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Edurne Pasaban, con su hijo Max en un paseo montañero.

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Edurne Pasaban, con su hijo Max en un paseo montañero. COLECCIÓN EDURNE PASABAN
Mendian

Edurne Pasaban: «Volvería a la casilla de salida»

La alpinista tolosarra recuerda con añoranza su paso himalayista, aunque no lo cambia por su nueva vida de madre y empresaria

Domingo, 17 de mayo 2020, 00:44

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Tal día como hoy, hace diez años, Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) pisaba la cima del Shisha Pangma y completaba los 14 ochomiles. Se convertía en la primera mujer en conseguirlo. Diez años después, la tolosarra ha abandonado la primera línea del foco alpinístico y es una empresaria que ha formado una familia. Se reconoce feliz en su nueva vida, aunque no oculta «mucha» morriña por la anterior, esa que le dio todo pero también le llevó al «agujero negro» de la depresión por hacerle sentirse un bicho raro en una sociedad de prejuicios y convencionalismos.

- ¿Diez años después, cómo es la vida hoy en día de Edurne Pasaban?

- No sé si la sensación que tengo es de si han pasado diez años o más, pero si que tengo la sensación de que aquello fue una vida y ahora estoy viviendo otra. Como si tuviese dos vidas. Empiezas a hacer un repaso y te das cuenta de que en la actual también pasan muchas cosas, quizás no tan intensas como las de la década de los ochomiles, pero desde luego he vivido momentos muy intensos, como el nacimiento de mi hijo Max, que era una de las cosas que más deseaba y por la que más he luchado. También me he tenido que reinventar profesionalmente, dedicándome a dar conferencias en empresas, de motivación, de liderazgo, que es algo que me gusta mucho. Y también he abierto una agencia de viajes de turismo activo. En fin, que he hecho muchas cosas durante estos diez años y seguramente por esto han pasado muy rápido.

- ¿Siente morriña de aquellos años?

- Mucha. La verdad es que mucha. Sobre todo en momentos como estos, que se cumplen diez años, en los que miras atrás y recuerdas aquellos años, ves fotografías... Yo tengo una vida que me encanta, en familia, con mi pareja y mi hijo, que no cambiaría por nada, pero sí que me gustaría volver a aquellos tiempos de vez en cuando. Aunque como todo no se puede tener me quedo con lo de ahora.

- ¿La espina del Everest sin oxígeno, tras el intento fallido de 2011, sigue doliendo?

- Realmente no. Por supuesto que me gustaría volver al Everest para hacerlo sin oxígeno, pero es que viendo cómo está ahora da para atrás. Me da mucha pereza. Te quita las ganas de organizar una expedición allí. Así que esa espinita se ha ido apagando poco a poco. Tengo más morriña de hacer otras cosas, otras montañas. De hecho este año tenía pensado celebrar los diez años yendo al Ama Dablam, que me parece una montaña espectacular, y todo se ha complicado con la pandemia. Pero, bueno, yo creo que a corto o medio plazo realizaré este tipo de actividades, algo más alejadas de los focos, pero que me apetecen mucho. Es en lo que me siento más cómoda ahora.

- ¿Acabamos de conmemorar también los 40 años de la ascensión de Martín Zabaleta al Everest. ¿Cómo ve a aquella generación?

- Es otro alpinismo, fueron los primeros y un referente permanente para todos los que hemos venido detrás. Cuando Martín subió al Everest yo tenía 6 años y no recuerdo nada. Pero sí recuerdo el después. Cuando vas creciendo y primero te van contando aquello y luego ya te informas tú. Fueron los que nos abrieron el camino, los impulsores del alpinismo vasco actual, y de que en este territorio tan pequeño haya tantos alpinistas y tres de ellos hayamos conseguido los 14 ochomiles. Y haya habido centenares de expediciones vascas a las grandes montañas. Era otro alpinismo. Me gustaría saber lo que piensan al ver ahora el Everest, esas colas... Cuando hace cuarenta años estaban solo en la montaña y casi no te enterabas de si habían hecho cima o seguían vivos hasta que volvían a casa. Aquello era el verdadero alpinismo. Lo de ahora es turismo de montaña.

- ¿Le gustaría haber vivido aquella época?

