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Maider Mendez
Sábado, 10 de agosto 2019, 01:03
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Txosnas, verbenas, conciertos... La juerga nocturna de La Blanca es territorio de los vitorianos más jóvenes. ¿Y qué hace la chavalería para llegar a casa después de haber desayunado los imprescindibles churros 'postfiesta'?, se preguntan muchos padres. EL CORREO pasa la noche con una cuadrilla de ocho amigos de toda la vida.
La noche de marcha empieza en pleno corazón de Vitoria y frente a la estatua de la Virgen Blanca. Los ánimos de los jóvenes seguían intactos y, aunque muchos blusas y neskas tomaban camino hacia casa -por el cansancio acumulado-, el ambiente que se respiraba en la ciudad invitaba a quedarse y disfrutar de las actividades nocturnas. «Nosotros hasta que el cuerpo aguante», reconocía Aitor Blázquez con una sonrisa. Las terrazas de los bares que rodeaban la plaza estaban ocupadas por familias, mientras que los niños correteaban y lanzaban los aviones. Cada uno a lo suyo.
La primera parada que realizó la cuadrilla fue la verbena situada en la calle Dato. Los asistentes de más avanzada edad -contagiados por el por el ritmo- fueron los protagonistas del baile. «Siempre solemos ir a la verbena. La música es de hace años y con ella disfrutamos como críos. Nos gusta recordar las canciones antiguas», reconocía Maialen Gorbalán.
Las calles de la Almendra medieval, una de las zonas más transitadas durante La Blanca, fue una parada obligatoria. Cuando el ambiente empezó a caldearse, pasada la una de la mañana, el grupo decidió ir hacia una de las calles del Casco Viejo. El barullo solo permitía ver cabezas moverse. Como sardinas enlatadas, los ocho amigos bailaron y rieron durante casi tres horas.
Alrededor de las 4.00 de la mañana el grupo se dirigió hacia la zona de las txsonas y bailaron sin parar el resto de la noche. El lugar preferido para ellos, reconocían. «Siempre terminamos aquí. Nos encanta este tipo de música», afirmaba Asier Casado.« No estamos durante muchas horas seguidas en un mismo sitio. Nos gusta conocer diferentes ambientes», recalcó.
La noche llegó a su fin con los primeros rayos de sol. Tras varias horas de fiesta, las tripas empezaron a sonar y por ello, los jóvenes decidieron irse a casa y desayunar algo antes de meterse en la cama. «Esto es gloria bendita», finalizaba Maialen Gorbalán con el bocadillo en la mano. Los churros y el chocolate, para la próxima aventura nocturna.
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