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David de Jorge
Lunes, 30 de abril 2018, 15:51
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Admiro al valenciano y esa capacidad que tiene de sobreponerse a la adversidad y a tanto chorizo que los gobierna. Como suele decir un amiguete, les robaron todo, y lo que no pudieron llevarse por estar cimentado y amarrado al suelo con cal y mortero, allá está para uso y disfrute del nativo y del visitante. Cierto es que tampoco pudieron mangarles esa luz que todo lo empapa, así que aprovechen y dense unos buenos baños de sol bien plantados en cualquiera de los banquitos repartidos por los parques y alamedas de la ciudad. El procedimiento es bien sencillo, píllense una cerveza o aún mejor, un buen vaso de horchata fresca, enciéndanse un cigarrito, alcen la vista al cielo con los ojos relajados y den gracias al destino por estar vivos y allá apalancados.
Dirección Mercado Central, puestos 105-131 (Plaza del Mercado)
Teléfono 963829223
Web www.centralbar.es.
No perderse Bocadillo de morcilla picante, revuelto y pimiento verde encurtido.
Mis amigos valencianos comparten con nosotros unas infraestructuras que no se las salta un torero y que son lo poco que no alcanzaron a llevarse. Están bien conectados con el resto de España y pueden llegar cómodamente a casi cualquier sitio por tierra, mar o aire. Y es un verdadero despiporre y da alegrón comprobar que su mercado central sigue vivito y coleando, sano, alegre, lozano y felizmente adaptado a los nuevos tiempos que corren, es decir, atento al turisteo y a su necesidad de zumo, botellita de agua, cucurucho y cacahués, pero también solícito, servicial y al loro del cliente y vecino de toda la vida, que sigue llenando allí su carrito de la compra para meter en casa su hueso de jamón en las lentejas y los 125 gramos de jamón de york.
No sé si en el mercado de Valencia ataron alguna pez perros con longanizas o de los grifos del servicio público brotó el champagne, pero en un breve paseo he podido comprobar que aquello hierve a pleno borbotón y cuenta entre sus puestos con una sucursal canalla del amigo Ricard Camarena, chef de solera que pertenece al 'stablishment' hostelero que decide y corta el bacalao. Allí entre paradas de fiambres, verduras, carniceros, pescaderías y todo tipo de enseres y municiones comestibles, emerge su local que es el típico bar o parada de postas para los que madrugan y se zurran la jornada a golpe de despertador, pantalón de Mahón, camiseta, furgoneta, carretilla, pitillito y carrerón. Así que no duden en mezclarse con toda esta fauna y siéntense en sus banquetas para meterse entre pecho y espalda un buen bocata o unas gloriosas tapas sin trampa ni cartón, servidas con prisa y desparpajo.
Están abiertos desde 2012 y no pararon de darle a la tortilla de patata y a la salsa mahonesa, con la que cuajan una ensaladilla rusa de campeonato. La ensalada de tomate la sirven casi hasta con el café con leche, cortan jamón ibérico, abren ostras y rasgan bacalao para aliñarlo con perejil y ajos. La freidora escupe boquerones, buñuelos, bravas o croquetas de pollo y guisan albóndigas, planchean orejas con mojo o socarran conejo al ajillo. El bocadillo de lomo con cebolla, mostaza y queso, el de pisto con embutido o el de morcilla picante, revuelto y pimiento verde encurtido, están de muerte. Billy Wilder habría podido rodar 'Irma la Dulce' en el mercado de Valencia, ¡como hay un dios!
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