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Familiares y el equipo de rescate desplazado al Balaitus. Bernardo Corral
El día que lloró el montañismo vasco

El día que lloró el montañismo vasco

Se cumplen 25 años de la muerte de seis jóvenes vizcaínos sepultados por una avalancha en el Pirineo oscense

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Viernes, 17 de enero 2020, 07:01

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El miércoles 4 de enero de 1995, diez jóvenes vizcaínos hollaban el Balaitus, uno de los tresmiles más emblemáticos de los Pirineos, situado en territorio francés, aunque muy cercano a la frontera con Huesca. Una ascensión de prestigio para cualquier montañero en pleno invierno. Eran chavales de entre 17 y 23 años, la mayoría de ellos, procedentes de familias con tradición montañera, que habían encontrado en la montaña la forma de hacer realidad sus sueños juveniles. Procedían de dos grupos llegados desde Bilbao, que se encontraron en el refugio de Respumoso y decidieron unir fuerzas para la ascensión. Después de completar la ruta, volvieron a dormir al refugio.

Tras pasar la noche, dos de ellos, Ibón Pérez y Eneko Garmendia, decidieron bajar el jueves hasta el embalse de La Sarra, en Sallent de Gállego, donde habían aparcado sus coches, para regresar a Bilbao. Un día más tarde, otros dos -Ibón Elorrieta y Gorka Vacas- realizaron el mismo trayecto a primera hora de la mañana. Los otros seis -Esker Alday, Harritzen González, Ibai Garay, Mikel Epelde, Asier Gorrotxategi e Ikerne Martitegi - prefirieron demorar su regreso. Al parecer, se planteaban ascender otra cima de la zona.

El jueves habían realizado una pequeña salida por la mañana, pero el temporal les hizo volver rápidamente al refugio. Pasaron el resto del día charlando y jugando a cartas. Al día siguiente, festividad de los Reyes, se tuvieron que rendir a la evidencia. El mal tiempo les iba a impedir cualquier ascensión e incluso corrían el riesgo de quedarse aislados allí arriba, a 2.200 metros de altitud.

Así que, pese a la nevada y lo cargadas que estaban las laderas del barranco del río Aguas Limpias, por donde discurre la senda hacia Sallent de Gállego, poco antes de las diez de la mañana salieron del refugio camino del embalse de La Sarra. Nunca llegaron. Una avalancha les atrapó en uno de los pasajes más expuestos del valle, a 1.700 metros de altitud. No fue muy grande, apenas 15 metros de lengua y 25 metros de longitud, pero suficiente para sepultar a los seis, que bajaban en grupo, seguramente comentando despreocupadamente los detalles de su pequeña gesta lograda dos días antes.

La onda expansiva del mortal alud tardó apenas una horas en llegar a su Santutxu natal. Habían avisado que el mismo viernes estarían en casa para dormir. Al no llegar, sus familias dieron la voz de alarma. En realidad, el primero en darla había sido el guarda del refugio. Toni era el veterano montañero que entonces regentaba Respumoso. Conocedor de lo traicionero de ese barranco, primero les recomendó que no saliesen y al ver que persistían en su plan, les pidió que le avisasen por teléfono cuando llegaran La Sarra. Como la llamada se demoraba, el guarda decidió notificar su inquietud al cuartel de la Guardia Civil de Sallent de Gállego.

Grandes dificultades para el equipo de rescate

Inmediatamente se puso en marcha un amplio dispositivo de búsqueda, integrado por casi una treintena de miembros del Grupo de Montaña de la Guardia Civil, apoyados por perros rastreadores y helicópteros. Decenas de montañeros, familiares y amigos de los chicos, pero también voluntarios anónimos procedentes del País Vasco, se desplazaron hasta Sallent de Gállego para ayudar. Pero el mal tiempo y lo peligroso del terreno recomendaban evitar la presencia de más personas en la montaña. De hecho, el temporal impidió que la búsqueda comenzase antes del lunes. Camino del Refugio de Respumoso, donde la unidad de rescate estableció el puesto de mando, los agentes ya observaron la presencia de una avalancha en el camino de acceso al refugio por el barranco de Aguas Limpias.

