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Martín Beraza, Gorka Menéndez y Eñaut Zarrabeitia, en la plantación. Maika Salguero

Kiwis liberados de las zarzas

Cuatro amigos recuperan una plantación abandonada para vender la fruta a precios ajustados en tiendas ecológicas y grupos de consumo

gaizka olea

Viernes, 20 de diciembre 2019, 16:33

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Una helada inesperada ha empobrecido la cosecha de kiwis que cuatro amigos cuidan con mimo en Zugastieta, un barrio de la localidad vizcaína de Muxika, cerca de Gernika. El ánimo, sin embargo, sigue intacto. Es lo que se espera de quienes viven de los caprichos de la tierra y de la climatología. Martín Beraza, Eñaut Zarrabeitia, Gorka Menéndez y Mikel Angulo decidieron hace cinco años recuperar de entre las zarzas una plantación que los propietarios pusieron en marcha hace unos 40 años y que, tras unos años de esplendor, quedó abandonada. Eran los tiempos del boom del kiwi, esa fruta que vinculamos a Nueva Zelanda, el país que acertó con la tecla para una producción masiva y rentable, y que posteriormente se expandió por Italia, Grecia y la cornisa cantábrica. Era un cultivo interesante por sus resultados y porque no requiere trabajo duro.

El norte del país reúne las condiciones apropiadas para el kiwi: calor, alta humedad y poco riesgo de heladas... hasta que se dan, como ha sido este año. «Cuando llegamos el terreno estaba cubierto de zarzas», explican, y las zarzas son aún visibles sobre los kiwis situados en los márgenes de su terreno. El grupo maneja unos 250 árboles en una hondonada de una hectárea de superficie y su tarea tiene dos picos de actividad: estas semanas, cuando tiene lugar la recogida del fruto, y desde enero hasta el inicio de la primavera, que es el tiempo de la poda.

Trabajo en equipo

En los buenos años, los cuatro amigos han recolectado, con la ayuda de otros a quienes ayudarán en sus tareas cuando llegue la ocasión (la vieja actividad del auzolan, trabajo de barrio) entre 6 y 8 toneladas. El momento idóneo es cuando el kiwi alcanza los 8-9 grados brix, sus niveles de azúcar. «Cuanto más tarde son más dulces, pero corres el riesgo de que te caiga una helada tempranera y de que estén demasiado maduros», añaden. A los niveles de azúcar adecuados, la fruta puede durar en una cámara frigorífica hasta marzo; hasta enero si se mantiene en un ambiente fresco.

La poda tiene como objetivo retirar las ramas de dos años y preservar sus vástagos, con el fin de garantizar que las jóvenes den más fruto. En ese momento se reorientan las ramas para que el árbol adquiere la singular forma de paraguas abierto, de manera que reciba mejor los rayos de sol. Pasada esta etapa, llega el momento de desbrozar el terreno para eliminar las flores que pueden competir con las flores del kiwi a la hora de ser polinizadas por las abejas. «En las plantaciones grandes se suelen colocar colmenas para que los insectos hagan su trabajo; aquí basta con quitar las flores silvestres». La primavera es también el tiempo del abono con productos ecológicos como compost o derivados de las heces de animales.

Precios asequibles

«Estamos en proceso de obtener la certificación de agricultura ecológica y no empleamos tratamientos sanitarios, aunque no hace falta, porque el kiwi es un árbol muy resistente, soporta bien la humedad y no le atacan los hongos». Han oído, eso sí, que en Grecia e Italia se han detectado casos del denominado 'cáncer del kiwi', causado por una bacteria que en dos o tres años termina por pudrir los ejemplares. El grupo, que tiene entre sus componentes a profesores, jardineros o un etnobotánico, comercializa su producción a través de la venta directa, en tiendas, cooperativas o grupos de consumo e incluso elaboran mermeladas; algún año han vendido la fruta en Mercabilbao, pero eran restos de la producción.

«Nuestra idea es prescindir de intermediarios y vender el género a precios asequibles, que cualquiera pueda comprarlos. Con lo que sacamos adquirimos maquinaria e invertimos en la finca para renovar la plantación», añaden. Su filosofía es clara: una actividad «que beneficie a la sociedad e intente contribuir a salir de la situación de déficit en la producción de alimentos, porque creemos en la soberanía alimentaria», concluyen.

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