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Javier Cámara y Fernando Gil Torner.

Los chiflados gritones de La Laboral

Javier Cámara se reencontró ayer con Fernando Gil Torner, quien encendió su chispa teatral

e. alcalde

Martes, 9 de junio 2015, 00:12

Pasan los años y entre Javier Cámara y Fernando Gil Torner sigue existiendo la química y la agradable conversación que solo proporciona una amistad lejana. Javier comenta que este debió tener algún tipo de clarividencia con él el día que lo animó a sumarse a la compañía de Teatro Pobre en el IES La Laboral, «ese grupo de chiflados que daba gritos en el Aula Magna»; Fernando lo recuerda bien: «Encontré en él la mirada de picarón que ya tenía». «¿Yo?», se sorprende el hoy famoso actor.

Cámara está de vuelta en su tierra natal, para recibir hoy el Galardón de las Artes de La Rioja, pero antes ayer visitó el instituto donde terminó su etapa educativa y prendió, por el camino, la inesperada mecha del teatro, de la mano de Gil Torner, con quien siempre ha mantenido el contacto y suele hablar, «aunque no es fácil, con la agenda que lleva siempre», comenta este. Un reencuentro, entre demandas de fotos, llamadas de atención y entrevistas, para el alumno y el maestro, sentados después en la mesa de la misma Aula Magna donde trabaja Teatro Pobre, dentro del ciclo de Conferencias organizado por el IES con motivo de su 40 aniversario. Una vez juntos, es obligado el repaso a los recuerdos pero la conversación también tiene mucho de actualidad.

De fondo queda el lamento de cómo se ha perdido el apoyo a la cultura en la región: «Si quieres hacer teatro, ser director de cine, hacer ballet tienes que salir fuera, nada hay aquí, nada desde que se cerró la Escuela de Arte Dramático en el 88, y no es un tema de recortes o dinero sino de actitud, de abrir las aulas magnas de los institutos y dejar que la gente interesada se exprese en ellas», convienen.

Un niño tímido

Pero, vayamos por partes. «Recuerdo a Javier como una persona jovencita, muy niño, muy tímido, nada que ver con lo que hoy es, estaba como asustado, perdido, venía de un internado cerrado», empieza Fernando. Con un rotundo «doy fe», este le permite continuar, y luego añade su versión: «Recuerdo esos dos años de forma bastante vaga, repetí COU y casi volví a repetirlo, la huida hacia delante fue ese cruce de camino en La Laboral y el grupo de chiflados del Aula Magna comandado por aquel profesor de Historia, Fernando».

La conclusión, sigue Javier, es que «si algo valoro de él es que me conminó a hacer esto, ojalá el 95% de las personas de este país tuvieran detrás un profesor que les dijera en un momento: eres bueno en algo. Si los profesores tuvieran también ese tiempo suficiente que tuvo Fernando conmigo, este país sería la primera potencia mundial en muchas cosas». No sólo él, sino que en el Teatro Pobre, que cumple como su instituto paterno 40 años de vida con ese homenaje nominativo a Grotowsky, se cocieron muchos nombres de actualidad como Alejandro Dueñas, Bernardo Sánchez, Constantino Renedo, Domingo Alfaro o Mariam Budia.

Con Javier en nómina, recuerda Fernando, representaron El Inmortal, lo que les valió un premio de Encuentro Joven de Teatro de La Rioja y una experiencia inolvidable de diez días en Mérida. Al año siguiente prepararon, pero no pudieron culminar por la llegada de los exámenes, Viva el duque nuestro dueño, de Alonso Santos, quien sería luego profesor de Javier en Madrid. «Con Fernando no hacíamos obras de colegio sino teatro de verdad, actual, surrealista», confiesa Cámara, quien hasta ese momento todo su contacto con los escenarios había sido «cantar misa en los Salvatorianos porque, de verdad, no hay nada poético en cómo empecé yo con esto, no te puedo contar que cantaba poesía a los 4 años ante el espejo».

Sin cultura

La conversación se torna actual cuando se habla del panorama contemporáneo del teatro en La Rioja y en España. Javier expone una interesante reflexión: «Hoy tenemos que los actores y directores vascos y catalanes acaparan todo el panorama, ¿por qué? Porque allí lo han hecho muy bien y aquí no; me espantan los nacionalismos pero allí han canalizado esa idiosincrasia a través de la cultura, no es extraño que hoy copen el lugar, han tenido el incentivo desde hace 40 años, en cambio aquí», sigue, «parece que nos gusta más otra cultura, como la del vino, que es maravillosa, pero ¿y la otra?».

Ambos coinciden en que hay mimbres y gente interesada, y una fuente inspiradora en las trayectorias del propio Cámara y otros como Pepe Viyuela o Patxi Freytez. Pero el problema es de fondo: «Muchas veces no necesitas dinero sino una mano en la espalda y que te inviten a entrar, a veces es sólo cuestión de ilusión y un teléfono, no requiere grandes presupuestos ni armar una gran compañía de teatro, solo el ánimo de abrir la puerta para actuar en un salón de actos, dar a los alumnos la motivación para inscribirse, y ahí las cosas surgen». En ese momento, Fernando baja la cabeza: «Aquí lo hemos perdido todo ya, desaparece el Bachillerato de Artes Escénicas del Batalla de Clavijo, el Artístico en general, sólo una asignatura optativa de tres horas; la música en Secundaria baja...». «Es que», añade su interlocutor, «si nos han quitado ya las Humanidades, ¿cómo no iban a quitar las artes?». Pero, ¿por qué no? A Javier se le empiezan a escurrir las ideas al aire, como organizar un certamen riojano de teatro con premio final para la compañía ganadora de dos días de actuación en el Bretón con la recaudación donada a fines solidarios.

Después de todo, ambos creen que siguen quedando muchos alumnos que son «bombas de relojería», y que la cuestión es poner los medios para activarlas. Como pasó hace años con la que escondía aquel adolescente tímido y bajito que llegaba de Albelda y se sentaba en la última fila de clase tratando de pasar desapercibido

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