Mis sardinitas, ¡qué sanas son!

Las sardinas son como el cerdo del mar, todo aprovechable, se puede comer –¡con cuidado!– hasta la espina, que contiene un aporte de calcio espectacular. El pediatra vizcaíno Pablo Sanjurjo, ya retirado y cuya combinación de práctica clínica y laboratorio le mereció el premio Reina Sofía de Investigación, decía que la mejor merienda que se le pueda dar a un niño (¡y a un mayor, claro!) es un bocadillo de sardinas en aceite de oliva. De sardinas o de cualquier otro pescado azul, como bonito, atún o caballa. No sólo es lo más saludable, sino que además está riquísimo,y aunque es cierto que quizás no sea un sabor fácil para un chaval, si se acostumbra, le pasará como a los adultos. Que acabará pidiéndolo. El caso es que una investigación realizada en Barcelona nos ha dado nuevas razones para consumirlas. Ahora sabemos que, además, protegen frente a la diabetes tipo 2. ¡Qué más quiere!

Antes de hablar del enorme poder desengrasante y preventivo de este bocado de mar, quizás sea necesario explicar a grandes rasgos qué es la diabetes tipo 2 y su relación con el estilo de vida. La diabetes es una enfermedad crónica que se desencadena por un exceso de azúcar en la sangre debido a la incapacidad, total o parcial, del páncreas de generar insulina. La insulina es una hormona que tiene la misión de convertir la glucosa en energía. Si no la hay, la sangre se llena de excesivo azúcar y eso genera graves problemas de salud que pueden llevar a la muerte y, desde luego, a una vida muy complicada.

Un apunte más antes de hablar de lo que nos ocupa. Existen dos tipos de diabetes, que para diferenciarlas se les puso un número. La 1, más común en niños y jóvenes, pero no exclusiva de ellos, está provocada por un fallo en el sistema inmunitario;y es la menos frecuente. La mayoría, como mínimo el 95% de los casos, se relaciona con diabetes tipo 2, que es de la que habla el estudio de Barcelona, y se desencadena como consecuencia de una mala alimentación y falta de ejercicio. Es decir, que es totalmente prevenible.

Este nuevo trabajo, liderada por la Universitat Oberta de Catalunya y el instituto de investigaciones biomédicas Idibaps, ha descubierto que el consumo regular de sardinas –cada vez que escribo la palabra se me hace la boca agua– protege frente a la diabetes tipo 2. ¿Por qué? Porque este pescado contiene altas cantidades de nutrientes con enorme capacidad de protección frente a esta enfermedad, además de otras, como las vasculares (infartos, trombosis...) Posee grasas omega 3, calcio y vitamina D.

No es una ninguna tontería todo esto, sino más bien al contrario. El estudio Di@betes, firmado por Ciberdem (acrónimo de Centro de Investigación Biomédica en Red sobre diabetes y enfermedades metabólicas asociadas, que es la mayor organización en España dedicada al estudio de la enfermedad, coordinada por el Instituto de Salud Carlos III), ha estimado que la diabetes tipo 2 afecta al 14% de la población española mayor de 14 años. Nada menos que una de cada siete o ocho personas.

En el País Vasco, que en general comemos bastante mejor que la media española, la incidencia es la mitad. Pero todo apunta a que vamos camino de llegar al mismo lugar, según ha advertido en más de una ocasión la endocrinóloga Sonia Gaztanbide, vocal en la Comisión Nacional de Endocrinología y Nutrición. La ganancia de peso, según dice, favorece la aparición de la enfermedad y el ejercicio te protege de ella. Y ojo, que la sociedad cada vez come peor y practica menos ejercicio. La obesidad es otra pandemia.

Un poco de caminata diaria en medio de una dieta sana, que incluya sardinitas del Cantábrico, preparadas como más le gusten, es una idea buenísima. Se lo agradecerán su corazón, su páncreas y sus papilas gustativas. ¡La temporada no ha hecho más que comenzar!