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La montaña de los espíritus... Y la nieve
El Manaslu fue el segundo ochomil en subirse en invierno, tras el Everest, y solo suma dos cimas en la estación más fría, además de trece 'meteorológicas'
El Everest, en 1980, inauguro la 'década prodigiosa' del himalayismo invernal polaco, que llevó a una generación irrepetible de alpinistas de aquel país a hollar en los siguientes años la mitad de los ochomiles del planeta en la estación más fría del año, además de otras ascensiones de altísimo nivel. Era la forma que tenían de salir del país y respirar un poco de libertad en una Polonia en aquellos años bajo el yugo de la extinta URSS.
El Manaslu fue el siguiente ochomil en el que pusieron su vista, en el invierno de 1983-84. Aunque tomaron buena nota de las dos expediciones que lo habían intentado los dos años anteriores y en vez de optar por la ruta 'normal' de la cara noreste prefirieron intentarlo por la abierta en 1972 por una expedición tirolesa en la cara sur que puso a Reinhold Messner en la cima y que terminó en tragedia al fallecer dos de sus miembros. La conocida como 'vía tirolesa' es muchísimo más técnica que la normal -la parte inferior de la pared, un pilar de seiscientos metros, era de lo más difícil que se había escalado en esa época en los ochomiles- y más larga, pero estaba más a resguardo de los vientos y acumulaba menos nieve.
La táctica le funcionó a la expedición, formada por once alpinistas, y tras casi mes y medio de trabajo en la pared, el 12 de enero Maciej Berbeka y Ryszard Gajewski alcanzaban la cima. Fue el homenaje póstumo a su compañero Stanislaw Jaworski, que un mes antes, el 11 de diciembre, había fallecido al sufrir una caída en las inmedicaciones del campo 1.
Esa primera invernal de los polacos fue una especie de sacrilegio para el alpinismo japonés, que consideraba el Manaslu como 'su' ochomil y acumulaba décadas de éxitos y tragedias en la 'montaña de los espíritus'. De hecho, el primer intento invernal había sido protagonizado por una expedición comandada por Noburu Yamada en 1982 y suspendida tras elfallecimiento de uno de sus miembros al sufrir una caída a 7.550 metros cuando descendían del intento de ataque a cima, abortado por el fuerte viento.
Pero Yamada lo volvió a intentar un año después de los polacos y esta vez sí tuvo éxito, logrando además una de las ascensiones más destacadas no ya del Manaslu, sino de todo el himalayismo. Junto con su compañero Yasuhira Saito, completaron en nueve días -del 5 al 14 de diciembre de 1985- la ascensión de la montaña en estilo alpino, por la cara Noreste y con cuatro vivacs. Sigue siendo la única ascensión el alpino que tiene el Manaslu y una de las pocas de la historia de los ochomiles.
Posteriormente, otras dos expediciones hollaron su cumbre durante el invierno meteorológico. Fueron la expedición kazaja de Anatoli Boukreev, que el 8 de diciembre de 1995 puso en la cima a ocho alpinistas; y la coreana liderada por Young-seok Park. Hizo cumbre con el nepalí Kami Dorje el 6 de diciembre de 1998.
Antes y después de estos dos éxitos hubo numerosos intentos (el Manaslu se ha intentado en invierno un total de 19 veces) que tuvieron el mismo final y por los mismos motivos: sin cumbre debido al mal tiempo y, sobre todo, la gran cantidad de nieve acumulada en la ruta normal de la cara Noreste. Entre ellas cabe recordar la de los hermanos Iñurrategi y Josu Bereziartua en el invierno 1997-98, en el que llegaron hasta los 7.500 metros antes de verse obligados a darse la vuelta por el mal tiempo y el fuerte viento.
Las últimas expediciones invernales han tenido como protagonistas a Simone Moro, que en 2015 lo intento con Tamara Lunger y en 2019 con el sherpa Pemba Gelje Sherpa; y la francesa Elisabeth Revol, en 2017. Todas ellas sin éxito por, como no, el exceso de nieve en la ruta.
A vueltas con el invierno: astronómico o meteorológico
La última controversia en la que se ha visto inmerso en himalayismo invernal es la discusión sobre qué se considera invierno. La respuesta puede parecer obvia: es la estación más fría del año, que comienza con el solsticio de invierno, el día 22 de diciembre, y termina con el equinoccio de primavera, el 21 de marzo, variando las fechas levemente según el año.
Sin embargo, en el mundo del himlayismo hay una corriente desde hace años que aboga por cambiar esa concepción y considerar el invierno atendiendo a criterios meteorológicos, es decir guiarse por las fechas estadísticamente más frías del año: diciembre, enero y febrero. Denis Urubko es el más firme defensor de esta teoría y quienes la apoyan se ven respaldados por el hecho de que los permisos para expediciones invernales que otorgan Nepal, Pakístan y China, los tres países donde se asientan los 14 ochomiles, comienzan del 1 de diciembre.
Ante estas dos opciones, Alex Txikon y Simone Moro huyen de controversias y se apuntan a la teoría que conjuga ambos 'inviernos'. Su expediciones se circunscriben siempre entre dos fechas: el 22 de diciembre y el 28 de enero, que es el periodo que incluye tanto el invierno astronómico como el meteorológico. Y para no dar pábulo a las polémicas, incluyen en esas fechas toda la expedición, desde la llegada al campo base hasta la cima. Un planteamiento, por cierto, que deja vírgenes casi la mitad de los ochomiles en invierno. Entre ellos el Manaslu, ya que la expedición polaca que lo holló en 1984 llegó al campo base antes de que comenzase el invierno oficialmente.