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Raúl Canales
Domingo, 27 de abril 2025, 23:37
El Prado es una zona repleta de huertas y pequeñas fincas en las que cientos de mirandeses pasan las tardes y el fin de semana. ... Su tranquilidad habitual se ha visto alterada en los últimos días ante una oleada de robos. Al ser una zona poco transitada, por la noche los ladrones no temen ser descubiertos. Además, la mayor parte de propiedades no adopta muchas medidas de seguridad por lo que son objetivo fácil.
El botín más preciado: herramientas y aperos. En algunos casos también se han llevado animales de corral. El problema es que además del robo, ocasionan desperfectos en las instalaciones y en las precarias puertas de entrada. «Me han destrozado la caseta para abrirla», lamenta un vecino que enumera varios objetos que echa en falta desde la noche del martes: un motor para extraer agua del pozo y utensilios para la huerta. «Si sumas todo lo que se llevan son algunos miles de euros que luego malvenden», lamenta.
A otro propietarios le han robado unos gallos, uno de los cuales ha aparecido muerto en el camino. «Aprovechan que por aquí no viene casi nunca la policía y por eso es difícil que les pillen, porque tampoco suele haber cámaras que les puedan grabar. A la noche casi no hay ni gente», explica el dueño de una de las huertas que ha sufrido también robos y que no es la primera vez que se lleva la amarga sorpresa de que los ladrones han accedido a su propiedad. «Este tipo de sucesos va por rachas. Pueden pasar años sin que haya robos y de golpe hay una oleada en la que te tiras dos o tres semanas en alerta porque ves que han entrado en varias huertas», apunta.
El Prado y El Pradillo es como se conoce popularmente a la zona natural que se extiende en paralelo a la carretera de Fuentecaliente tras pasar Los Linares, en las proximidades del Ebro y cerca de la antigua vía del ferrocarril. . Su origen se remonta a la década del 70, cuando tras un acuerdo plenario, se decidió ceder esas parcelas entonces sin uso a cambio de un alquiler simbólico para que fueran utilizadas como huertas familiares.
Pero con los años, la zona se ha ido quedando en una especie de limbo legal, ya que han proliferado los vallados y las construcciones provisionales, cuya titularidad, en algunos casos no está debidamente tipificada. Los últimos censos municipales tampoco han querido entrar al fondo de la cuestión porque regular el Prado acarrearía muchos problemas ya que el uso y la costumbre priman más que los títulos de propiedad. En la mayoría de casos los permisos presentan deficiencias y hay fincas que han cambiado de manos sin más contrato que la palabra. En total es una superficie de 170.000 metros sobre la que se hace la vista gorda desde la administración, a pesar de que en algunas épocas se propusieron proyectos para darle otra utilidad, ya que cumple con la función social para la que fue pensada en su momento hace ya casi cinco décadas. Los accesos y el estado de conservación han mejorado, pero aún es una zona de recreo apartada y que ofrece cierta impunidad a los ladrones.
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