La aparejadora que volvió al caserío para ser pastora
Leire Ibarrola cuida un rebaño de 500 ovejas latxas en Sierra Salvada. Recupera el queso de cesto que su familia llevaba a Orduña en mulo para ser vendido a las regateras
Leire Ibarrola Gobantes (50) tiene un rebaño de más de 500 ovejas latxas, en su mayoría cara rubia, que busca brotes tiernos y frescas sombras ... junto a los prados de Izoria, a los pies del cresterío del monte Tologorri, en plena Sierra Salvada. Leire, la pastora de Izoria, estudió y trabajó como aparejadora, siguió estudios de Arquitectura en Madrid, pero un día decidió que su lugar en el mundo estaba aquí, en el caserío familiar, entre colmenas de mielíferas abejas y quesos de cesto como los que hacía allí arriba, en una cueva de pastor en el monte Gorobel, su bisabuelo Tiburcio, que ha acabado por dar nombre a la oquedad.
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Todo nos llama la atención en este primer encuentro junto a la frontera de Bizkaia con Álava. Las viejas colmenas de tronco rescatadas y apiladas junto a la huerta («las usaban para leña en invierno; decidí comprarlas», dice), el estanque con flores de loto, las dos antiguas ruecas de cuento con que la madre, María Jesús, hilaba los vellones de sus ovejas para hacer gruesos y cálidos calcetines de pastor, las cántaras lecheras usadas para el ordeño frente a la puerta de entrada de la moderna quesería...
«La madre era modista; el padre, carpintero. Con todos esos trabajos pudieron darnos estudios universitarios a los tres hijos. Trabajé como aparejadora en Vitoria, pero como mi hermano Julen, que estudió para ingeniero de Caminos y anda por ahí con el tractor, decidimos apostar por la tradición familiar, por el mundo del queso y de las abejas», recuerda. «La miel es el gran amante del queso», sonríe la pastora.
«Aquello fue una etapa de mi vida», cabecea. «Porque, en realidad, nunca me fui; siempre he tenido aquí mis raíces. El caserío se lleva dentro, como una forma de ser, como una forma de vida. Sigo teniendo mis inquietudes. Diseño las etiquetas, fotografío quesos, colmenas y ovejas, lo comparto todo en redes sociales, voy al mercado en Vitoria cada jueves, organizo visitas y encuentros con cocineros y productores aquí mismo», suspira.
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Leire Ibarrola fue distinguida hace unos días en Vitoria con el premio Materia Prima, convocado por el restaurante Don Producto y Tú, por haber recuperado una producción ancestral, el llamado queso de cesto.
Otzara gazta, como han bautizado a ese rescatado queso artesano, es un «queso de mano, sin prensar, que hacía el pastor en la chabola o txaula». «Es láctico, cremoso, untuoso...», explica Leire Ibarrola mientras nos corta una punta con el cuchillo. Lo sentimos fresco, profundo y un punto salvaje. Nos recuerda el intenso aroma vegetal de los húmedos prados donde ahora ramonean brotes sus ovejas. «Es un queso muy exigente; hay que lavarlo para que vaya haciendo piel. Con 20 días ya tiene umami, ese regusto de los bocados importantes. Es un queso alegre, con sabores y aromas lácteos, con su acidez, y que combina bien con lo dulce y lo salado», describe la pastora a la joya de su corona.
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Con las perras Argi y Zuri
«Se suele comer joven, con unas pocas semanas, aunque nosotros también lo dejamos madurar», explica. En alguna foto vemos a Leire posando junto a piezas enormes, de tres y hasta diez kilos, de este mismo queso de cesto bien curado y compacto. Leche de sus ovejas latxas, cuajo natural hecho en los estómagos de corderitos lactantes y sal de Salinas de Añana («¡Patrimonio Agrícola Mundial!», se apresura a indicarnos Leire), son los únicos ingredientes utilizados. «Otzara es el queso secreto de la amama y así se describe en la actual etiqueta con sello Euskolabel. Nuestros quesos son el resultado de nuestras vidas, tres generaciones de la misma familia en el caserío», proclama.
