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Omar Kljun y Claudia Rossi son unos de los patinadores más rápidos de España. Rafa Gutiérrez
La Blanca 2023

Tras la gran carpa del circo

Familia nómada. ·

La jovencísima compañía Holiday actúa hasta mañana en Mendizabala. Sus protagonistas prometen «uno de los espectáculos más completos del mundo»

Lunes, 7 de agosto 2023, 00:11

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Su origen es ancestral. La historia del circo es una de esas que está recubierta de tanta magia como la que emana de sus espectáculos. Casi tres siglos después de que se originara, un puñado amplio de artistas –cada vez menos, pero más y más jóvenes– se sitúan bajo los focos engalanados como magos, acróbatas, contorsionistas o payasos con esas características telas rojas, aterciopeladas y con mucha brillantina. Todo, con un objetivo: lucir sus mejores trucos y exhibir ante el público «una de las sesiones más completas del mundo». EL CORREO reúne a cuatro generaciones del Gran Circo Holiday, que recala en el recinto ferial de Mendizabala hasta mañana con el espectáculo 'Bravísimo' (a las 18.30 horas).

Son familias que se han formado bajo este pueblo itinerante o hijos que han nacido entre juegos y espectáculo. Durante un par de horas transmiten suspense, alegría, sutileza, elegancia y mucha belleza. Sin embargo, esas emociones no logran opacar otra realidad. Cuando se cierra la carpa y los protagonistas abandonan sus trajes, vislumbra la precariedad y el sacrificio. Es lo que pasa con las vocaciones. Por eso mismo todo les merece la pena. También porque al otro lado, en la grada, se vislumbra la sonrisa de los espectadores. «Los niños son la esperanza del circo. Los adultos van por ellos y terminan sintiendo una atracción inexplicable, algo que les conecta con su infancia», asegura Bryan Vulcan.

Estos compañeros compaginan su pasión con trabajos en la carpa y fuera de ella. Hacen de electricistas, técnicos de sonido, fontaneros, albañiles y «de lo que caiga». Se adaptan a «la vida de fuera», pero crean rutinas más que exigentes para dar vida a ese universo tan especial. Y, ante todo, son una familia nómada. Coinciden un tiempo y se distancian, pero siempre vuelven a reencontrase y a transmitir una complicidad sin igual. Mientras tanto, en las butacas les atienden 700 personas que les hacen vibrar. «Satisfacción, felicidad, plenitud», son algunas de las palabras que más repiten estas celebridades de circo. «Hay mucha presión porque cada vez hay más distracciones con las que compararnos, pero día a día entregamos nuestra mejor versión para hacer a la gente feliz».

  1. Dora González Contorsionista y gimnasta aérea

    «Al salir a la pista me olvido de todo, sólo me concentro en transmitir felicidad»

Además de dedicarse al circo, Dora está estudiando para ser maquilladora profesional. R. G.

Lo de Dora González es la flexibilidad. En unos segundos puede estar 'despatarrarada' por el suelo -o, en su forma más elegante, haciendo el 'spagat'-, con los pies delante de su cabeza o sentada con su propio cuerpo en ella. Con sus escasos 17 años guarda un don, a la par que se enfrenta cada día a un trabajo ardúo y más que doloroso en lo corporal. Al menos, para el resto. «Me divierto mucho cuando veo las caras del público. Ponen una expresión como de estar sufriendo cuando es un momento en el que me siento yo misma, me dejo llevar».

Lo cierto es que para aprender a hacer 'headset' o 'backbend' (como llaman a estos ejercicios de contorsionismo en su versión aglosajona) ella no ha pasado por una formación reglada (apenas se aglutinan treinta escuelas de circo en España). Como les ocurre a casi todos los artistas que se agrupan bajo esta gran carpa, los conocimientos circenceses le vienen de casa.

«Me divierto mucho cuando veo las caras del público. Creen que sufro, pero me siento yo misma»

Su padre Felipe González, uno de los más veteranos de la escuadra (mago, trapecista, domador y, ahora, payaso serio), le empezó a marcar las guías con tres años. «Me enseñaron jugando. Fui probando diferentes instrucciones hasta que descubrí las que más me gustaban», recuerda, mientras apunta que 'lo suyo' también es la gimnasia aérea. «En las alturas me siento libre», expresa.

Dolores y satisfacción

Remarca la apostilla porque tiene claro que «en este mundo tienes que saber un poco de todo». También está estudiando para ser maquilladora profesional, algo que podría complementar en el 'backstage' con sus números. «Soy muy perfeccionista y siempreintento innovar», dice engalanada de brilli-brilli y con un 'make-up' al que no le falta detalle. Pese a las lesiones o los dolores que le pueda provocar esta vocación, ella lo tiene claro: «Al salir a la pista me olvido de todo, sólo me concentro en transmitir felicidad».

  1. Gino Ramos y Joseph Popey Ilusionistas

    «Aprendimos a andar en el circo y con 8 años hicimos nuestro primer número»

Esta pareja artística elabora sus propios trucos de magia. R. G.

«Nos conocimos porque este mundo del circo es así». Gino Ramos y Joseph Popey (ambos nombres artísticos) dejan en el aire y con una discreta sonrisa los detalles de cómo se hicieron pareja. En el escenario y fuera de él. Lo que puntualizan después es que los personajes que salen a la pista pertenecen, casi todos, a generaciones de artistas. Popey, ilusionista con trucos propios, es el nieto del payaso que lleva por nombre su apellido, mientras que Ramos tiene padres, hermanos y tíos que ya saltaron antes que él al ruedo. «Tenía dos años cuando aprendí a andar en el circo», ilustra Joseph. «Yo a los ocho hice mi primer número. Iba de perchas, le ayudaba a mi padre», remarca Gino, que además del espectáculo conjunto, tiene otro como acróbata aéreo.

