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Raúl Canales
Domingo, 13 de abril 2025, 00:02
Cuando estudiaba en Agurain a finales de la década de los 80, Rosa Arnáez soñaba con vivir su oficio de ceramista, aunque nunca pensó que ... lo haría dando clase durante más de treinta años en Miranda. A orillas del Ebro, ha sido feliz. Sus manos no solo han moldeado infinidad de figuras sino también a un más que nutrido grupo de alumnos a los que ha dado forma, en lo artístico y en lo personal. «Me llevo muchas amistades y muchas experiencias que me han enriquecido», asegura Rosa, que en los próximos días colgará los bártulos porque ha llegado a la edad de jubilación.
Su adiós, además de la pena lógica por despedir a su maestra, genera incertidumbre entre los usuarios del taller municipal. A falta de dos meses para acabar el curso, nadie les asegura que se vaya a cubrir la plaza y poder seguir así con sus clases. Hace no mucho se creó una bolsa de empleo, pero no hay notificación oficial de que el Ayuntamiento tenga reemplazo de la profesora. «La única respuesta que nos dan es que los talleres son deficitarios, pero eso es querer evadir el tema. El año pasado estuvimos varios meses sin clase porque la profesora tuvo una baja médica y ahora nadie nos garantiza que vayamos a acabar el curso», apuntan los alumnos, que recuerdan que esos mismos problemas los han tenido otras disciplinas como yoga.
Cerámica, como muchos talleres municipales, tiene una elevada demanda y este año hay más de una treintena de personas en los tres turnos. Las quejas se extienden también al estado del material, ya que uno de los hornos necesarios para calentar el material tampoco funciona.
Cuando echa la vista atrás Rosa ve muchos cambios desde sus primeras épocas hasta la actualidad. «Antes la gente era más creativa y tenía más paciencia y ahora oprima más la productividad. Todos quieren hacer muchas cosas en muy poco tiempo y se cuida menos el detalle», señala la docente, que tiene alumnos de todos los niveles. «La mayoría se lo toma como una afición, pero es un oficio», defiende alguien que tres décadas dedicada a la enseñanza, no deja de aprender. «Siempre puedes probar cosas nuevas, pero para eso tienes que estar abierta y dejarte moldear. Cuando tu dejas que los materiales hablen, se te abren muchas posibilidades», remarca.
En lo profesional, el oficio de ceramista está en horas bajas, aunque los artículos de cerámica son cada vez más cotizados. «En lo decorativo, se ha experimentado un repunte», asegura Rosa, que a pinto de bajar el telón para siempre, no esconde que su principal preocupación es que todo el trabajo de tantos años no se eche a perder. Por eso, pide al Ayuntamiento que agilice el nombramiento de su reemplazante para que los talleres puedan continuar.
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