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Raúl Canales
Sábado, 18 de enero 2025, 00:03
Y ahora, ¿se cierra el caso o siguen buscando? Es la pregunta que se formulaban ayer los mirandeses tras conocer que el registro de la iglesia evangélica de la Parte Vieja no había permitido encontrar restos de Marisa Villaquirán. Fuentes policiales aseguran que «se llevaron ... a cabo todas las tareas que estaban previstas» y que por eso se levantó el operativo tras más de doce intensas horas pese a tener margen legal para haberlo estirado más tiempo.
Al parecer, no existían más indicios a los que aferrarse ya que se había picado en los puntos en los que los investigadores consideraban que había más posibilidades de que estuviera emparedada la mujer. Se guiaron para ello de perros especializados en el rastreo de cadáveres y de diferentes dispositivos tecnológicos traídos desde Madrid. Sin embargo, los taladros que se escucharon durante buena parte de la jornada para perforar paredes y suelo, no permitieron dar con los restos del cuerpo.
Aunque la llamada que hizo que se reabriera la investigación en el mes octubre aseguraba sin ninguna duda que el cuerpo estaba en la iglesia evangélica, y los agentes creen que es una pista fiable, tras el operativo del jueves se da por concluida la búsqueda en el inmueble ya que para continuar «habría que tirar todo el edificio del culto», aseguraban otras fuentes próximas al caso a este periódico. Esa posibilidad, no se contempla.
La decisión no ha sentado bien a los allegados de Marisa, que una vez más consideran que no se han puesto todos los medios necesarios. La decepción se ha vuelto a apoderar del entorno de la mujer desaparecida, que después de mucho tiempo, se habían vuelto a ilusionar con la posibilidad de hallar el cuerpo y poder cerrar la herida. «Ha sido un golpe muy duro porque por unas horas han vuelto a revivir toda la historia. Se han removido muchos sentimientos y al final no ha servido de nada», explica Conchi Salazar, integrante de la comisión ciudadana que durante años se ocupó de mantener vivo el caso y que en las últimas horas no se ha separado de los familiares.
El malestar de los allegados de Marisa responde también a la poca información que han tenido sobre la búsqueda. Se enteraron del operativo a través de la prensa, y una vez personados en el lugar, siguieron las tareas desde la distancia sin que nadie se les acercara a dar ningún tipo de explicaciones de forma oficial.
Solo un par de agentes conversaron con uno de los hijos para tratar de que se calmara porque llegó a la Parte Vieja visiblemente alterado. A partir de ahí, ni siquiera se les notificaron los resultados hasta que ayer se presentaron en comisaría junto a un grupo de militantes feministas que se movilizaron a las puertas de las dependencias con la misma pancarta que hace dos décadas.
«Ha faltado mucha empatía con la familia. Nadie les ha dicho nada ni les ha arropado en estos momentos que para ellos son tan difíciles. Se podían haber hecho mucho mejor las cosas para no generar un daño innecesario», lamenta Salazar, muy crítica con el papel de las fuerzas de seguridad, pero también con el del Ayuntamiento. «Es una vergüenza que ni la alcaldesa ni la concejala de Igualdad se acercaran en las doce horas que duró el operativo y que no hayan transmitido a la familia un mínimo apoyo. Hablamos de uno de los casos de violencia de género más significativos de esta ciudad. Eso sí, luego hacen unas jornadas en recuerdo a Marisa Villaquirán y se ponen en la foto», remarca sin ocultar su indignación.
Desde que tuvieron conocimiento del operativo, dos hijos de Marisa siguieron todos los movimientos que se llevaban a cabo en calle Las Escuelas. Apenas se retiraron unos minutos, cuando gente de su entorno les convenció de ir a tomar un café para combatir el frío, pero rápidamente regresaron al lugar. También estuvo presente en casi todo momento la madre de la desaparecida y una tía, acompañadas de amigas y personas de la comisión ciudadana, y a media tarde se sumó una hija. Sus caras delataban una esperanza que se fue truncando con el paso de las horas.
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