Relatan sus recuerdos de infancia no como una competición para ver quién tiene más arraigo con la carpa, si no como una forma de ponerle una fecha al origen de su pasión. Aunque casi casi sea algo innato, un elemento más de su ADN al que miman de cara al público. «En el espectáculo hay que cuidarse mucho el físico porque estás vendiendo una imagen». Aún así, «hemos tenido la suerte de que nadie nos ha dicho lo que tenemos que ser», agradecen estos treintañeros.

Lejos de esta colorida frontera, han probado otras cosas y, por épocas, tienen que mantenerlas. «No se puede vivir sólo de esto. Siempre hay que tener un plan B. Nos gustaría, pero se ha vuelto más complicado en los últimos años», coinciden. Joseph complementa el sueldo con trabajos de ilustrador mientras que Gino ha hecho «de todo»: dependiente, camarero «y lo que caiga». «Hay muchas personas del circo que tienen la mente cerrada. Al salir hay gente que de repente nos ve vendiendo algodones de azúcar y nos dice: '¡Valéis para todo'! Sí, no nos queda otra», lanzan con algo de reivindicación.

«En el espectáculo hay que cuidarse el físico porque estás vendiendo una imagen»

  1. Bryan Vulcan Equilibrista de manos

    «Entreno ocho horas al día; es cuestión de disciplina, fuerza mental y ambición»

Bryan Vulcan compagina su vida circense con la crianza de su hijo. R. G.

Podría escribir un libro o protagonizar una película al más puro estilo 'El gran showman'. Bryan Vulcan, equilibrista de manos (o 'handstand', «como le dicen en la modernidad del circo») cree que su fuerza viene de la mente. La actitud tiene mucho que ver en su proceso exprés para convertirse en un año en un personaje de la carpa más que, además, cuenta con más de 1 millón de seguidores en Instagram. Una mentalidad férrea, sí. Pero también «es cuestión de disciplina, fuerza mental y ambición». Tres ingredientes esenciales a los que suma una rutina de entrenos marcadísima que alterna con la crianza de hijo de cinco meses. «Me ejercito unas ocho horas. He aprendido a marcar mis hábitos en función de los de Liam (su bebé)». Después de darle el biberón, se prepara para la función con estiramientos de una hora y media. Después, entrena técnica otra hora y media. Eso, por la mañana, tras el café y un paseo por los alrededores de la ciudad en la que esté asentado en ese momento. A lo largo del día, calcula, «serán unas ocho horas». «La vida cambia en un 'click'. Te haces a todo», asegura. «Aunque ahora tengo un piel en el circo y otro en la vida normal», bromea.

Tercera generación

Y es que si algo ha tenido Bryan son mudanzas. Desde hace cuatro años está medio-asentado en Málaga por su pareja. Pero, antes de eso, vino a España desde Guatemala -su país de origen- para ganar dinero y revitalizar el circo familiar (que el amor truncase sus planes es otra cosa). «Soy la tercera generación. Todo lo inició mi abuelo, que se escapó de casa con 12 años para dedicarse a esto. Luego le siguió mi padre. El resto... Ya lo ves», ríe al referirse a esta periodista. «El circo es lo que me hace girar. Todos los que lo formamos estamos conectados porque es lo que nos apasiona».

«El circo es lo que me hace girar. Los que lo formamos estamos conectados por nuestra pasión»

  1. Omar Kljun y Claudia Rossi Patinadores

    «Siempre buscamos más riesgo para que la gente vea lo mejor de nosotros»

Omar Kljun y Claudia Rossi son unos de los patinadores más rápidos de España. R. G.

La relación de esta pareja de patinadores viene de largo y, como en los casos anteriores, tiene que ver con el linaje familiar. Claudia Rossi, de la reconocida familia Rossi, es la sexta generación de una estirpe de trapecistas, acróbatas aéreos y payasos italianos que se asentaron en Madrid para hacer reír a la gente con sus espectáculos. Omar Kljun, de padre árabe y madre croata, nació en el circo y a los ocho años se empezó a preparar como malabarista. Con las guerras yugoslavas se mudó a la península y fue en ese momento cuando conoció a su mano derecha. Empezaron a trabajar con aéreos, la especialidad de ella. «Yo tengo vértigos, pero por amor se hacen muchas locuras», comenta Kluj, aún sin creerse su sacrificio. Con el tiempo quisieron exhibir un número más atrevido. Así hasta que se han convertido en unos de los patinadores más rápidos de España.

Al calzarse esas botas con ruedines son capaces de dar una quincena de vueltas en apenas cuatro segundos. «A veces me salen hasta pequeños hematomas en la cara por la velocidad», explica Rossi. En cada giro hay un riesgo de tortazo. «Dependes mucho del portor, de ti mismo y hasta de si se cae una piedra del traje», añade Kluj.

«Que alguien me diga que le he hecho olvidar sus problemas... Es una satisfacción enorme»

Ahora bien, ¿por qué quisieron ponerse las cosas más difíciles? «Siempre buscamos más riesgo para que la gente vea en directo lo mejor de nosotros. Es la cosa del artista. Siempre quieres más, distinguirte, innovar. No estás viendo un vídeo. Hay que estar a la altura».

Los espectadores están siempre presentes para este dúo. «Salen encantados. Que alguien me diga que le he hecho olvidar todos sus problemas en dos horas... Para mí es como si los llevaras de vacaciones. Es una satisfacción enorme», señala Rossi. «Nos llena como no lo hace nada más», concluye ilusionado Kluj.

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elcorreo Tras la gran carpa del circo

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