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Raúl Canales / Toni Caballero
Miranda de Ebro
Jueves, 16 de enero 2025, 23:18
Los mirandeses confiaban en obtener ayer respuesta a la pregunta que les atormenta desde hace veinte años, pero el paradero de Marisa Villaquirán sigue siendo ... una incógnita. El operativo llevado a cabo en la iglesia evangélica de la Parte Vieja, adelantado por EL CORREO, no ha arrojado resultados.
Aunque fuentes policiales aseguran que existen indicios «razonables» para creer que la mujer desaparecida a manos de su exmarido puede estar emparedada en el templo, tras más de doce horas de búsqueda, los agentes abandonaron el lugar sin pruebas concretas que confirmen su hipótesis. Pese a que no se descartan futuras diligencias, el arduo trabajo realizado ayer no sirvió para encontrar los restos del cadáver, por lo que el misterio continúa sin resolverse.
Una llamada anónima recibida a mediados de octubre hizo que las fuerzas de seguridad reabrieran el caso cuando hace tiempo que se habían agotado todos los hilos de los que tirar. Tras corroborar la veracidad de los datos aportados por esa persona y realizar las pertinentes pesquisas, decidieron allanar el edificio del culto convencidos de que podían encontrar a Marisa.
El reloj marcaba las 08.12 horas cuando, tras notificar legalmente al pastor el motivo del operativo, cerca de una treintena de agentes accedían al interior del inmueble. Desde horas antes, policías de paisano habían tomado posiciones para controlar la zona y vigilar posibles movimientos sospechosos según relataban a este periódico algunos vecinos.
A los efectivos de la comisaría de ciudad y los de Burgos, se les sumaron agentes desplazados desde Madrid, con perros especializados, equipo portátil de rayos y diversos medios tecnológicos para escudriñar minuciosamente el templo ubicado en la calle Las Escuelas con la esperanza de poder dar carpetazo definitivo a un caso que ya se ha convertido en una obsesión para la ciudad.
Por momentos, el sonido de los taladros perforando paredes y suelos era perceptible desde la distancia, a pesar de que las patrullas cortaron todos los accesos a la zona para mantener alejados a los curiosos que poco a poco fueron dejándose caer por el lugar a medida que la noticia fue corriendo como la pólvora por la ciudad.
Pero el optimismo inicial se fue transformando en dudas con el paso de las horas. Los agentes trabajaban sin descanso, turnándose en las tareas, ante la atenta mirada de los pastores del culto y de los padres del exmarido de Marisa, que viven en la casa anexa al templo, inmueble que también fue objeto de revisión a lo largo de la jornada.
«Es como buscar una aguja en un pajar», aseguraba uno de los integrantes del operativo para explicar la dificultad que entraña hallar restos humanos después de tanto tiempo transcurrido. Los investigadores trataban de focalizar la búsqueda en puntos concretos tanto de las paredes como del suelo, ayudados por los «medios más modernos y vanguardistas» ante la imposibilidad de revisar palmo a palmo toda la iglesia, ya que según relataba un testigo, el espacio tiene una solera de hormigón de casi un metro de profundidad.
La sospecha de que Marisa podía haber sido emparedada siempre estuvo presente desde el primer momento de su desaparición, y de hecho, cuando meses después se hicieron obras en el templo evangélico las mismas fueron paralizadas durante días para revisar si había algún indicio de que se pudiera estar ocultando a Marisa. Ya en aquel momento no se encontró nada, como recordaba ayer el pastor en una rápida intervención ante los medios de comunicación apostados en la zona para justificar su indignación por verse nuevamente en el punto de mira. Sin embargo, la nueva pista surgida hace un par de meses apuntaba claramente al mismo lugar como posible paradero de la mujer, según afirman fuentes policiales, motivo por el que se ha decidido volver a intervenir.
Pasado el mediodía, llegaban al lugar familiares de Marisa, arropados por amigos, que siguieron desde la distancia y con lógico nerviosismo, el operativo policial a la espera de la noticia que les permitiera cerrar una herida abierta hace dos décadas. Al igual que el resto de presentes, con el paso de las horas, la ilusión se fue tornando en desazón y resignación ante la ausencia de novedades una vez más.
Cerca de las 19.30 horas, los policías comenzaban a desmontar parte del operativo alimentando todo tipo de especulaciones que ya se habían escuchado a lo largo de la jornada entre los diferentes corrillos de vecinos del barrio. La realidad es que los agentes no habían podido encontrar ninguna certeza de que Marisa esté enterrada en la iglesia evangélica. Aún hicieron un breve intento en la vivienda aledaña, pero con idéntico resultado, por lo que a las 20.30 horas tuvieron que dar por terminado el operativo. Eso no significa que la investigación se haya dado por cerrada de forma definitiva, y fuentes oficiales confirman que podrían realizarse futuras diligencias.
Después de veinte años, se difumina la que puede que haya sido una de las últimas oportunidades de encontrar a Marisa.
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