Explica Ibarrola cómo su madre y «la amama Basilia» porteaban aquellos quesos de cesto, formados en recipientes trenzados de mimbre, a lomos de un mulo o «macho burreño» hasta el mercado de Orduña, «la única ciudad de Bizkaia», sonríe. Los llevaban envueltos en hojas de berzas para que «la manteca» se conservara bien fresca. «Al llegar, las regateras (mujeres que se dedicaban al trato), en una gestión muy rápida, los compraban, cogían el tren y los llevaban a vender al Mercado de la Ribera, en Bilbao. Otras iban en autobús hasta la Plaza de Abastos de Vitoria», dice. «Han pasado 50 años, pero yo he recuperado aquella costumbre porque vendo mis quesos en el mercado popular de la Plaza de Santa Bárbara, muy cerca de donde estuvo aquel mercado», señala la pastora.
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Lo cierto es que si uno rastrea entre las investigaciones realizadas por los equipos Etniker, armados por José Miguel de Barandiarán, en el tomo dedicado a La Alimentación Doméstica en Vasconia, se citan «tres tipos de moldes» para elaborar quesos. Uno habla de «cestillos circulares de mimbre de distintos tamaños con agujeros en el fondo. Dominan los de tipo pequeño, para que el queso se seque con facilidad. Tradicionalmente eran fabricados por gitanos. Se denominan jillas o ajillas (en Apellániz, Álava), y son característicos de Álava, estando constatados entre otros pueblos en Bernedo, San Román de San Millán y Lagrán». ¡Equilicuá!
Ibarrola resalta que para llevar a cabo la recuperación del queso de cesto fueron fundamentales los recuerdos, la memoria familiar, del bisabuelo Tiburcio y esa cascada de descendientes que no ha abandonado nunca la elaboración de quesos; esa sabia manera de conservar las leches de las ovejas paridas y el sabor de los pastos de primavera, para disfrutar de proteínas, grasas y sabores meses después de los tiempos de abundancia. «La abuela Basilia tenía en Belandia una parada para los cazadores de liebre y jabalí. Les sacaba queso con membrillo y pan que hacía en casa. Hacía buenos pucheros y hasta su propia pasta», recuerda.
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Conserva Leire un porte atlético, fruto de su actividad de pastoreo y consecuencia de sus tiempos de jugadora de fútbol y baloncesto, de competidora en carreras de recogida de mazorcas y en equipos ayaleses de soka tira.
Berros en las campas
Recorre los pastos sembrados de frescos ramos de trebolillo, alfalfa, habitas, guisantes y veza con la vara de avellano entre los fuertes brazos, atenta siempre a los ritmos del rebaño que pastorea en las 50 hectáreas de la familia. «Está todo tan limpio que, en los regatos, en mitad de las campas, salen berros», dice, pintando con la palabra los mismos paisajes que luego lleva al lienzo. «Estudié con los padres Josefinos de Murialdo, en Orduña, y el dibujo se me daba bien», indica mientras camina con sus perras Argi y Zuri muy cerca del cercano río Izoria, donde, sola, aprendió a nadar y a coger cangrejos.
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Arriba, en las laderas de la sierra, brillan, como esmeraldas al sol, las praderas de montaña, las 'returas'. «Cuando las ovejas están gestando y el rebaño descansa, las subimos al monte Babio. Estamos en una zona donde conviven el clima oceánico y el continental. Hay gran variedad y riqueza de pastos», nos explica. Aquí cerca, en un poblado fortificado de la Edad del Hierro (Babio) que se está excavando, se halló en la campaña de 2021 un fragmento de una quesera para hacer queso con ¡3.000 años de vida a cuestas!
Ha adquirido también Leire Ibarrola un compromiso ineludible con los paisajes y los sabores de esta tierra boscosa y de frontera que defiende a saco. «Mis quesos son paisaje, el paisaje de mi vida».
Izoria Baserria, quesos y miel
En el caserío familiar a los pies de Sierra Salvada, la familia Ibarrola se dedica a la producción de quesos (el recuperado de cesto, ancestral, y que las mujeres vendían a las regateras en Orduña; hoy «a 10-12 € las piezas de medio kilo»), el Txuria y el Idiazabal obtenido en temporada de su rebaño de ovejas latxas. También, producen miel de brezo, moras, espino blanco y flores del valle de Ayala.
Dirección: Barrio Ibarra, 27. Izoria (Álava). Teléfono: 945399138. Móvil: 675841620.
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