Borrar
Fernando J. Pérez
Ascensión al Manaslu con EL CORREO

La montaña de los japoneses

El Manaslu recoge varias ascensiones históricas antes de asumir una fama de ochomil fácil, pese a que su historia recoge dos de las más grandes tragedias del Himalaya

Fernando J. Pérez

Campo Base Manaslu

Jueves, 21 de enero 2021, 09:53

Comenta

El Manaslu era el Pico XXX del Servicio Cartográfico de la India y su primero nombre fue Kutang I porque era la cumbre más alta del distrito del mismo nombre. Fue uno de los últimos ochomiles en ser explorados. En 1950, el explorador y alpinista británico Bill Tillman puso sus ojos en él mientras los franceses se volcaban en el cercano Annapurna. Recorrió casi todas sus vertientes con un pequeño equipo de cinco hombres, aunque en ningún momento lo intentó en serio porque era consciente de que la empresa requería más medios humanos y materiales.

Probablemente atraídos por su nombre -'La montaña de los espíritus', en sánscrito- el octavo ochomil más alto suscitó la atención de los siempre místicos japoneses a partir de 1952. Hasta seis expediciones lo intentaron antes de que el nipón Toshio Imanishi y el sherpa Gyalzen Norbu pisaran su cima el 9 de mayo de 1956.

En 1952, un pequeño grupo de reconocimiento japonés visitó la zona después de la temporada del monzón buscando posibles rutas de acceso a la montaña. Al año siguiente, un equipo de 13 alpinistas y dos científicos intentó escalar por la vertiente este tras establecer el campo base en Samagaon, pero no pudo llegar hasta la cumbre. En este primer intento serio, tres escaladores alcanzaron una altura de 7.750 metros tras instalar el último campo (C-IX) a 7.500, antes de considerar que estaban aún muy lejos de la cima.

En 1954, otro equipo japonés volvió al Manaslu a través del río Budi Gandaki. Pero esta vez su rival no fue la montaña, sino los habitantes de Samagaon. Los aldeanos acusaron a las expediciones anteriores de haber disgustado a los dioses, provocando avalanchas que destruyeron el monasterio local -que llevaba 300 años en pie- y mataron a 18 personas, entre ellas tres monjes, además de padecer epidemias de viruela y otras enfermedades. La expedición fue amenazada con garrotes piedras y cuchillos y el equipo japonés optó por la retirada para intentar el cercano Ganesh Himal (7.422 m).

Vídeo.

Para apaciguar los recelos locales, se hizo una gran donación para reconstruir el monasterio Pero el clima de confianza mutua no volvió a ser el de antes. Aún habría un nuevo intento en 1955, en el que llegaron hasta los 7.500 metros, y el definitivo de 1956, pero el clima de desconfianza hizo que hasta 1971 ninguna expedición volviera a pisar el Manaslu.

El marzo de 1956, la expedición liderada por Yuko Maki, una leyenda viva del alpinismo nipón, enfiló hacia el Manaslu. Lo integraban ocho alpinistas, dos doctores y un fotógrafo, con el apoyo de 20 sherpas encabezados por el sirdar Gyalzen Norbu. El 8 de mayo, el grupo montó el campo VI a 7.800 y a la mañana siguiente, a las ocho de la mañana, Toshio Imanishi y Gyalzen Norbu partieron hacia la cima, a la que llegaron a las doce y media del mediodía. Era el octavo ochomil en ser ascendido. Gyalzen se convertía además en la primera persona en hollar dos ochomiles, ya que el año pasado había ascendido el Makalu con los franceses. El once de mayo, Kiichiro Kato y Minoru Higeta repitieron la ascensión de sus compañeros y, aprovechando su huella abierta dos días antes, llegaron a la cima en menos de 3 horas.

Habría que esperar nada menos que 15 años para volver a ver expediciones en el Manaslu. Fueron dos, una coreana y otra, como no, japonesa. La coreana desistió tras la muerte de uno de sus miembros al caer en una grieta. La nipona protagonizó en la vertiente noroeste (la misma que los exploradores de los años cincuenta habían considerado poco menos que inexcalable) una de las actividades técnicamente más destacadas de la época, al nivel de la apertura británica en la Sur del Annapurna el año anterior, aunque probablemente la barrera idiomática haya impedido darle la trascendencia que tuvo para el alpinismo en esos años en los que empezaba a ser más importante el cómo que el qué.

El 1972, el Manaslu sería protagonista de la hasta ese momento mayor tragedia colectiva sucedida en los ochomiles. Una expedición coreana intentaba la vía original. La noche del 10 al 11 de abril, cinco coreanos, un japones y 12 sherpas ocupaban el campo 1, a 6.500 metros, cuando una avalancha barrió las tiendas. Murieron cuatro coreanos, el japonés y 10 de los sherpas, confirmando lo que los siguientes años demostrarían: la peligrosidad de la ruta normal entre los campos 1 y 2 debido por su propensión a los aludes.