- Sí, sí. Claro que me hubiese gustado. Aunque a nosotros también nos tocó vivir una buena época, que ahora mismo se ha perdido. Nosotros vivimos la época, la última época diría yo, de las expediciones auténticas. Todavía llegabas a un campo base y te encontrabas con expediciones de amigos, de clubes de montaña. De gente que había seguido los pasos lógicos en el mundo de la montaña y estaban allí cumpliendo su sueño de estar al menos una vez en el Himalaya, intentado una gran montaña de tú a tú. El ambiente que había en el campo base... Cuando volvías a Katmandú todos nos sentábamos en torno a una mesa y una cerveza a celebrar y contar nuestra pequeña odisea... Todo eso se ha perdido ya. Y creo que es una pena.

Edurne, en el Annapurna. COLECCIÓN EDURNE PASABAN

- Siempre ha reivindicado el papel de la mujer en la montaña. Han pasado diez años desde que se convirtió en la primera mujer en hollar los 14 ochomiles y las únicas que le han seguido los pasos eran las que ya estaban metidas en ello con usted: Gerlinde Kaltenbrunner y Nives Meroi. No parece que haya evolucionado mucho el papel de la mujer en el alpinismo de la grandes montañas.

- Es verdad. No hay muchos referentes. Alguna chica joven que tiene dos o tres ochomiles, pero sí es verdad que no es la época nuestra. Yo veo dos grandes épocas en el himalayismo femenino. Esta la primera, con Wanda Rutkiewicz y Chantal Maduit al frente, que demostraron que la mujer podía hacer los mismo que los hombres en las grandes montañas; y luego nuestra generación, en la que las más conocidas hemos sido Gerlinde y Nives y yo por haber hecho los catorce, pero en la que había más gente detrás menos conocida y muy buena. Y ahora hay otra generación en la que sinceramente no veo tanto movimiento. Quizás el problema es que ahora es más difícil encontrar un patrocinador, porque el reto de 8.000 x 14 ya está hecho y ahora se ha convertido en algo más personal y menos mediático. Porque creo que hay menos mujeres pero también menos hombres. La proporción es la misma. Si comparamos con nuestra generación, es verdad que no ha habido más, pero ni mujeres no hombres.

- ¿Es sólo un problema económico, de patrocinio?

- No. Luego esta el aspecto social. Llegar a intentar un ochomil es algo que cuesta tiempo, si quieres hacerlo bien. Necesitas coger una experiencia que te lleva años conseguir, así que antes de los 25 o 30 años no estás preparado. Y esas son una edades en las que las mujeres tiene asignados papeles muy concretos en lasociedad, como el de la maternidad, lo que limita muchos sus posibilidades de dedicarte a algo que absorbe tanto como escalar ochomiles.

- Pero sí que llama la atención que la sociedad en general esté volcada con el empoderamiento de la mujer en todos los ámbitos de la vida y al alpinismo no parezca que haya llegado.

- En el alpinismo en general hay mujeres que destacan mucho, pero creo que va ligado a una cuestión cultural y de momento de la mujer. Al final es muy difícil destacar con pocos años. Necesitas una trayectoria. Y o tienes un perfil Silvia Vidal, que me parece increíble lo que hace, irse sola y colgarse 30 o 40 días de una pared, y lo ha dejado todo por hacer esa vida, o tienes el perfil más convencional de mujer que a partir de una edad empieza a sufrir la presión personal y social de ser madre, formar una familia, etc. Y es ahí donde se pierde la posibilidad de que muchas mujeres destaquen en el mundo de la escalada.

- ¿Con la perspectiva del tiempo, con que se queda en general de su carrera alpinística?

- Me quedo con lo que te he dicho un poco antes, que viví los mejores años del himalayismo, los años noventa y los dosmil. Nosotros llegábamos a los campos base y había expediciones de verdad, no comerciales. Ahora todos los ochomiles tienen una expedición comercial en el campo base. En nuestra época eso era impensable. Pasaba en el Everest y punto.

- ¿Y un momento concreto?

- La ascensión al K2. Tuve la suerte de estar allí y subirlo el año que se conmemoraba el 50 aniversario de su primera ascensión. Y hacerlo con un equipo increíble. Coincidimos mucha gente, pero como he comentado antes, todas éramos expediciones auténticas. Estoy seguro que el 75 aniversario será todo más parecido a lo que pasa ahora en el Everest. Y es una pena.

-Edurne, en el K-2. COLECCIÓN EDURNE PASABAN

- ¿Ha sido el K2 la montaña que más le ha marcado?

