'Trufas' de morcilla o timbal de rabo de res en un clásico renovado al sur de Álava

Situado frente a la muralla medieval de Laguardia, con excelentes vistas al valle del Ebro, el hotel-restaurante Marixa es un lugar privilegiado para disfrutar del paisaje de los viñedos que rodean el pueblo y la Sierra de Cantabria, donde se encuentran las bodegas riojanas más emblemáticas. Punto de partida ideal para iniciar la ruta del vino, de ambiente íntimo y acogedor, ofrece diez habitaciones confortables y un popular restaurante.

Esta afamada casa de comidas fue Plato de Oro de la Gastronomía Española 1999 y tiene tres comedores. El salón El Reservado pequeño, coqueto y privado, ideal para comidas de empresa o pequeñas reuniones familiares. La sala Gran Reserva, «nuestro salón clásico». Y la joya, el Mirador, una zona acristalada donde se puede disfrutar de una gran comida casera con las mejores vistas de Rioja Alavesa, algo que no se compra con dinero. Los productos hortofrutícolas y la ganadería de la zona (además de la proximidad a las mejores lonjas de pescado del Cantábrico) son los protagonistas de unos fogones en los que la familia Curero Garrido rinde culto a la cocina tradicional desde 1954. Como jefa de cocina está la madre, María Josefa Garrido, y le acompañan tanto en los guisos como en sala Juan y Asier.

Garrido ha elaborado una carta variada con recomendaciones diarias en función de la temporada (platos de caza, de diferentes verduras, de hongos…) con entrantes como los Caprichos de Toloño, unas 'trufas' de morcilla de arroz con un rebozado de almendra y sésamo, acompañadas de cebolla confitada y una fina salsa de pimiento choricero. O el Póker de croquetas de setas, un surtido de cuatro variedades de setas y hongos según la época del año. Y clásicos como los pimientos del piquillo asados en casa con un toque de aceite ahumado o la chistorra riojana, frita con vino blanco y pimientos verdes.

Entre las ensaladas de temporada destaca la tibia de ventresca y pimientos pochados acompañada de un mézclum de lechugas frescas –tanto la ventresca como los pimientos son de elaboración propia– o la de espárragos frescos con vinagreta suave de tomate, que se sirven tibios para destacar su intenso sabor.

De entre los pescados de día, destacan las gambas de Huelva, el corte de rodaballo gallego o la lubina entera a la sal. Y de entre las carnes, María Josefa borda el timbal de rabo de res deshuesado con cama de patata e ibérico, cocinado con verduras y vino tinto a fuego lento; las manitas de cordero lechal en salsa de pimientos choriceros; o la becada estofada estilo tradicional. También hay chuletón, chuletillas, solomillo de res, corderito lechal asado o cochinillo confitado a baja temperatura. Y sus postres son caseros como strudell de crema de peras y sultanas, con sopa de pistachos y helado de vainilla, la torrija rellena de crema con salsa de vainilla natural o los canutillos rellenos de crema calientes con salsa de chocolate.

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