El sabor de Plentzia: pastelerías artesanas, tabernas históricas y mesas marineras

Siguiendo los pasos de los veraneantes, nos vamos a uno de los destinos más populares de Bizkaia para disfrutar del mar. Un paraíso cercano al que se puede llegar en metro y cuya hostelería está en ebullición. Las opciones son abundantes, pero hay van nuestras cinco recomendaciones para un recorrido gastronómico por la villa de Plentzia.

Un cafecito, uno de sus afamados bollos de mantequilla y el disputado turno para hojear el periódico constituyen la rutina mañanera de no pocos veraneantes. Fundada hace 30 años por el maestro repostero Santiago Pérez y su esposa Josefina, y regentada hoy por sus hijos Ander y Julen, es la clase de pastelería artesana que jamás podrá ser sustituida por la bollería industrial de una gran superficie. Cuentan con su propio obrador, todas las elaboraciones son caseras y administran con moderación el azúcar. Sus bombones, sus pastas de té o sus tartas de cumpleaños son una garantía para quedar bien.

Una ración de rabas, unas anchoitas rebozadas, un cuenco de magurios o una sencilla tortilla de patatas saben mejor cuando se toman mirando al mar desde el puerto de Plentzia. Txurrua tiene el aroma de los clásicos y eso se nota en detalles como haber conservado la decoración original en lugar de entregarse a reformas modernitas más impersonales. Sus paredes forradas de madera, sus cuadros marineros o ese abigarrado gotelé del techo componen una escenografía cuando menos pintoresca, aunque la mayoría de su clientela prefiera desparramarse por el paseo peatonal para disfrutar de las vistas.

Más de seis décadas de andadura en manos de tres generaciones de la misma familia avalan al Arrarte como una de las grandes referencias de la villa marinera. Se le distingue a la legua en el paseo de la ría por su vistosa fachada blanquiazul y su interior sigue la misma inspiración marinera. En la barra, bilbainitos, gildas, pulpo y buen jamón. En la mesa, vestida con mantel blanco hasta para el menú del día, pescados y mariscos del Cantábrico, guisos caserotes y una paella de bogavante que preparan por encargo, perfecta para engalanar un banquete de domingo.

Una de las tabernas más antiguas de Plentzia, conocida entre los locales por la enjundia de sus guisos y el buen género de su sencilla barra de pintxos. Ubicada en una discreta callejuela peatonal, es la clase de referencia que no suele aparecer en las guías, pero que sorprende por la calidad del producto, el manejo de los puntos o la delicadeza de las salsas en su repertorio de guisotes carnívoros. Ideal para empapar una ronda con la cuadrilla o para tomar un platillo después del tercer vino. Los puerros al horno, los pimientos rellenos de marisco o el rabo guisado son de 10.

Ambiente desenfadado, tanto entre el público como en la cocina, orientada a solucionar un picoteo, una cena informal o un tentempié entre horas a base de hamburguesas, bocadillos o platos combinados. Un híbrido entre bodeguilla y cervecera con décadas de experiencia que convence por su buen hacer y sus precios ajustados. En el mostrador pequeño despachan tortilla, gildas o bilbainitos; en el grande, preparan las hamburguesas, raciones y demás a la vista de una clientela donde se mezclan con naturalidad los veraneantes, los txikiteros y la juventud del pueblo.

Juanma Díaz se ha hecho un nombre entre los veraneantes de Plentzia por su talento para ofrecer una cocina imaginativa, divertida y disfrutona, que se sale del sota, caballo y rey esperable en los restaurantes marineros. Presentaciones espectaculares, trampantojos, piruetas técnicas y sabores exóticos, salidos de la mente de un chef autodidacta que también maneja los clásicos básicos del recetario vasco. Piruletas de pulpo, falsa fresa de txangurro, filipinos de foie, ravioli de rabo y un repertorio de postres que deja con la boca abierta. Perfecto para una cena romántica o para sorprender a las visitas.

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