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La patrona despierta el alma de la fiesta
La emoción acompaña al Rosario de la Aurora en su recorrido por el Casco Medieval, que da comienzo a la jornada en honor a la Virgen Blanca
Unai Martínez pasó la noche de fiesta. Llegó a casa. Se duchó y engañó al estómago con un par de galletas. Se puso un pantalón ... oscuro y una camisa blanca para volver a salir y llegar a la calle Mateo Moraza poco antes de que el reloj marcase las siete de la mañana. No quería llegar tarde a su cita con el Rosario de la Aurora tres años después. Esta vez, sin embargo, acudió solo. Su amama falleció hace varios meses en una de las últimas olas del covid. «Se lo debía», comentaba antes de que la virgen empezase a subir por la Cuesta de San Vicente para entrar en el Casco Medieval de Vitoria.
El obligado 'impás' de dos años aportó mayor emoción a este acto que cada vez suma más adeptos. No sólo por motivos religiosos, sino por tradición y por ser el primer acto oficial de los blusas y neskas en la agenda de La Blanca. Un amigo sujetaba a Daniela, una veinteañera que se tapaba la cara al paso de la imagen de la patrona para disimular su lloro. «Volvíamos de gaupasa y se ha roto cuando ha visto pasar la procesión. Los dos últimos años han sido realmente duros para ella», relataba otro de sus acompañantes.
Pero no todo fueron lágrimas de tristeza. Otros tenían los ojos vidriosos por la alegría de recuperar el «alma de la fiesta», como subrayaba Adela Tejedor, secretaria de la Cofradía de la Virgen Blanca. Los blusas que se turnaron para portar su trono tuvieron que hacer más paradas que de costumbre y es que muchos vecinos anónimos del Casco Medieval quisieron ofrecerle un ramo, así que cuando llegaron a la Fuente de los Patos, el dulce olor de las flores conseguía eclipsar momentáneamente el hedor de la primera noche de juerga.
Le colocaron ramos sociedades gastronómicas, cuadrillas, peñas y las hermanas de las Siervas de Jesús. «Nosotros llevamos más de veinte años cumpliendo con la tradición. El primero fue Miguel y hace mucho tiempo que no está entre nosotros», rememoraban los integrantes de la Sociedad Ciclista Vitoriana, uno de los cuales -con su maillot rosa y el culotte- se encargó de realizar la ofrenda.
El grito que rompió el rezo
El respeto acompañó al recorrido, salvo cuando un joven embriagado por la noche tuvo que ser sujetado por varios blusas para permitir el paso de la patrona. «No entiendo que nos parezca tan normal la devoción por la Virgen del Rocío y no queráis a la Blanca», reprendía una adolescente a sus amigos, que buscaban un bar para desayunar chocolate con churros antes de volver a casa.
Tras despertar a los vecinos de la 'almendra' con los misterios gozosos, las letanías y las avemarías, la procesión regresó a la plaza de la Virgen Blanca y el rezo se rompió nada más girar por el Mentirón. «Gora Andra Mari Zuria!», gritó alguien, mientras Asun Gorospe lanzaba pétalos de rosa secos desde su fantástica terraza.
A pocos metros del Monumento de la Batalla estaba Manolo Martínez junto a su esposa. «Vengo desde hace veinte o treinta años, al principio éramos pocos y ha ido aumentando la asistencia», se alegraba. Poco después, unos cañones de confetti dieron la bienvenida a la procesión en la escalinata de San Miguel y el párroco Juan Carlos Aguillo inició la multitudinaria misa que rezó para que la alegría sea lo único que se contagie en los próximos días.
El obispo pide que la sociedad se involucre contra los pinchazos
El obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, reclamó este viernes a la sociedad vitoriana y las administraciones públicas que «se involucren en el proyecto de una juventud sana» frente a «los pinchazos en fiestas, las agresiones sexuales o la violencia por la manera de ser o pensar». El prelado aseguró que las plataformas audiovisuales y las redes sociales están estimulando «una hipersexualidad desvinculada de afecto y proyecto» que está provocando que exista «una concepción errónea y perversa del amor, del sexo y del respeto a su propio cuerpo».
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