«Todavía hay gente que te mira raro por darte un beso»
Veinte años después de aprobarse el matrimonio igualitario se percibe un retroceso en derechos y tolerancia entre los jóvenes
Raúl Canales
Domingo, 29 de junio 2025, 00:10
Jorge Sáenz de Zaitigui comenzó a vivir a los 20 años. A esa edad por primera vez se sintió libre para mostrarse como era sin ... tener que fingir. Hasta entonces no había tenido nunca ningún problema por su condición sexual pero no se había animado a salir de un armario en el que estaba encerrado más por sus propios miedos que por el rechazo de su entorno. Así que poco después de cumplir la mayoría de edad, se fue a Madrid. La capital le descubrió otro mundo. «En aquella época en Miranda era poco común ver a dos personas del mismo sexo caminar de la mano por la calle y allí aprendí a naturalizarlo», confiesa este mirandés, que con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, tiene claro que su decisión de dejar la ciudad fue un poco forzada. «En aquellos años creo que estaba huyendo de una vida que realmente no era la que quería. Las ciudades pequeñas, en las que todos nos conocemos, te limitan más. En Miranda, cuando era joven, no le decía a nadie que era gay y una ciudad con tantos millones de personas te da el anonimato que aquí no tenía», explica.
Con los años, decidió volver a su tierra. Las cosas habían cambiado, no solo en la ciudad, sino en todo el país. Entre otros avances, quizá el más significativo en la lucha por la igualdad, fue la aprobación del matrimonio igualitario. «Recuerdo que lo celebré mucho, y eso que en aquellos momentos no tenía ninguna intención de casarme. Para mí casarse no era importante, pero conseguir el derecho sí lo era».
Aún así, la legislación y la sociedad no siempre evolucionan al mismo ritmo. De hecho, pasaron casi cuatro años hasta que se escuchó el primer 'si, quiero' en los juzgados mirandeses. «Muchos se iban a Vitoria a casarse. Romper el tabú llevó su tiempo», asegura Jorge, que junto a su marido Antonio Sánchez, contaron ayer su experiencia en la celebración del Día del Orgullo. Visibilizar su historia, puede abrir puertas a otros. «Si para mi, que no tuve nunca graves problemas de discriminación, fue difícil aceptarme y vivir como quería, no cuesta mucho imaginar lo que pueden estar pasando las personas que sufren el rechazo de su entorno», afirman.
Y es que se han dado muchos pasos, pero la igualdad real aún es una quimera. «Todavía hay gente que te mira raro si te das un beso en un bar», afirma Jorge. Otras veces la discriminación no es nada sutil. «Cuando tenía la tienda, una vez escuché a unas chicas decir es la tienda del marica. Por la calle, a determinadas horas y depende con quien te cruces, a veces de forma instintiva sueltas la mano de tu pareja por temor a buscarte un problema. Son detalles que aún persisten», relata.
Como a toda su generación, a Jorge y Antonio les tocó abrir el camino. Estaban preparados para pelear contra le mentalidad reaccionaria de quienes habían sido educados por la dictadura, pero seguramente nunca pensaron que décadas después, les tocaría hacer el mismo trabajo con las nuevas generaciones. «A mi abuela, que tenía 96 años y era católica y hasta de derechas, nunca la tuve que explicar nada. Fue todo bastante normal con ella, y sin embargo, veo ahora a adolescentes con una mentalidad mucho más retrógrada». Para Jorge, escuchar ciertos discursos que están calando con fuerza en la juventud, le hacen volver atrás en el tiempo. «Es como si durante un tiempo hubiéramos avanzado mucho y ahora otra vez estuviésemos dando pasos hacia atrás a unos tiempos que no se deberían repetir», explica.
Porque todavía hay quienes se ruborizan cuando ven a dos hombres besarse, porque las personas trans no tienen los mismos derechos, porque hay comentarios que hieren,... «por muchos motivos es igual de necesario que hace veinte años seguir celebrando el Día del Orgullo, y me gustaría que fuera tan reivindicativo como antes. Solo hace falta ver la fiesta que se monta en Madrid para darse cuenta de que se ha desvirtuado un poco el sentido de este día y que se le ha vaciado de contenido», apunta Jorge, que tiene claro que el matrimonio igualitario otorgó igualdad jurídica, pero para conseguir una igualdad real, aún quedan muchas barreras morales que derribar
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