En la vertiente contraria a la de la tragedia, Reinhold Messner protagonizaba la primera ascensión sin oxígeno abriendo vía por la entonces virgen cara sur. Formaba parte de una expedición austriaca que acabó en drama al desaparecer sus compañeros Andi Schlick y Franz Jaeger el mismo día de cumbre.

El Manaslu marcaría también en 1974 un hito en el alpinismo femenino. El 3 de mayo, las japonesas Mieko Mori, Naoko Nakaseko y Masako Uchida llegaban a la cumbre y se convertían en la primera expedición íntegramente femenina en hollar un ochomil. Por desgracia, otra miembro del grupo, Teiko Suzuki, fallecería durante un segundo y fallido ataque a cima unos días después.

También para el alpinismo español el Manaslu tiene un significado especial, al figurar como su primer ochomil hollado. Para la historia queda la fecha del 26 de abril de 1975, cuando Jerónimo López, Gerardo Blázquez y el sherpa Sona Wolang alcanzaban la cima, sin utilizar oxígeno artificial. Su logro hacía justicia al intento de 1973 liderado por Jaime García Orts y en el que participó un 'joven' Carlos Soria de 44 años.

Otro hito, para algunos triste, que suma el Manaslu es ser probablemente el primer ochomil hollado por una expedición comercial. Ocurrió en la primavera de 1981 y el equipo liderado por el alemán Hans von Kaenel colocó en la cima a 15 personas. Dos de ellos, los austriacos Josef Hillinger y Peter Wörgötter realizaron además en primer descenso en esquís de la montaña, desde 30 metros por debajo de la cima hasta el campo I.

Paradójicamente, esa primera comercial abrió una década de grandes aperturas en la montaña durante la década de los ochenta, como por otra parte pasaría en la mayoría de los ochomiles. En otoño de ese mismo año, una expedición francesa liderada por Pierre Beghin abrían una difícil vía por la cara oeste. Se convertían, además, en los primeros en hollar en Manaslu en el postmonzón (otoño), algo que con los años sería lo habitual. En 1984 llegaría la primera invernal, por la cara sur el 12 de enero, obra de Maciej Berbeka y Ryszard Gajewski; y ese otoño, otros dos polacos, Lwow y Wielicki, abrieron una nueva vía por la arista sur y la cara sureste. Por último, en 1986 Artur Hajzer y Jerzy Kukuczka culminaban una nueva vía en la cara noroeste (Carlosio desistiría por congelaciones) que sellaban con la primera y hasta ahora única travesía entre la cima y el Pináculo.

A partir de los noventa, las expediciones al margen de la vía normal decaerían de forma notable, mientras que su consideración de ochomil 'fácil' ha hecho que las expediciones comerciales pongan en él sus ojos. Los problemas que china pone con el Cho Oyu no ha hecho más que intensificar la presencia de comerciales en su base, hasta convertirse en el tercer ochomil más ascendido tras el Everest y el propio Cho Oyu. Aunque no se resigna a enseñar las garras, como en 2012, cuando una avalancha provocada por un serac que barrió en plena noche los campos 2 y 3, provocando 11 muertos, entre ellos el catalán Martí Gasull.

¿Cuántas personas han hollado realmente el Manaslu?

¿Cuál es el punto más alto de una montaña? La pregunta parece de perogrullo. Aquél en el que ya no se puede seguir subiendo más. Pero a veces esto no está tan claro. Y menos a ochomil y pico metros de altitud, donde el cansancio, la nieve o las características de la montaña, como una cima alomada o una cresta con varias puntas, complican distinguirla.

Este es el caso del Manaslu. Desde la distancia, es uno de los ochomiles más estéticos y con una punta que se eleva evidente desde la distancia. Pero una vez allí arriba, lo que los alpinistas encuentran es un cresta con una sucesión de puntas entre las que no es tan fácil distinguir la más alta. De hecho, un estudio realizado por Eberhard Jurgalski, autor de la web 8000ers.com y continuador desde Alemania del legado de Xabier Eguskitza 'Kartajanari' y Ms Hawley, pone en duda muchas de las cumbres declaradas en tres ochomiles cuyas cotas máximas no son fáciles de distinguir a simple vista: Annapurna, Manaslu y Dhaulagiri.

En el caso del Manaslu, por ejemplo, Himalayan Database, la web que recoge todas las ascensiones a ochomiles en Nepal decidió hace años empezar a distinguir entre los alpinistas que llegan a la cima principal y los que lo hacen a la antecima, mucho más accesible. El resultado es desalentador. En la última década, más de la mitad de los alpinistas que han llegado hasta la zona somital de la montaña no han llegado a la cima, sino que se han quedado en la antecima, cuando no en otra de las cotas secundarias. Es la consecuencia de unas expediciones comerciales que equipan la montaña hasta la cumbre...que les interesa, reduciendo al mínimo la exposición tanto de los sherpas como de los clientes.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo La montaña de los japoneses