La vitamina D, la más famosa vacuna anticovid
La molécula se ha puesto de moda por su capacidad para reforzar el sistema inmunitario, pero raras veces se necesitan suplementos; bastan un poco de sol, ejercicio y una dieta sana
La vitamina D se ha puesto de moda, que en esto de la nutrición también las hay. Si no es una dieta, se trata de una nueva forma de desayunar o de un superalimento que permite ser más guapo, más alto y tener más dinero. Pues bien, ahora es el turno de una molécula capaz de reforzar el sistema inmune, tan castigado en estos tiempos de coronavirus, y ayudar al organismo a absorber el calcio que tanto necesitan nuestros huesos. «Si se siente cansado o abatido, no se preocupe. Le falta vitamina D y yo se la vendo. ¿Cuántos kilos quiere?». Tranquilidad. Toda la que el organismo necesita puede adquirirse con tan solo un poco de sol, algo de ejercicio y una dieta sana. No se deje engañar.
«La conocemos como vitamina D porque es fundamental para nuestra salud, sobre todo para el metabolismo del calcio y del fósforo, pero en realidad es más una hormona», afirma la médico nutricionista Silvia Zuluaga, autora entre otros del libro '¡A dieta! En la vida real'. Lo importante del calcio, según detalla la experta, no es tanto su consumo como el ejercicio, que favorece la fijación del mineral en los huesos, y eso es lo que interesa.
La mejor vitamina D, la que el organismo sintetiza como ninguna otra, no es la que te vende la herboristería, sino la que nos da gratis el sol. Lo importante, por ello, no es darle al frasco de las pastillitas sino, como recalca la especialista donostiarra, disfrutar del paseo y la calle, que «con quince minutos de sol al día basta» y hacer ejercicio. Ese es el modo en que el organismo puede aprovecharse de la mejor forma posible de todas las ventajas de esta sustancia básica para la vida.
Hígado, leche y pescado azul
El tercer elemento que contribuye a nutrirnos de vitamina D es la alimentación. Un 80%, más o menos, de la que necesita nuestro cuerpo podemos obtenerla de la actividad al aire libre. El 20% restante se consigue fácilmente a través de alimentos como el pescado azul, un grupo de productos al que pertenecen el chicharro, el atún, el bonito o la caballa (también llamada verdel). Las latas, especialmente las de sardinas, pero también de otros pescados como las anchoas, son riquísimas en vitamina D, que puede obtenerse asimismo de las verduras de hojas verde, los champiñones, los frutos secos y, por supuesto, la leche.
El marketing de la industria alimentaria, una de las máquinas más potentes del mundo de la publicidad, ha comenzado a difundir la idea de que existe una epidemia mundial de vitamina D, que la exposición al sol y la dieta no son capaces de compensar. Falso.
Pasarse tiene sus peligros
«Ese tipo de mensajes no se pueden generalizar, porque hacen mucho daño», alerta Silvia Zuluaga. «Lo correcto es pensar si nos estamos alimentando de manera adecuada, si nos exponemos al sol de la manera correcta y si hacemos el ejercicio que por nuestra edad y condiciones físicas debemos». El café para todos no funciona en salud, donde cada vez se piensa más en clave de terapias personalizadas. «Sólo si después de cumplir con estos tres requisitos aún vemos que tenemos un déficit podemos pensar en suplementos de vitamina D, pero antes no».
La suplementación, sólo cuando se demuestre necesaria, tampoco es algo que deba tomarse a la ligera. La presencia en el organismo de un exceso de esta hormona puede resultar tan perjudicial como su carencia. La aparición de cálculos renales –las famosas piedras en el riñón–, depósitos en las arterias –causantes de infartos– y determinadas fracturas están directamente relacionadas con un consumo excesivo de esta hormona.
La toxicidad por vitamina D se manifiesta con pérdida del apetito, náuseas y vómitos, que a menudo se acompañan de debilidad, nerviosismo e hipertensión arterial. «Vamos de moda en moda y eso con la salud no vale», advierte Zuluaga. Cuídense.