Fiesta y devoción, un dúo «perfectamente compatible»
Blanca Aguillo | COFRADE VIRGEN BLANCA ·
Todo cofrade de la Virgen Blanca tiene su particular bautizo cuando deja el velón a un lado y pasa a alumbrar el camino a la virgen peregrina. Nervios y cosquilleos que les dejan grabado cada rincón, cada vivencia, cada detalle. «Mi farol representaba la letanía 'Mater Divina Gratiae'. El número 199», recuerda con suma clarividencia Blanca Aguillo. Cofrade tardía, pero devota desde pequeñita, su estreno fue si acaso más emocionante que el de otros de sus compañeros. Hoy todavía, al contarlo, no puede evitar que se le escape esa lagrimilla. «Se me quedó la espinita de que mi padre me viera salir con el farol».
No en vano, para Aguillo, su padre, Victoriano, significa mucho en ese universo que esta familia VTV ha vivido en torno a la patrona. Desde aquellos tiempos en los que Vitoria «era más pueblo», «todos se conocían» y «la vida se hacía en torno a Dato y San Prudencio». «En mi casa siempre hubo mucha devoción mariana. Mi madre, del Carmen y mi padre siempre, de La Blanca. Y eso que él nunca llegó a ser cofrade». Así que nunca faltaban al Rosario de la Aurora y a esa rutina fiestera de desayunos, barracas y toros en el antiguo coso.
Tiernos recuerdos de una infancia feliz para una niña que, casualidades de la vida, llegó al mundo el mismo año en que Celedón bajó a Vitoria de Zalduondo para quedarse. «En ese tiempo en vez de aterrizar en la plaza de la Virgen Blanca, lo hacía en un balcón que hacía ángulo en la plaza de España». Chupinazos que, los más veteranos recordarán, desprendían un aroma especial para unos y repugnante para otros. «Recuerdo la plaza llena de una nube de humo durante el encendido del puro. Si algo recuperaría de aquellas fiestas sería eso. Era algo tan vitoriano, tan nuestro», recrea emocionada.
Para cuando era adolescente sus hábitos fiesteros cambiaron y del tren chu chu pasó a los potes en la cuesta de San Francisco, la Zapa y la Pinto. «Nos juntábamos mogollón de amigos. Los chicos salían en el desfile de blusas. La pena es que en mi época no se estilaba todavía lo de las cuadrillas de neskas». Eso sí, a las siete de la mañana clavadas no faltaba para escoltar a su virgen. «Creo que nunca llegué a hacer gaupasa», ríe. «Luego ya vamos madurando, la vida es más ordenada, más formal y ya una se retira a una hora prudente».
Ahora desde la Cofradía trata de mantener viva la tradición y una cita en la que, se congratula, nunca faltan los más txikis. «Siempre ha sido una cosa muy familiar». Pero el Rosario que más le impactó fue sin duda el que sucedió al ataque vandálico que sufrió la hornacina de la patrona allá por 1982. «Venían ya varios años que andaba de capa caída, pero aquello fue un boom. La gente acudió en masa. Eso nos unió porque habían herido nuestro sentimiento vitoriano». Un espíritu que le gustaría revivir para que la fiesta no quede solo en «mera chufla» y para lo que, apunta, los blusas deben poner su granito. «Echo de menos que vayan más acompañando a la virgen en el Rosario». «A la ofrenda floral van de forma mayoritaria, pero el día de la salve tampoco son muchos los que suben a despedirse de la virgen», aprecia.
El legado familiar
Y es que si algo tiene grabado a fuego es la importancia de transmitir ese amor por la patrona. Ese que le llevó entrar en la Cofradía. «Una amiga, Cristina Fructuoso, me metió a mí y a varias chicas que trabajábamos en el Kas». Después le llegó su farol, el cual llevó hasta que un accidente en bicicleta el día de Santiago de 2012 le impidió continuar procesionando. «Estuve dos días ingresada. Le propuse a mi hermano Eduardo que lo llevara. Para mí era un orgullo pasarlo dentro de la familia. Además, este año, si no pasa nada, mi sobrino Oriol se estrenará con uno de los faroles luminosos».
Aun así, incide, «la gente cree que portar faroles es un coto cerrado a unas familias pudientes y nada más lejos de la realidad. Son propiedad de todo el pueblo de Vitoria. La Cofradía solo se encarga de su custodia», aclara Aguillo consciente de esa fama de «meapilas» con la que cargan. «La gente ahora huye de todo lo que huele a incienso. Es algo religioso indudablemente, pero también es cierto que hay sitios, por ejemplo en Andalucía, que la gente sale en las procesiones y luego no pisan el resto del año una iglesia. Eso sí, el patrimonio de su Cofradía lo defienden a capa y espada».
Y ante todo, reivindica, «La Blanca es una fiesta en la que participan todos, independientemente de ideologías y creencias. Todo el mundo conoce a Celedón, pero no podemos olvidar que las fiestas son en honor a la virgen. Y celebrar ambas cosas es perfectamente compatible».
Su plan
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Procesión de los Faroles. Hoy a las 22.00 horas parte de la Virgen Blanca y vuelve a través de Prado, Becerro de Bengoa,Iradier, Dato y Postas
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Rosario de la Aurora. Mañana a las 7.00 horas sale de la Virgen Blanca para recorrer la Casco Medieval.
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Salve popular. Día 9 a la 1.00, ofrenda floral frente a la hornacina y fin de fiestas
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