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María Ángeles Crespo
Sábado, 10 de mayo 2025, 23:31
Las grandes escalinatas de entrada, ahora complementadas con una rampa para facilitar la accesibilidad de los feligreses, son un espacio idóneo para que cuando algún ... grupo numeroso quiere hacerse la que suele llamarse 'foto de familia' para dejar constancia de una celebración se reúna en ese punto de la parroquia de San Nicolás. Está acostumbrado el templo a ser escenario y permitir el protagonismo de otros, pero ahora en este 2025 quien lo tiene es la propia iglesia ya que se celebran los 80 años de su construcción. Se inauguró el 6 de mayo de 1945 después de cinco años de trabajo ya que «el proyecto se hizo en 1939, nada más acabar la guerra y la primera piedra se puso en 1940», recuerda el actual párroco, Marcelo García.
Lo habitual en las celebraciones es que se lleven a cabo en los momentos en los que se cumplen las bodas de plata, de oro o de diamante, es decir, los 25, los 50 y los 75 años, pero «nos pilló la pandemia y hemos pensado que podíamos aprovechar que llegamos a los ochenta, que también es algo significativo, para retomar el programa que en aquel entonces tuvimos que suspender».
Una eucaristía en la que participaron seis de los diez sacerdotes que pasaron por la parroquia en algún momento de su historia y aún viven ha sido el acto litúrgico central de la conmemoración, y girando a su alrededor ya se han realizado conferencias y conciertos que tendrán continuidad. El deseo es que todas las agrupaciones musicales de Miranda puedan ofrecer conciertos o participar en alguna eucaristía porque «siempre hemos dicho que la Iglesia de San Nicolás es la iglesia de todos. Es una referencia, es un santo y seña de esta ciudad, y por eso no queremos que se circunscriba a una zona de Miranda. Estamos en el centro y eso ha convertido a San Nicolás en la iglesia de Miranda».
El templo que fue en su momento Segundo Premio Nacional de Arquitectura se erigió sobre las ruinas del convento de las Agustinas y que se planteara la construcción de una nueva iglesia nada más concluir la guerra «generó muchas expectativas». La torre que cabría decir que es su seña de identidad por sus treinta metros «no se pudo construir porque no había dinero» y hubo que esperar diez años para verla.
Inicialmente la obra se presupuestó en algo más de ochocientas mil pesetas pero, «como ocurre siempre en estos casos, al final la construcción supuso unos tres millones. La época era complicada, había mucha pobreza y lanzarse a construir una iglesia así generó una inmensa curiosidad entre los mirandeses».
Es el templo de la calle San Agustín y que es la imagen que todo aquel que transita por Ramón y Cajal ve al fondo, el más espacioso de la ciudad, y eso permite que los acontecimientos religioso que implican la presencia de muchas personas se celebren preferentemente en él.
Ochenta años dan para mucho y, sin duda, en el ámbito religioso San Nicolás, a la que pocas veces los mirandeses añaden su 'apellido' de Bari, ha acogido celebraciones que han enorgullecido y enorgullecen a sus párrocos y feligreses. Sin duda la más significativa es que en ella se celebrara una consagración episcopal. «Que en una iglesia como ésta se consagre a un obispo, Don Saturnino Rubio Montiel, ya nos hace diferentes al resto de iglesias», ya que suele hacerse en catedrales.
Además, recuerda Marcelo García, en este templo «hemos tenido trece ordenaciones sacerdotales, y hemos tenido también varias celebraciones de cantamisas, cerca de una docena de sacerdotes han cantado aquí su primera misa».
En sus dependencias, ya en el interior o en el exterior se han visto otras actividades, como una representación teatral en su escalinata o una exposición filatélica de carácter nacional en su cripta, un espacio que no se borra de la memoria de Miranda «por el terrible suceso del 12 de diciembre de 1954, aquella tragedia en la que murieron diez niñas en las escaleras de la cripta».
Hasta finales de la década de los sesenta del pasado siglo no se fueron construyendo más iglesias, en 1968 la del Buen Pastor, en 1970 se inauguró la de San José Obrero, en el 72 se volvió a abrir, con nuevo nombre a la Iglesia del Espíritu Santo, antes San Nicolás y en 1987 se construyó Santa Casilda.
Así las cosas antes de esos años todo se concentraba entre Santa María y San Nicolás y las antiguas fotos atestiguan que en algún momento se llegaron a reunir setecientos niños y niñas con sus catequistas para oír misa en la parroquia. La imagen provoca una sonrisa «y cierta sana envidia también, pero además de que todo se concentraba en sólo dos iglesias, eran otros tiempos» apunta el párroco de San Nicolás, iglesia en la que él que también es párroco de Santa Casilda está acompañado por otros dos sacerdotes.
San Nicolás tiene pasado y presente y, de cara al futuro «la historia dirá hacia donde caminamos. Son momentos de incertidumbre a nivel social y religioso. A nivel social estamos en un impasse y a nivel religioso un poco lo mismo para ver que pasa con el nuevo Papa. La Iglesia participa de la inquietud pero sin perder la esperanza».
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