Una gesta sin relevo entre las alpinistas vascas
La gesta de Edurne Pasaban, su logro de subir las catorce montañas más altas del planeta, no ha encontrado continuidad en el alpinismo vasco femenino. Y no hablamos de intentar ascender todos los ochomiles. Simplemente de subir uno. Desde que la tolosarra cerró su serie personal en 2010, ninguna alpinista vasca o navarra ha hollado un solo ochomil.
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Las cifras son bastante deprimentes. El alpinismo femenino autóctono suma 22 ochomiles (de las casi trescientas cimas que acumula). Lo que significa que más de la mitad de ellas se adjudican en exclusiva a Edurne Pasaban. Aún más, de los catorce ochomiles, nueve solo cuentan con la ascensión femenina de la tolosarra.
De los otros cinco, el Cho Oyu ha sido el que más veces ha atraído la atención de las escaladoras vascas. En él precisamente se produjo la primera ascensión a un ochomil de una mujer vasca. Fue la guipuzcoana Amaia Arantzabal, que hizo cima en compañía de su pareja, Josu Bereziartua, el 17 de septiembre de 1992. Sólo tres días después hollaba la segunda, protagonizada la navarra Pili Ganuza. El 10 de octubre de 1993 se sumó a la lista la vizcaína Yolanda Martín y 16 años después, el 22 de septiembre de 2009, lo hacía la alavesa Estitxu Salinas, en el que supuso último ochomil ascendido por una vasca sin contra a Edurne.
El resto de ascensiones femeninas se reparten entre las guipuzcoanas Raquel Pérez (Gasherbrum I, 26-7-04) y Aitziber Ibarbia (Gasherbrum II, 22-7-06); y la navarra Blanca Ardanaz, única con más de un ochomil al margen de Edurne: el Broad Peak (30-7-07) y Makalu (18-5-08).
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