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Fotografías: Fernando de la Hera
Jantour | Restaurantes

Vuelve el rey del pescado frito del Norte

El pasado mes de octubre anunciamos el cierre de una institución sanpedrotarra. Por eso es un subidón que a pocos metros y algunos meses más tarde reabran Falcon, rebautizado como Falkon

Martes, 1 de julio 2025, 19:10

He visto que alguna entidad financiera, caja de ahorros o como llame la modernidad a los bancos de toda la vida, se ha propuesto apoyar a la juventud para que los negocios de toda la vida encuentren relevo y los centros urbanos mantengan su dignidad. Los que vamos para sesentones no conocimos otra cosa que mercados de abastos, droguerías, ultramarinos, tiendas de deportes, pastelerías y toda esa variedad comercial que nos coloreaba la vida como los lapiceros 'Alpino'. Los centros comerciales inabarcables o los supermercados eran novedad y allá íbamos de vez en cuando a liarla con los carros de la compra, a comernos las chocolatinas sin pasar por caja y a hacer senderismo por las escaleras mecánicas, subiendo y bajando como Alberto Iñurrategi. Con la edad te conviertes en pesimista profesional y no sé qué tipo de calles conocerán los chavales que hoy juegan con el balón, pero solo les deseo prosperidad y que vivan y se desarrollen rodeados de gremios y de peña currela que levante todos los días la persiana de su negocio para ganarse el sustento.

Lo otro, que las fachadas tengan el mismo color con los mismos rótulos, ir en coche a comprar con el carrito, pillar un jersey por internet y devolverlo porque te tira de la sisa o ese verdigrís desleído de franquicias chuchurrías, son la aburrida crónica de una muerte anunciada. O eso espero. Como no dejemos de comprar impulsivamente, algún día los sarracenos bajarán por Jaizkibel y nos partirán en dos con la cimitarra, que suena a oriundo del barrio de Cimita de Irurita pero es un sable curvo y largo de un solo filo. Por eso es un alegrón que de ciento en viento reabran pequeños negocios o que allá donde antes nos vendían el bollo de leche con chocolate siendo críos, sientas de nuevo el olor a miga porque un matrimonio joven intenta ganarse la vida.

No hay más que lonjas cerradas y falta mano de obra cualificada que ayude a que los pequeños negocios y las familias se mantengan vivas y felices. Faltan zapateros remendones, fontaneros, electricistas, pescateros, torneros, guarnicioneros, carpinteros o charcuteros y sobran técnicos, expertos consultores, sindicalistas, asesores técnicos, supervisores, consejeros, 'coachs' o como se escriba y concejales de corbata, especialistas en chupar de la piragua que no dan un palo al agua y se dedican a legislar y a entorpecer las ganas de prosperar de la gente emprendedora y valiente. Corto y cierro.

El pasado mes de octubre anunciamos el cierre de una institución sanpedrotarra en la que disfrutamos como auténticos cerdos de sus raciones de pescado, sus bocatas y sus birras heladas, ¡aúpa Falcon Muguruza! Escribí que a partir de aquel momento se convertían en leyenda. Cuando chapan un garito en el que echaste horas de tu vida, talan un árbol bajo el que te enamoraste o derrumban una fachada histórica en la que había una peluquera que ponía los rulos a tu madre, significa que estás palmando aceleradamente y en cuanto menos lo esperas te ponen una esquela. Por eso es un subidón que a pocos metros y algunos meses más tarde reabran Falcon, rebautizado como Falkon y con un personaje al timón de apellido Etxeberria, nombre Joseba, natural de Aizarnazabal y viejo pelotari de remonte de las veladas del Galarreta. Trabajó en un taller de mecanizados y no quería dejar este mundo sin ser tabernero, patrón de su propio garito.

Así que el destino le llevó hasta la bocana del puerto de Pasaia, frente a San Juan, en un lugar paradisíaco por el que pasan a diario jubilados, peregrinos, carpinteros de ribera de Albaola y todos los que echan el aparejo a las rocas para trincar pulpos, muxarras o lubinas. Lo asiste la propia María Luisa, dueña del difunto Falcon, que le ha prestado su cafetera Rancilio y le marcará el sendero durante unos meses para que los bocatas chorreen, el pescado haga costra al freírse en la sartén con aceite de oliva limpio –anchoas, salmonetes, sapitos o calamares–, y los clientes sigan gozando con las raciones y los guisos diarios, unos días carne con tomate, otros albóndigas y si el carnicero apaña de precio las carrilleras de ternera, en salsa marrón.

Nada cambia, todo se transforma, parece el título de una canción del tibio de Jorge Drexler, pero es el milagro que les estoy narrando. Sean pacientes y ayuden a Joseba en su nueva singladura, siempre habrá tristes que dirán «no es lo mismo», pero yo estoy feliz con sus ensaladas compuestas, los bocatas de laterío fino y los pinchos de bonito, anchoílla y guindillas que puedes seguir jamándote sentado en el pretil, ¡Joseba, no bajes la guardia! Retiraron de la vista el quiosco roñoso que afeaba el panorama, ¡aleluya!, así que ojalá monten en verano un terrazón del quince. Viva la Piña Kurdin, el osaba Blas, Aita Manuel, Fucho con su cojera, Ginés el pescatero, Txemi del bar La Lonja, Robintxo, la tortilla de patata del Hiruterdi y el frontón y su microclima antártico. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Falkon

  • Dirección: Torreatze 3 – Bajo. Pasai San Pedro.

  • Teléfono: 648279214.

  • Precios: Mini de atún, anchoa y guindilla: 2,20 €. Chorizo cocido: 2,20 €. Carrilleras: 6,50 €. Huevos benedictinos con la Albóndigas: 7,50 €.

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