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Raúl Canales
Domingo, 25 de mayo 2025, 00:02
Con casi mil años de historia, el tiempo parece detenerse en El Ternero. Se trata de un enclave singular no solo por permitir que Miranda ... tenga una denominación de origen Rioja, sino por su paisaje y porque el edificio que hoy alberga la bodega, antaño funcionó como monasterio, cuartel, escuela y hospital de peregrinos del Camino de Santiago.
En el corazón de la hacienda se encuentra la ermita en honor a la patrona, la Virgen de la Pera, y custodiando los viñedos se extiende una inmensa masa forestal en la que es posible encontrar naranjos de Nueva Orleans, abetos de Douglas o castaños de India. Pero entre todas las especies, hay una que destaca especialmente, el pinsapo.
Esta variedad se estima que es el árbol más longevo de toda la Península Ibérica. Se trata de una especie protegida porque es una reliquia viviente de los bosques del período Terciario, es decir de hace más de 60 millones de años. Los pocos ejemplares que se conservan se concentran en su mayoría en la zona de Málaga, pero Miranda puede presumir de tener su propio bosque, lo que otorga un valor ecológico enorme a la hacienda El Ternero.
Lejos de incomodar su presencia porque puede restar terrenos para viñedos, la bodega presume de los pinsapos y tiene en mente un programa que garantice su conservación al margen de la ayuda que pueda encontrar en las administraciones públicas. La entresaca que han hecho recientemente ha aportado datos ya que «los expertos calculan que los ejemplares podrían tener unos cien años», explica la directora Nerea García, quien pone en valor la riqueza natural del Ternero, un valor añadido al buen trabajo que realiza la bodega.
Al pinsapo, hay que sumar otro hallazgo que ha dejado boquiabiertos a los arqueólogos. Y es que recorriendo la hacienda, han aparecido tres peñas celtíberas, altares con los huecos en los que se recogía la sangre de los sacrificios que se ofrendaban a los dioses para garantizar buenas cosechas o protección al pueblo. El descubrimiento está dentro de lo que se conoce como el camino de las señoritas, una senda que es visitable y a la que el Ternero espera sacar más partido en un futuro cercano.
Y es que el enoturismo es un sector en auge y bodegas para visitar hay muchas en La Rioja, pero pocas tienen un entorno tan privilegiado como este pequeño enclave mirandés. «Tenemos un tesoro que puede atraer muchos visitantes», afirma Nerea García.
La hacienda del Ternero se extiende sobre una superficie de 250 hectáreas de las que solamente la mitad tienen viñas. El resto del terreno conserva su estado más salvaje. La zona es la ubicada más al norte, pegada a los montes Obarenes, y la más fría de toda la denominación de origen Rioja, lo que le da unas características muy especiales a los vinos ya que la latitud influye en el ph del suelo y el grado de acidez de los caldos.
Por la ubicación geográfica, la maduración de la uva en la zona en la que se ubica El Ternero siempre ha sido más tardía, una ventaja ahora que el cambio climático está afectando a otros terrenos históricamente más aptos para estos cultivos. De hecho, una gran parte de producción de la hacienda se vende a granel a otras bodegas para que puedan mezclarla con sus variedades.
Tener la denominación de origen Rioja abre muchas puertas en un mercado tan competitivo como el de los vinos. Pero la etiqueta no lo es todo, porque existen cientos de bodegas con infinidad de referencias. Marcar la diferencia no es sencillo, y El Ternero lo ha logrado gracias a un crianza del 2022 que ha cautivado los paladares más exquisitos. De hecho, ha sido el ganador de una cata a ciegas con fines benéficos.
El acto, organizado por el Rotary Club, tenía como objetivo recaudar fondos para la lucha contra el polio, causa a la que se han podido destinar más de 100.000 euros, además de contribuir también con otras asociaciones benéficas de ámbito local. Entre 34 caldos, el de El Ternero conquistó el paladar del jurado.
Aunque la bodega mirandesa está sacando al mercado la añada del 2018, para este certamen decidió participar con una más reciente. «Por la altura y la edad del viñedo, ha quedado un vino muy redondo pero a la vez muy fresco», explica Nerea García, que valora positivamente el impacto que supone para la bodega este tipo de reconocimientos. «Es un refuerzo al trabajo que se viene haciendo. Al final invertimos mucho tiempo, dinero y esfuerzo en implementar un equipo de trabajo que crea en el proyecto, y cuando te lo valoran, es un empujón».
Las ventas son un buen termómetro para evaluar el éxito y el crianza seleccionado ha conseguido despachar más de 100.000 botellas, una cifra muy elevada para una bodega de tamaño medio cuya producción anual ronda el doble de esa cifra.
A este premio se suma las buenas críticas obtenidas por su Gran Reserva blanco, una edición limitada distinguida internacionalmente con la mención Best in Show entre miles de vinos.
La innovación es una de las señas de identidad de la empresa, que está metida de lleno en sacar el máximo partido a los variedades de blanco, un vino que durante años ha vivido a la sombra de tintos y claros pero que cada vez tiene más protagonismo en las mesas más exigentes. «Por las características de nuestra finca, somos especialistas en buenos vinos blancos; salen maravillosos», presume García, que dirige la bodega que adquirió su familia hace ya casi 25 años. Sus palabras las refrendan los resultados. En los Decanter World Wine, de más de 18.000 vinos de todo el mundo, los de El Ternero obtuvieron ocho medallas y solo hay cuatro en todo España que hayan obtenido el mismo reconocimiento que el Gran Reserva.
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