La zona donde se produjo el accidente se encuentra a medio camino de La Sarra, entre la desviación a los lagos de Arriel y la subida final al ibón y presa de Respumoso, a cuya orilla se ubica el refugio a 2.200 metros de altitud. Un mando de los grupos de rescate de la Guardia Civil explicó que «se trata de una zona de sobra conocida por todos nosotros. Todos los años, por febrero, se produce en ella un gran alud. La desgracia -añadió- es que este año se ha adelantado y ha sorprendido a estos chavales».

El lunes, de nuevo el mal tiempo les impidió realizar una búsqueda en profundidad, aunque en el rastreo encontraron un par de guantes, una mochila y un DNI. El mal estado del documento impidió verificar la identidad del titular. El martes por fin la meteorología les dio una tregua y reanudaron el operativo. Centraron sus esfuerzos en el rastro del alud que habían visto y los resultados no tardaron en llegar.

Esa misma mañana encontraron cuatro cuerpos. Los dos primeros -Ikerne y Harritzen- fueron localizados con sondas sobre las 10 de la mañana, casi juntos y a dos metros de profundidad. Los otros dos -Esker e Ibai-, dos horas más tarde, por uno de los perros de rescate. Estaban cuatro metros bajo la nieve y apenas separados cuatro metros de los otros dos. No hubo tanta suerte con Mikel Epelde y Asier Gorrotxategui. Debido a las malas condiciones climatológicas y a los muchos aludes registrados los días posteriores, la búsqueda de sus cuerpos resultó infructuosa.

No por prevista, la noticia de la muerte de los seis jóvenes dejó de causar una ola de abatimiento y solidaridad en el País Vasco, con su centro neurálgico en Santutxu, donde no había vecino que no conociese a los fallecidos o a sus familias. El pasillo humano que recibió en el Polideportivo de Txurdinaga a la comitiva fúnebre, procedente de Huesca, no fue nada comparable a la senda, flanqueada por ikurriñas con crespones negros, que tejieron cientos de personas para dibujar el camino de los jóvenes hasta una desbordada iglesia de El Karmelo, donde se ofició el funeral. Una impresionante manifestación de duelo recorrió Santutxu para despedir a los jóvenes y los homenajes se sucedieron.

El funeral en Santutxu fue multitudinario. E.C.
Imagen principal - El funeral en Santutxu fue multitudinario.
Imagen secundaria 1 - El funeral en Santutxu fue multitudinario.
Imagen secundaria 2 - El funeral en Santutxu fue multitudinario.

A finales de enero se reanudaron las labores de búsqueda de Mikel y Asier con un novedoso sistema de inyección de agua en la nieve, aunque tampoco dio resultado. Tras numerosos problemas técnicos con el equipo desplazado hasta la zona, que ralentizaron notablemente la búsqueda, esta se abandonó de forma oficial a finales de febrero cuando un alud inutilizó parte de la maquinaria. Pese a todo, miembros del grupo de montaña de Santutxu, que se habían ido turnando por parejas, permanecieron desde la fecha del accidente en el refugio de Respumoso a la espera de noticias sobre sus compañeros y colaborando en las labores de búsqueda.

El cuerpo de Mikel Epelde apareció dos meses más tarde, el 12 de marzo, a casi tres kilómetros de donde se le buscaba. Fue encontrado junto al cauce del río Aguas Limpias, en la zona de confluencia de este apéndice fluvial con el Barranco de Soba. Aún tenía puesta la mochila. Su hallazgo fue una pura casualidad. Una pareja de excursionistas que transitaban por la zona avistaron con unos prismáticos la mochila junto al río. Al bajar a Sallent de Gállego comunicaron el hecho en el puesto de la Guardia Civil, cuyo Grupo de Rescate recuperó el cuerpo.

