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Dos restaurantes donde puedes comer todos los días mejor y más barato que en casa

Dos restaurantes donde puedes comer todos los días mejor y más barato que en casa

Alubias, ensaladilla, marmitako de chipirón, salmonetes, lomo con pimientos y otras delicias por 12 euros en el centro de la ciudad

Guillermo Elejabeitia

Miércoles, 15 de enero 2025

Ya no quedan sitios así en el centro de Bilbao. Quizá alguno de los de su especie sobrevive con esfuerzo en barrios inexpugnables o pueblos alejados del fragor de la capital. Pero en la villa de don Diego este tipo de hostelería que un día fue común, corre el riesgo de pasar a mejor vida, arrinconada por garitos de estética moderna, tendencias importadas o viandas de quinta gama a un precio por el que ellos serían capaces de hacer virguerías. En estos dos restaurantes, el Albatros y el Udala, se come más rico, mejor y más barato que en casa y por solo 12 euros el menú del día.

  1. Dirección San Vicente, 5 Teléfono 944236900

    Restaurante Albatros (Bilbao)

Doce euritos de nada cuesta el menú del día en el Albatros, casi dan ganas de decir 2.000 pesetas, porque la cuenta parece de otra época. A cambio, «lentejitas, tomate de Lezama, marmitako de chipirón, lomo con pimientos, secreto, revuelto de hongos...», recita de corrido el camarero más solícito y dicharachero que haya conocido Bilbao. Jesús Mari, Tojo, –«toda una vida en la hostelería, la mayor parte junto a Demetrio, el del Víctor, y los últimos diez años aquí»– es uno de los ases en la manga de Ángel Sánchez, el dueño del Albatros.

El otro es su buena mano para una cocina «de diario», que hace sentir como en casa –«o mejor», dice un habitual– al puñado de oficinistas que comen allí cada día religiosamente. «A nuestra clientela le gustan las cosas sencillas y caseras, no demasiado contundentes para seguir con la tarde, y tenemos que ser rápidos y eficaces en el servicio, porque tampoco tienen mucho tiempo».

El goteo de parroquianos es constante desde la una y media hasta pasadas las tres. La mayoría comen solos y Tojo ya sabe que a fulano le encantan las judías verdes, mengano se pierde por las anchoítas fritas o zutano siempre cambia el postre por un cortadito con leche fría, que tiene prisa. Fundado en septiembre de 1980 por el padre de Ángel sobre las cenizas de un bistró francés, el comedor conserva un puntito parisino en forma de vidrieras emplomadas, apliques antiguos y sillas torneadas. Una rareza que probablemente solo conozcan los currelas del edificio Albia para los que ejerce como bar de la esquina.

Para ellos ofrece la casa una sabrosísima tortilla y un café superior, despachado siempre con una palabra amable y una sonrisa. Antaño su comedor fue escenario de pantagruélicos banquetes a base de pescados, mariscos y guisos de siempre. «Pero hoy ya hay otros sitios para eso en el centro de Bilbao». Ellos han preferido hacerse pequeñitos tras una pandemia que estuvo a punto de asfixiarles.

Son las tres y media de la tarde, suena música en la radio mezclada con el tintineo constante de tazas y cucharillas; el camarero suelta una gracia y la gente sale por un momento de sus tribulaciones para agradecérsela con una sonrisa. Bálsamos del día a día que no se pagan con dinero. Si les ha gustado el Albatros, déjense caer, pero no vayan a ir en tropel con exigencias de 'foodie' novato, que esto, para el cliente de todos los días, es casi casi un santuario.

  1. Dirección: Errekakoetxe, 2. Teléfono: 944210182.

    Udala (Bilbao)

Me estoy buscando un problema por compartir con ustedes –aunque estoy seguro de que muchos ya lo conocen– este tesoro de la hostelería popular bilbaína. El Udala, una de las últimas casas de comidas dignas de tal nombre que quedan en la villa, sirve un menú de primero, segundo y postre por un precio heroico de 12 euros. El comedor suele estar poblado por las mismas caras desde hace décadas y al matrimonio que lo regenta le basta con esa clientela casi familiar. Por eso se resisten a que reseñe en estas páginas su humilde cocina; temen verse sobrepasados por un protagonismo repentino en el tramo final de su trayectoria. Ténganlo en cuenta quienes se decidan a visitarles y, por favor, no me hagan quedar mal.

Resulta difícil describir el recetario del Udala sin recurrir a un adjetivo –casero– que a fuerza de repetirse hasta la saciedad ha perdido gran parte de su significado. Alubias de caldo sustancioso, ensaladilla rusa en trozos menuditos, patatas en salsa verde con huevo cocido, anchoas rebozadas, chicharro abierto a la espalda, pechuga de pollo empanada, salmonetes fritos... Son la clase de recetas que uno añoraría encontrar al llegar a casa de su madre o de su abuela. El problema es que ya ni ellas tienen tiempo para dedicar la mañana a ir al mercado, asustar el cocido, rebozar un pescado o darle lustre a un guiso.

Así no extraña que muchos vecinos de la zona acudan casi a diario a esta modesta mesa de Errekakoetxe en busca de un menú que un día fue corriente y hoy resulta absolutamente excepcional. Les es menos trabajoso y casi más barato ponerse en manos de Miguel y Loli, cuya reputación se remonta a los tiempos en los que regentaban el hoy desparecido Sabin Etxea, a la vuelta de la esquina. En 2002 se mudaron a este local que un día fue sede de Vinícola Bilbaína –cuyas siglas pueden verse todavía en el suelo de terrazo–, una de esas bodeguillas que despachaba vinos con manguera desde un depósito subterráneo.

Miguel no se da ninguna importancia, pero sentado estratégicamente en una mesa con vistas a la cocina le veo pelar y cortar dos patatas para freírlas al momento como acompañamiento a un plato de lomo. Creo que con eso está todo dicho. Su menú destaca por incluir siempre varias opciones de pescado fresco y un repertorio de postres caseros donde brilla una tostada como las de antes.

En los últimos años han hecho esfuerzos titánicos por no subir el precio y lo han hecho además sin comprometer la frescura del género o el esmero de las elaboraciones. Cuidan así a una clientela frecuente –formada por un heterogéneo grupo de obreros, oficinistas e intelectuales– que en su casa tiene prioridad absoluta.

La escenografía del Udala casa bien con esa cocina honesta que practican sus dueños. Una barra impoluta, donde suele exhibirse una bandeja de anchoas o alguna cazuelita como única decoración, da paso a dos sencillos comedores, uno de ellos ubicado en el sótano, donde antaño estuvo el depósito de vino de la Vinícola Bilbaína. El ambiente lo pone una clientela que es recibida por su nombre y que sabe desde que cruza el umbral lo que quiere comer ese día. Con ellos tiene la pareja ajetreo de sobra, así que no se frustren si un día no tienen mesa, aquí las plazas en el comedor tienen dueño desde hace décadas.

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