El pollo frito, con la piel justa
La forma más sana de comer frituras de corral es preparándolas con la grasa de su propia piel y luego, mejor retirarla o sólo probarla; si añade una ensalada, aportará fibra y tendrá un menú perfecto
En verano, solo hay un plato capaz de hacerle un poco de sombra a los huevos fritos por lo socorrido que resulta. Sí, señor. ¡El pollo frito! Ideal para resolver por sí solo las comidas y cenas que hagan falta, especialmente cuando se sienta uno a la mesa rodeado de gente joven, que más que comer, devoran. No es la forma más saludable de consumirlo, cierto, pero bien preparado, con un poco de mimo, tampoco excesivo trabajo, puede convertirse en un plato bien sano. La nutricionista Anabel Tueros nos cuenta cómo hacerlo de forma correcta.
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El pollo, de entrada, es uno de los productos de origen animal más sanos que puede ponerse sobre la mesa. Sus proteínas, según la especialista, resultan de un alto valor biológico y su carne, bastante menos grasa que la roja, la del ganado vacuno, aporta, en consecuencia, bastante menos colesterol. La lista de propiedades beneficiosas para nuestro organismo no ha terminado aún.
La carne del pollo tiene también la ventaja de ser enormemente rica en minerales, en especial en sodio, potasio y fósforo. Los dos primeros regulan el agua en el organismo y desempeñan un papel fundamental en el buen funcionamiento de los músculos, sobre todo el cardiaco; mientras que el tercero resulta determinante para la estructura de los huesos y la formación de membranas celulares y tejido nervioso. Además aporta vitaminas de los grupos B y D, importantes para el buen desarrollo del sistema nervioso y la vista.
También asado al horno
Una de las mejores formas de cocinarlo, desde un punto de vista nutricional, se entiende, sería al horno, aunque esta opción presenta un problema. El pollo es un producto con un alto contenido en agua, por lo que siempre se corre el riesgo de deshidratarlo. Hay que saber prepararlo, con un chorrito de aceite, preferiblemente de oliva virgen y mejor, extra, que le dará sabor y evitará que se seque.
Si optamos por freírlo, que es lo más socorrido, lo ideal sería utilizar para ello la grasa de su piel. Tampoco estaría mal ayudarle con un poquito de aceite de oliva virgen, pero la opción de su propia piel resulta más interesante. Así, no sólo se consume menos grasa, sino que la que penetre dentro de la carne del animal será la suya, lo que le otorgará al plato mayor sabor y riqueza culinaria y nutricional.
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Procure comprar un buen pollo, criado con maíz y en el suelo, al aire libre. Su pellejo estará más libre de hormonas y resultará más saludable. La piel del pollo frita (o mejor asada) resulta deliciosa. Esté tranquilo que, por un poco que coma no le va a pasar absolutamente nada, pero ante la duda, no se agobie. Si quiere quedarse más a gusto, una vez cocinado, retírela y listo.
Con unos pimientos verdes...
La mejor forma de completar esta comida sería poniendo por delante, o al mismo tiempo, una ensalada. No sólo son dos platos que combinan fenomenal, sino que aportarán a su dieta un menú muy equilibrado, compuesto por un producto graso (el pollo) enriquecido con una buena fuente de fibra, como la lechuga. «La fibra contribuye a que el cuerpo absorba menos grasa; ocurre lo mismo al comer ensalada con cordero, cerdo o cualquier otro producto grasiento», detalla Tueros.
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Seguro que, además, le gusta acompañarlo de unos pimientos verdes, que están fantásticos especialmente ahora, cuando estamos en temporada. ¡A quién no! Lo de los pimientos –hay que decirlo– es ya un poco pecadillo. Ahora bien, fritos en aceite de oliva (poco para contener su poder calórico), debidamente escurridos y sazonados con una buena, pero también poca, sal, adelante, no se prive. Jame y disfrute de la mesa, que hablamos solo de pollo, ensalada y pimientos.
Antes de terminar, la forma más sana de comerse el pollo es asado a la barbacoa, con su grasa o ayudado por un poquitín de aceite. Vigile siempre que no se le queme y si lo hace retire las partes chamuscadas, que no son buenas. El verano, como el resto del año, es para disfrutarlo.
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