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Entras, te ponen un Albiker fresco y le pides matrimonio a Zuriñe, que asiente. Al poco, la camarera de la Bodega Indautxu regresa de la cocina de blancos azulejos con un platillo con una cama de pan frito, dos rodajas de huevo cocido a modo de sábanas, y un pimiento rojo de colcha. Encima, un brillante boquerón y una anchoa en salazón se abrazan. El bocado (2,40 €) es, en su sencillez y honestidad, toda una lección de pincho sabroso. Los sabores y las texturas se saludan, se entrecruzan, se maridan (¡ah, no!, que ya no se puede decir maridaje y ahora es obligatorio hablar de armonía) en un momento de bendita excelencia. No hace falta más.
Fernando Ezpeleta Gonejuri lo sabe y se mantiene firme al timón de la bodega, que en 2025 ha cumplido 80 años, haciendo caso omiso a los cantos de sirena. Sobrevive el menú a tiro fijo que se repite con inexorable periodicidad: lunes, arroz con tomate y huevo; martes, lentejas; los miércoles, vainas; los jueves, sopa de garbanzo y fideo... Lo que agradecen el alma y el estómago la regularidad.
En barra, se alinean los pinchos de toda la vida de dios: El bilbaínito con su huevo y su mahonesa (2,20), la gilda a 1,50 € o el pimiento albardado relleno de bonito del Norte Marino (de Berriatua). Que no falte la tortilla de patatas (2,20 €), un saltaparapetos. Y ahora, que es temporada, bandejas de pajaritos fritos, como llaman los entendidos a las ricas anchoitas rebozadas (1,20 €). Mantiene el vino de poteo Argoña a un €.
Clientes fieles y sabios, como el bueno de Santi que, tras el poteo ceremonial con sus colegas Jose Gondra y Javi Zuazaga, hace aquí un alto para avituallarse de las doradas princesas de los mares que bendecirán su hogar e iluminarán la santa cena. O como Luis que vuelve del Pagasarri con sus dos veteranos labradores y cumple aquí su costumbre de tomarse un txiki, media manzanilla La Guita, en su catavinos, y conversar con la cuadrilla.
Muchos de los parroquianos (gente fiel, con trayectoria de muchos años que empezaron a conocer su barra, que ahora barnizan, cuando apenas eran unos mocosos) van a tiro fijo y se entretienen paseando la mirada por las fotos de Iriondo, Zarra y Panizo con la camiseta roja del Indautxu o la de Cecilio hijo del gol 3.000, un testarazo de Lizeranzu. La casualidad ha querido que su hijo Manu retratara a Sancet en el trance de marcar el tanto 5.000.
Los días de partido venden bocadillos por centenares con predominio del de tortilla de patatas y de chorizo. Qué bonito es encontrar en la pizarra un bocata de merluza (6,60 €), de «antxoas fritas», de sardinas , «txitxarrillo», cabeza de jabalí y el señero Cantábrico, de bonito, anchoa y alegría riojana J. Vela. No es nostalgia, es cultura.
Fernando Ezpeleta Gonejuri es nieto de 'Sandiós' quien, con su hijo 'Guadaña', segaba el campo y lavaba y tendía la ropa de los jugadores rojiblancos. La Bodega Indautxu es un templo donde se rinde culto a San Mamés, decorada con fotos y recuerdos futboleros, y parada obligada para pertrecharse camino del estadio.
Dirección Gregorio de la Revilla, 18. Bilbao.
Teléfono: 944422823.
Precios: Menú del día: 14 €. Matrimonio: 2,40 €. Anchoa albardada: 1,20 €. Bocata Cantábrico: 6,70 €. Bilbainito: 2,20 €.
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