Preparados para descubrir sus habilidades
Cinco jóvenes con capacidades diversas aprenden en Miranda a moverse en el día a día para transitar hacia la vida adulta
María Ángeles Crespo
Sábado, 6 de diciembre 2025, 23:31
El centro de referencia de Educación Especial en Miranda es el colegio público La Charca, pero las necesidades en cuanto a los chicos y chicas ... que precisan esta formación son mayores que el espacio del que en él se dispone y ahí es donde adquiere importancia la reclamación de padres y educadores para contar en la ciudad con un centro específico; un proyecto que parece encaminado.
Se puede mirar al futuro con cierta esperanza en ese sentido, pero lo cierto es que los adolescentes con necesidades especiales que tienen el suyo aquí mismo y que están transitando hacia la vida adulta precisan de apoyo para desenvolverse del modo más autónomo posible. Y es ahí donde entra en escena el Instituto Montes Obarenes que desde el curso 2021/22 presta espacios propios para que el alumnado de Transición a la Vida Adulta (TVA) reciba la formación más adecuada para sus necesidades. «Se empezó pensando que sería una solución momentánea y llevamos con éste cinco cursos», apunta la directora del centro Alicia María Cabrejas que, lejos de quejarse, aunque también abogue por la existencia de un centro específico apunta que «cedemos y recibimos, están muy implicados en la vida del centro y la relación es beneficiosa para todos».
Quedó vacía la casa del conserje y, después de hacerse algunas reformas –cabría hacer más para que la accesibilidad fuera total–, los cinco chicos que están en el programa, Jorge, Diego, Eneko, Mario y David, «este año ha coincidido así, pero hay chicos y chicas», reciben allí su formación.
A TVA se puede llegar por diferentes vías, y en algunos casos hay alumnos que lo hacen después de haber acudido a las clases de apoyos CLAS (a la Comunicación, el Lenguaje, la Autonomía y la Sociabilización). Lleguen de un modo u otro estos jóvenes de entre 17 y 21 años se forman, tal y como apunta su profesora que es pedagoga terapeuta, Toñi del Campo «en tres ámbitos, en autonomía personal, en integración social y en orientación laboral. En este caso trabajan en un módulo de jardinería y va encaminado a orientarles en la búsqueda de empleo y que sean capaces de encontrar un trabajo para poder tener una autonomía».
Lo hacen en el huerto escolar que comparten con el alumnado del instituto. Un espacio para el que desde el Montes Obarenes se pide «más apoyo desde el Ayuntamiento. Es quien nos proporciona los materiales y nos quedamos cortos; necesitaríamos disponer de tierra de calidad».
Saber desenvolverse
Sin descuidar asignaturas como pueden ser lengua o matemática «que tienen que aprender a manejar», la enseñanza que reciben es fundamentalmente práctica. El día comienza para los alumnos con una asamblea en la que «primero cuentan lo que hicieron el día anterior y expresar sus sentimientos, y luego planificamos la jornada».
Días en los que puede tocar cocinar «eso es los viernes, así que los lunes preparamos la receta y compramos los ingredientes», o familiarizarse con las habilidades de la vida doméstica, como por ejemplo poner la lavadora, fregar los platos, poner la mesa, planchar o hacerse la cama, por ejemplo.
Toñi del Campo trabaja con ellos acompañada por la ayudante técnico educativa Begoña Montoya, y por Claudia Muñoz, que se encarga de enseñar a los chavales a manejarse en el huerto. Un espacio que les proporciona productos que luego emplean en la cocina para elaborar recetas como «espaguetis de calabacín. Eso vamos a preparar hoy y los comeremos aquí», apuntaban al unísono los particulares 'cocineros' que saben que «muchas veces cuando estamos cocinando, algunos profesores pasan por aquí y como huele muy bien dicen que les gustaría comer con nosotros», indica Diego.
Muy contentos
Como en cualquier otro ámbito de la vida en el grupo cada uno tiene sus particularidades y de ahí que si Eneko dice que «me gusta todo», Mario que «lo mejor son las matemáticas» o que para David «el tenis que hacemos en el patio» sea lo más divertido. En cualquier caso tanto ellos como sus compañeros Jorge y Diego dicen estar «muy contentos con todo lo que aprendemos aquí».
Todos apuntan también que una vez que les enseñan a cocinar o a realizar tareas domésticas «a veces ayudamos en casa porque ahora sabemos como se hacen las cosas». De hecho Jorge tienen pensado «hacer un bizcocho en Navidades».
No todos tienen pensado independizarse porque, como dice Mario «en casa se está muy bien», pero con lo que han ido aprendiendo saben que si lo deciden «podremos estar solos con otros chicos en un piso y podremos hacer las tareas que toquen, porque sabemos».
El proceso de aprendizaje acaba cuando los alumnos cumplen los 21 años. Diego está a punto de alcanzar esa edad, así que está en su último curso. «Cuando termine vendré por aquí de visita», y lo hará para contarles como le va en su vida adulta, hacia la que los cinco están transitando y para la que con esta formación están descubriendo que tienen habilidades.
«En casa tenemos que seguir trabajando con lo que les enseñan en el centro»
Evidentemente quienes ven de primera mano los resultados del trabajo que realizan quienes se encargan de impartir las clases del programa de Transición para la Vida Adulta con los chicos son las familias de los alumnos que en su casa comprueban el avance.
Mari es la madre de Diego y después de que su hijo lleve ya tres años, «acaba ahora», tiene claro que «está siendo muy positivo porque es mucho más autónomo dentro de sus posibilidades».
Ella conoció el programa a través de las madres de otros chicos. «Diego acabó 4º de ESO en la Safa y no sabíamos como seguir. A través de unas madres que consiguieron que se abriera el centro de transición me enteré de que existía y que podría venirle muy bien».
En las casas lo que más se aprecia es la evolución en cuanto a las habilidades y la predisposición de los chavales en relación con las tareas domésticas. Y en ese capítulo cabe indicar que Mari tiene claro que la familia también tiene que implicarse para que la formación que reciben en el centro sea efectiva. «Aprenden a hacer cosas y tienen que ponerlo en práctica, en casa tenemos que seguir trabajando con lo que les enseñan. Hay que insistir para que cojan el hábito de hacer las cosas, esa es la manera de conseguir que sean cada vez más autónomos».
El inicio fue «complicado, le costó bastante adaptarse, pero ahora está encantado y la verdad es que yo también estoy muy contenta con la evolución que ha tenido. Que entrara en el programa de transición a la vida adulta ha sido un acierto», asegura.
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