, podía compatibilizarlo con los estudios y lo sigue haciendo. Él, con 28 años, es fijo discontinuo; y aunque lleva sólo cinco ejercicios vinculado a la empresa vive como «algo traumático» que se deje de molturar. «Se nos hace raro».
Sensación a la que suma la «incertidumbre» de no saber cómo va a funcionar la fábrica con el refino. Al menos, que la compañía confirmara esta misma semana que contaba con los trabajadores discontinuos ha sido una buena noticia.
«Pensaba que estaba en la cuerda floja obviamente, así que fue un alivio. Pero me sigue quedando la incertidumbre de no saber cuánto vas a trabajar, cuánto tiempo, a qué turnos...». Así que, de cómo se despejen todas las dudas, dependerá si sigue apostando por la azucarera o busca alternativas. Hay que tener en cuenta que algún año ha trabajo 8 meses, pero otro 2; además de ir saltando de un puesto a otro. «Al final, lo que todos buscamos es estabilidad y un trabajo todo el año. Vivo solo y tengo que pagar el alquiler, las facturas... Es complicado», reconocía.
De ahí que, por si acaso no sale bien el cambio al refino, esté explorando el mercado laboral. «Acabo de terminar mi segundo grado superior y, obviamente, estoy mirando otros horizontes; pero me gustaría seguir. Me he criado allí y estoy a gusto con mis compañeros, conozco a todo el mundo», valora Julio, que recuerda que su primera campaña fue la última de su padre antes de jubilarse.
¿Llegará a hacerlo él en esa empresa? «Eso nadie lo sabe, pero habrá que luchar porque todos lo puedan hacer», zanjó Lapuebla.
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