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Domingo, 7 de agosto 2016, 00:00
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No ha llovido en estos días (si acaso algunas gotitas aisladas) y, aun así, el mes de agosto se presenta como uno de los más fértiles en Santa Lucía. Tampoco es algo que coja por sorpresa a los escasos sesenta habitantes de esta coqueta aldea del Valle de Ocón. No en vano, con este suman catorce años en los que de su terruño brota uno de los cultivos que más foráneos acerca a sus calles, el Arte en la Tierra.
En su decimocuarta edición, el ciclo ideado por uno de sus vecinos más ilustres, Félix Reyes, la muestra inspirada en el land art renueva su savia con la participación de cuatro jóvenes artistas (ninguno cuenta aún cuarenta primaveras) y la incorporación de elementos como el sonido, algo insólito hasta la fecha.
Ayer se inauguró oficialmente la muestra, que permanecerá abierta a lo largo de todo el mes, aunque los componentes del cartel han invertido toda una semana en moldear el terreno a su antojo.
El que más espacio ha necesitado este año ha sido Salim Malla, artista plástico vitoriano afincado en Madrid. Como consejo, traten de alejarse de su obra para valorarla en su plenitud, ya que como los buenos lienzos impresionistas su contemplación requiere una perspectiva lejana. Sobre uno de los trigales del municipio ha desbrozado el nombre de su obra, peonada, que no es sino una reflexión sobre uno de sus ámbitos profesionales, ya que también es topógrafo.
«Quise poner en relación el sistema métrico internacional con las medidas más tradicionales», señala, explicando que en la actualidad elabora un doctorado sobre el origen y la historia de los sistemas métricos. Malla ha elegido la peonada porque es un sistema cuya peculiaridad radica en que se mide a través del esfuerzo: «Un paisano que mira un terreno lo mide en función de las jornadas de trabajo necesarias para cubrirlo».
Claro está que no estamos ante un método demasiado científico, ya que en La Rioja una peonada equivale a 800 metros cuadrados de terreno, justo el doble que en el resto del país por el predominio del cultivo vitivinícola. «Con el esfuerzo de una jornada de trabajo me he propuesto escribir la palabra peonada, que ocupa los 800 metros cuadrados, y lo he confrontado con la m2, que también ocupa una superficie de 800 metros cuadrados y representa la intervención de la máquina, ya que está realizada con un tractor», concluye.
Junto a la ermita del Carmen, en la chopera, Julio Sarramián se ha propuesto traer a Santa Lucía un refinado jardín escultórico. Su proyecto se llama Topiarium y está basado en la topiaria, la ornamentación de setos esculturales cuyo máximo esplendor se halla en los jardines de Versalles.
«Me interesaba recoger esa tradición de podador ornamental y ponerla en relación con las formas naturales», explica el creador riojano, que ha tratado de «confrontar los setos tan geométricos con la arbitrariedad del medio natural para generar un diálogo entre las piezas y el medio salvaje».
Desde la pequeña chopera se vislumbra un gran cubo blanco anexo a la iglesia del municipio, del siglo XVII. Su artífice (con la colaboración de Mavyal) es Javier Peña, padre de ciclos de arquitectura como Concéntrico o Lovisual que en Arte en la Tierra realiza su primera incursión en el medio rural.
«Siempre tenía muy clara la visión de las ondulaciones del Valle de Ocón y quería hacer, por un lado, un espacio que representase un cobijo frente al sol de agosto y, por otro, generar el contraste de un volumen desde el que contemplar el paisaje refugiándose al mismo tiempo de él», explica.
Esa ruptura lo logra con un andamiaje que representa el esqueleto de un edificio marcado por la rectitud. Cubo opone la razón contra la naturaleza a través de su estructura estrictamente geométrica en la que «todas las posibilidades del espacio las crea el espectador que lo habita y la luz, ya que cuando cae el sol convierte la lona exterior en una malla de oro». Esa tela, precisamente, dota a la obra de cierto concepto voyeur, ya que facilita que el visitante contemple el paisaje sin posibilidad de ser descubierto. «Mi obra en sí no usa la tierra pero sí se pone a merced de los elementos naturales para llenarla de vida», concluye Peña.
Las antípodas, en estéreo
Otro Javier, en este caso Cenzano, representa la gran novedad de la presente edición. Este DJ (cuyo nombre artístico es Siete Dcbls) tiene el honor de convertirse en el primer artista de Arte en la Tierra cuya materia prima es el sonido. Con Antípodas establece «una conexión entre Santa Lucía y su punto más lejano del globo terráqueo, el mar de Tasmania (en Nueva Zelanda)».
Esa conexión se establece a través de un tubo pensado para colocar un oído en su extremo. A través de él se percibe el canto de las ballenas de Tasmania, mientras que por el otro se oye la fauna de Santa Lucía. Es precisamente la naturaleza la gran comisaria de las obras, que permanecerán vivas hasta que el propio medio natural borre su huella.
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