Cinco terrazas para comer en Cantabria

Tomar una cerveza o comer en una terraza al aire libre, compartiendo tiempo, platos gastronómicos y conversación con amigos, familia o pareja siempre ha sido un verdadero placer. En estos momentos en los que se están incrementando los datos de contagiados por coronavirus, las terrazas, por aquello de que se encuentran en el exterior, frente al agua, al lado de una playa, cercanas a un paseo marítimo o en un lugar con campo alrededor, parecen los lugares más seguros para los encuentros sociales, para las celebraciones de todo tipo, para las comidas o cenas de verano. No hay nada que resulte más tranquilizador que disfrutar de una humilde ensalada mixta, de un sabroso arroz con bogavante o de un pescado de temporada, en un lugar al aire libre, protegidos del sol por unas sombrillas o una tejabana, oyendo el rumor de las olas del mar cercano. Cantabria, tanto en su costa más cercana como en el interior de sus pueblos, cuenta con lugares ideales, con una gastronomía basada en el producto, sin tonterías, para poder disfrutar de un verano apacible, sin sobresaltos.

El hotel Astuy, en Isla, fundado por Feliciano Astuy y Rosario Argós, es uno de esos lugares de los que puede afirmarse que se encuentran enclavados en un lugar privilegiado, entre la paya El Sable y la playa Los Barcos. Muy cerca están las dunas de las playas de Noja. Cuando baja la marea se unen, lo que resulta un espectáculo magnífico, Isla y Noja. Un lugar ideal para ir a la terraza del hotel y tomar un vermú y unas estupendas rabas, o una langosta, bogavante o centollo de sus propios viveros mientras las olas rompen en la arena.

El hotel Olimpo, fundado por Mingo Ortiz y María Luisa San Emeterio, cuenta con 69 habitaciones, todas ellas con unas vistas fantásticas, la Isla de Cuarezo y Noja enfrente, en un entorno sorprendente. La finca, que tiene acceso directo a las playas -cuando sube la marea hay un barquero que pasa en bote al personal-, tiene unos cuidados jardines con encinas, madroños, robles y laureles. La terraza marinera es el lugar ideal para disfrutar de una deliciosa comida, en la que las langostas y bogavantes, de sus propios viveros, preparados a la plancha son sus platos estrellas.

El Mesón Chimbo, en Sámano, a un par de kilómetros de Castro Urdiales -fue fundado por Agustín Helguera y su mujer, Rosa María Martínez, hace más de 30 años- cuenta con un comedor en su interior con capacidad para 50 comensales y con una terraza, en la que se puede comer tanto en invierno como en verano, con capacidad para 100 personas. Su cocina es tradicional, basada en productos de temporada, muchos de los cuales (tomate, pimientos, lechuga, vainas, calabacín, coliflor o pepinos) son de su propia huerta, ubicada a unos metros del local. La carne que ofrecen es de las vacas que ellos mismos crían.

Hana Ruth Rivas 'Annie' hace tres lustros que abrió el restaurante El Solievo, la casa donde nació, en Soano (Arnuero). Dispone de un velador, un comedor muy acogedor en la primera planta y una terraza para poder comer o tomarse plácidamente un gin-tonic. El personal que va a comer allí sabe que muchos de los productos (calabacín, tomate, lechuga, cebolla, puerro o acelga) que les sirven en el plato son de la propia huerta de Hana. No sólo se come bien, también tienen una bodega con unos vinos excelentes.

Si uno va a Noja no debe dejar de visitar el Ciaboga, regentado por José Ramón Varela. A pie de la playa del Ris, un playa de más de dos kilómetros, bonita y señorial, el personal podrá disfrutar de rabas, navajas, zamburiñas o percebes tanto en el interior como en la terraza -cuenta con siete mesas- mientras se toma un blanco o un vermú mirando al mar. Su amplia carta cuenta con platos como calabacines rellenos, guindillas de Ibarra fritas, croquetas de cecina y puerros, merluza de anzuelo, albardada o a la plancha, y diferentes pescados: sapito, machote, rodaballo, lubina o besugo, que se marcan a la plancha y se terminan con un toque de horno. La carta de vinos es muy completa.