Escribano tiende su mano para construir una Rioja «más justa»
El nuevo obispo de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño pide «ilusión renovada» para «anunciar que merece la pena ser cristiano»
EFE
Domingo, 26 de junio 2016, 00:32
El nuevo obispo de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, Carlos Manuel Escribano, afirmó ayer que, en su llegada a esta tierra, tiende la mano a todo el pueblo riojano para construir una sociedad «más justa».
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Este es uno de los objetivos que se marcó Escribano, hasta ahora obispo de Teruel, en su primera homilía, dentro del acto de toma de posesión que se celebró en la catedral de Calahorra.
El nombramiento del nuevo obispo riojano fue ratificado por el Nuncio apostólico, Enzo Fratini, en una ceremonia a la que asistió alrededor de un millar de personas y en la que participó el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, el cardenal Rouco Varela; y los arzobispos de Barcelona, Juan José Omella, y de Mérida, el riojano Celso Morga.
También asistió una veintena de obispos, entre ellos el riojano José María Yangüas, titular de la Diócesis de Cuenca; y los presidentes del Gobierno riojano, José Ignacio Ceniceros, y del Parlamento regional, Ana Lourdes González.
Carlos Manuel Escribano fue nombrado por el papa Francisco el pasado 13 de mayo para ocupar una diócesis que se encontraba vacante desde que Omella pasó a ocupar la Archidiócesis de Barcelona, en diciembre de 2015.
El administrador diocesano, quien dirigió esta Diócesis hasta ayer, Vicente Cuadrado, inició la ceremonia, tras lo que el nuncio leyó el decreto papal por el que se nombra a Escribano (Carballo, La Coruña, 1964) obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.
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Fratini agradeció el trabajo realizado en La Rioja durante más de una década por Omella y recordó que 2016 es el Año de la Misericordia, que es primer mensaje que el Santo Padre encomienda al obispo en su nueva diócesis, además del oficio de la caridad.
«Gracias al señor porque me envía a trabajar a esta Diócesis», subrayó el nuevo obispo, quien aludió al «plan de Dios» para cada persona y también para él al llegar a La Rioja. A su juicio, no es el momento de hacer «grandes propuestas» para su ministerio, sino de ponerse «a la escucha» y «poder comenzar a recorrer juntos el camino para vislumbrar espacios en los que anunciar el Evangelio en esta España de hoy».
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Se comprometió en una actitud «de servicio constante, en primer lugar, a esta Diócesis», en la que «pido al que sean muchos los jóvenes los que se animen a seguir a Jesús en la vida sacerdotal» para «seguir construyendo el presente con pasión y el futuro con esperanza».
«Os necesito a todos con ilusión renovada para anunciar que sigue mereciendo la pena ser cristiano», dijo a los fieles, con un mensaje especial, de nuevo, a los jóvenes, que «no son el futuro de la iglesia, sino el presente».
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Y tendió su mano a la sociedad riojana para «colaborar en construir una sociedad más justa, conforme a la dignidad de la persona» y con «servicio a los pobres» porque «en el rostro del que sufre encontramos siempre a Cristo».
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