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Asier Herranz ofreció ayer una charla en Miranda organizada por En Pie
«Palestina sirve de experimento social; se puede televisar un genocidio sin que nadie reaccione»

«Palestina sirve de experimento social; se puede televisar un genocidio sin que nadie reaccione»

Asier Herranz es miembro de la red Samidoun Euskadi y un destacado activista en la lucha internacionalista

Raúl Canales

Miranda de Ebro

Miércoles, 30 de abril 2025, 00:01

Su nombre saltó a los medios de comunicación hace un par de años cuando fue expulsado de la grada de San Mamés por mostrar una bandera de apoyo a la República Popular del Donetsk (causa de la que luego fue absuelto en los tribunales), aunque Asier Herranz ya acumulaba para entonces una larga trayectoria militante. La solidaridad internacional le ha llevado a visitar en repetidas ocasiones Irán, Siria o Líbano, lo que le convierte en una voz autorizada para ofrecer otra visión de esa región del planeta muy diferente a la que impone el telón mediático. Ayer los mirandeses pudieron escucharla en una charla organizada por En Pie.

–¿Cuáles son las claves para entender lo que sucede en Oriente Medio?

–Lo primero es remontarse a la época colonial posterior a la 1ª Guerra Mundial. Ahí está la clave de porqué a Siria la quieren volver a convertir en un protectorado francés o porqué Palestina libra una batalla heroica.

–¿Qué papel juega la religión y cuál la política?

–La religión mucho menos del que nos venden y el mejor ejemplo es que la Resistencia Palestina armada está integrada por diferentes grupos religiosos, también judíos. Pero es más fácil caricaturizar a la zona y justificar todo desde una supuesta lucha de la civilización contra el islam.

–¿A qué se refiere?

–A que en occidente equiparamos islamismo con el salafismo takfiri, movimiento extremista que precisamente tiene su mayor enemigo en los regímenes musulmanes progresistas que no se ajustan a su comprensión rígida y literal del Corán. En verdad son los mejores aliados de occidente, porque mantienen los intereses de las grandes empresas que expolian los recursos y permiten dar golpes de estado contra cualquier país que busque soberanía. Y para confundir a la ciudadanía se mete a todo el islamismo en el mismo saco, como si fuese lo mismo la dictadura saudí que el régimen de Jordania, que sería lo mismo que equiparar el cristianismo franquista con el cristianismo tolerante. Los dos son cristianismo, pero con muchas diferencias. El problema es que los occidentales tenemos una visión paternalista y juzgamos con nuestro prisma a sociedades que nada tienen que ver con la nuestra.

–Además de los económicos, ¿cuáles son los intereses reales de occidente en la región?

–Quizá deberíamos preguntarle a Francia o a quienes plantearon hace no mucho en los organismos internacionales un plan para rivalizar comercialmente con la ruta de la seda china. La costa de Gaza o Siria son la puerta de entrada a Europa y además, dominar Alepo o Damasco tiene mucho simbolismo, porque son las ciudades habitadas continuamente más antiguas del mundo. De Palestina, hace años que la Unión Europea roba el gas de forma descarada para combatir la dependencia del gas ruso.

–En el escenario actual, ¿es posible una salida pacífica?

–Cualquier solución en Siria debe pasar por el respeto a las minorías. El gobierno takfirí actual no es representativo del crisol de etnias y religiones, sino que sigue un esquema colonial impuesto por Francia y reforzado por Israel.

–El derrocamiento de Bashar Al-Assad no ha reportado por ahora la esperada estabilidad política.

–Con lo que se suponía que era una dictadura, las mujeres tenían unos derechos más o menos equiparables a Europa y todos los partidos estaban legalizados menos la Hermandad Musulmana, responsable de alzamientos sangrientos equiparables al califato del ISIS. Ahora Siria tiene el PIB más bajo de la región y la mayoría de partidos están ilegalizados. Es lo que han traído los autonombrados rebeldes moderados, apoyados por las potencias occidentales y las sanciones económicas de Bruselas, que han matado de hambre al pueblo sirio.

–¿Es Rojava una puerta abierta a la esperanza?

–No, y es una pena que muchas personas solidarias y con buena voluntad hayan comprado el relato de Rojava, que no deja de ser un protectorado de quienes han acelerado la caída del pueblo sirio. El gas y el petróleo acaba en manos de Estados Unidos y Turquía. Lo que se ha conseguido apoyando a Rojava ha sido aniquilar a Siria.

–El colonialismo, ¿también es la clave para entender la guerra en Palestina?

–Sin duda, hay que remontarse a la conformación del estado sionista de Israel, que a su vez, no deja de ser una colonia de Estados Unidos. Israel no toma una decisión que no pase primero por Washington ya que se desmoronaría si el gigante le cierra el grifo.

–Decía Noam Chomsky que hay víctimas de primera y segunda según su origen, igual que el concepto de terrorismo cambia depende de quién lo sufra. ¿Explica esta teoría la diferente respuesta internacional al conflicto en Ucrania y Palestina?

–Sí, porque estamos contemplando un genocidio televisado desde hace más de un año y nadie se inmuta. Al sionismo se le permite todo porque cumple con el objetivo estratégico occidental de tener un aliado con el que controlar la región. Y para eso se construye una retórica falsa sobre el ataque ocurrido en octubre de 2023 y lo que viene sucediendo desde entonces. Detrás de todo, da la impresión de que estamos ante una prueba de laboratorio.

–¿Con qué finalidad?

–Salvando las distancias con el coronavirus, a veces parece que están probando a ver si hay reacción ante un genocidio televisado. Parecía impensable que en pleno siglo XXI la sociedad fuera a consentir lo que pasa en Gaza, pero se lo están televisando y nadie reacciona. Es una buena prueba para aplicar medidas similares en el futuro, y quién sabe si alguna vez nos tocará a nosotros.

–¿Qué puede hacer un ciudadano de a pie para frenar el genocidio?

–Cada vez hay menos actos en solidaridad y son menos numerosos. El pasotismo es casi total. La acción más eficaz es el boicot. Hay que exigir que Israel no pueda participar de competiciones deportivas, que no pueda ir a Eurovisión,... porque eso daña mucho su imagen. Y a la hora de llenar el carro de la compra, seleccionar bien los productos que no sean de empresas con capital israelí. En su momento, este tipo de medidas son las que hicieron mella en Sudráfica y ahora estamos ante otro apartheid.

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