- Sí. Creo que hay un antes y un después en mi carrera que lo marca el K2. El otro día lo comentaba con Sebastián Álvaro y estaba de acuerdo conmigo. Que aquello me convirtió en la alpinista más dura, y más madura, que me permitió completar los catorce ochomiles. Después de aquella experiencia, de subir la montaña de las montañas, de que una mujer que busca su hueco en el mundo del alpinismo sube el K2, más que ganarte el respeto de los demás, tú misma logras una confianza que te abre todas las posibilidades. Y eso para mí fue muy importante.

- De todas formas, fue un golpe duro, llegaron muy al extremo en esa ascensión. Oiarzabal y usted dejaron mucho en aquella montaña.

- Sigo pensando que ninguna montaña merece dejar nada de uno en sus laderas, pero sí es verdad que fue muy duro.

- ¿Hay algo de lo que se arrepiente en esos diez años? ¿Algo que borraría?

- Me lo pones difícil. Yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida. En las montañas o lejos de ellas. Que algunas cosas las hubiese hecho de diferente manera, es posible, pero no tengo conciencia de haber hecho algo tan mal como para arrepentirme de ello. Al final, el balance global con el que me quedo es que conseguí que mi hobby se convirtiera en mi profesión y pude disfrutar de ello durante 10 años. Volvería a hacerlo. Me gustaría volver a la casilla de salida.

- Ha sido una persona con problemas de depresión y lo ha reconocido públicamente. ¿La montaña le ayudó o le complicó la enfermedad?

- Al principio pensé que la montaña era la culpable de que yo entrara en ese agujero negro llamado depresión. Porque cuando me pasa eso, en el punto más álgido en 2006, cuando yo tenía 31 años, yo me veía diferente a todo lo que me rodeaba, a todas mis amigas. Sobre todo cuando regresábamos a casa después de una expedición. Yo con 31 años era feliz, hacía lo que quería y me gustaba y escalaba ochomiles, pero cuando volvía a casa me sentía muy sola. Porque estaba metida en una rueda en la que había años que me pasaba seis meses fuera de casa, lo que me impedía tener una vida estable aquí, que era justo lo que veía que tenían mis amigas y el entorno me lo pedía. Entonces hubo un momento en el que culpe a la montaña de lo que estaba haciendo con mi vida, de no ser como los demás, como mi entorno. Pero luego me di cuenta que no. Que yo era diferente y era feliz haciendo montaña y fue ella, la propia montaña, la que me sacó del agujero y me hizo ver que yo tenía que seguir mi propio camino.

Edurne, en el Shisha Pangma. COLECCIÓN EDURNE PASABAN

- ¿Cambiaría algo de lo que ha hecho, de cómo lo ha hecho?

- Mira, no. Ni el qué ni el cómo. Yo los ochomiles los he hecho por vías normales, en primavera o otoño, en temporada normal. No he hecho ni invernales ni rutas nuevas ni nada de eso. Pero no es que no me arrepiento, es que soy muy consciente de mis capacidades, y ese debe de ser uno de los principales valores de un alpinista. Saber, lo que puedes hacer y hasta dónde puedes llegar, y actuar en consecuencia. Yo he sido muy consciente de la capacidad que tenía, de por dónde podía subir los 14 ochomiles y estoy convencida que hay alpinistas mucho mejor que yo, como Gerlinde Galtenbrunner. Y yo tenía claro que podía hacer los ochomiles según mis capacidades. Y esto es lo más honesto que puede tener una persona. No querer ser lo que no eres. Y por eso no cambiaría nada de lo que hemos hecho en montaña. ¿Que me hubiese gustado hacer el K2 por otra ruta, o el Makalu por el pilar oeste? Claro. !Y a quién no! Pero yo sabía lo que podía hacer y por dónde.

- ¿Has mantenido el contacto con tu equipo de alpinistas?

- Sí. Sí. sí. Por supuesto. De hecho, el domingo (por hoy) vamos a hacer una videoconferencia casi todo el equipo abierta a la gente. Porque yo quería celebrar este décimo aniversario como se merece, reuniendo a toda las personas que ha sido importantes y me ayudaron en ese proyecto, y hacer una comida, una fiesta. Pero el confinamiento ha trastocado todo, así que hemos organizado esa charla en la que van a estar Juanito Oiarzabal, Asier Izagirre, Alex Txikon, Ferran Latorre, Sebastián Álvaro y Silvio Mondinelli, para que la gente pueda vernos y escucharnos. Y son solo una parte de todos los que me ayudaron.

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