La aparición de los restos de Mikel a tres kilómetros de la zona donde se le buscaba y junto a cauce del río Aguas Limpias llevó a los miembros del equipo de rescate a plantear dos hipótesis sobre su hallazgo. Por un lado, la posibilidad de que el joven saliera indemne del alud que arrastró a sus compañeros pero sufriera otro accidente en la zona donde se le encontró cuando iba en busca de ayuda. La otra posibilidad es que fuese arrastrado por la avalancha como el resto de compañeros, pero, posteriormente, alguna corriente de agua subterránea lo desplazara hasta el Aguas Limpias y, luego, hasta el lugar donde apareció. Expertos montañeros de la zona se inclinaron entonces por esta última posibilidad, teoría que se reforzaba por el mal estado en el que se hallaba el cadáver.

Los trabajos de rescate nunca llegaron a ser suspendidos definitivamente, aunque eran periódicamente interrumpidos por las continuas tormentas y aludes que se producen en la zona. En todo momento el sistema de búsqueda utilizado fue el novedoso procedimiento de bombear agua a presión en la nieve.

Por fin, el 22 de mayo aparecía el cadáver de Asier Gorrotxategi. El cuerpo se encontraba en la misma zona donde se produjo la avalancha original y en la que aparecieron los cuatro primeros cadáveres. El cuerpo, en avanzado estado de descomposición,estaba en una zona menos accesible que la de sus cuatro compañeros encontrados cuatro días después del alud. Estaba sepultado en la nieve a casi tres metros de profundidad y junto a una pared de roca cercana.

Con estos datos, los efectivos de la Guardia Civil que participaron en la búsqueda establecieron la hipótesis de que Asier Gorrotxategi abriera la marcha o, por lo menos, fuera el primero en ser arrastrado por el alud. De ahí que estuviese en la zona más inaccesible de la lengua de nieve. Su hallazgo cerraba, cinco meses y medio después, el capítulo más negro de la historia del montañismo vasco.

El refugio de Respomuso, cubierto por una alud. Efe

Un refugio y un acceso propensos a las avalanchas

25 años después, el refugio de Respumoso sigue abierto y sigue siendo uno de los albergues más populares de los Pirineos. La zona es muy apreciada tanto en invierno como en verano por montañeros de todos los lugares, en especial vascos, que lo visitan a lo largo de todo el año. Es el punto de partida habitual para ascender no solo al Balaitus, una de las cumbres más emblemáticas de los Pirineos, sino otros tresmiles accesibles y populares como las Frondellas o el Gran Facha, además de decenas de dosmiles. Incluso es un buen destino por sí mismo, para conocer y disfrutar del imponente circo en el que se ubican los ibones rodeado de los tresmiles más occidentales de los Pirineos.

El problema es que tanto la ubicación del refugio como su acceso a través del barranco de Aguas Limpias son zonas propensas a las avalanchas. De hecho, permaneció cerrado en invierno durante nueve años desde que el edificio se viera gravemente afectado por una avalancha en 2001. En 2009 concluyeron las obras para instalar una barrera antialudes y se reabrió todo el año. Una nueva avalancha en 2015 llevó a sus gestores de la Federación Aragonesa de montañismo a anunciar su cierre definitivo en invierno, entre el 15 de diciembre y el 15 de marzo, aunque su fecha de reapertura siempre queda supeditada a las condiciones de la montaña.

Sin embargo, son muchos los montañeros que alertan de que el verdadero peligro no está en el refugio, que ha recibido tres grandes aludes desde su inauguración en 1993, sino en su ruta de acceso por el barranco del río Aguas Limpias, donde se producen avalanchas casi todos los años y ha habido más víctimas además de los 6 jóvenes vizcaínos en 1995.

Por ello, la Federación Aragonesa de Montañismo suele recordar en cuanto tiene oportunidad que el acceso a Respumoso cuenta con dos caminos, uno recomendado para verano y otro, para invierno. El estival, y más conocido, sube por el valle de Aguas Limpias y es el peligroso cuando las laderas se cargan de nieve. El invernal también comienza en el embalse de La Sarra, pero en vez de remontar el barranco de Aguas Limpias sube (NE) hasta el collado de Musales y luego desciende a Respumoso. Es algo más largo que el estival y salva 250 metros más de desnivel, pero no tiene riesgo de aludes.

En cualquier caso, antes de subir a Respomuso lo mejor es informarse sobre las condiciones de la nieve y la montaña llamando al propio refugio (974 337 556). También cuenta con una webcam que muestra su entorno en tiempo real.

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