FERNANDO GÓMEZ

La ilógica visual

Viernes, 22 de marzo 2019, 13:56

Estoy a favor de la buena cocina, aquella que es sana e inteligente, que transmite y pone en valor el producto y la labor invisible de los productores. Detrás de ella hay profesionales que nos honran con su saber hacer. Pero existe una confusión social con la que todos perdemos: cuando el ojo nos engaña y cambia nuestros sentimientos y nuestra forma de abordar una experiencia gastronómica. En Euskadi existen diferentes tipos de cocina, algo que nos hace muy especiales fuera de nuestras fronteras. Es nuestra cultura, forma parte de nuestra riqueza. Incluso nos atrevemos a cocinar en casa, en el txoko, nos gusta marcarnos retos.

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Pero es importante pensar más allá y no dejarse llevar por el efecto visual. Comer no es solo comer, es disfrutar de cada bocado y detrás de cada uno de ellos, hay gente que invierte mucho tiempo en hacernos disfrutar. Pero el resultado final también depende de nosotros, de nuestra actitud a la hora de abordar nuestra experiencia. Si lo hacemos desde los prejuicios o la desconfianza, nunca podremos disfrutar. Y esos prejuicios son los que nos llevan a los falsos tópicos que rodean a la alta cocina. Como el de «plato grande, ración pequeña». Porque... de un rodaballo de 4 kilos o de una chuleta de 1,5, ¿cuántos gramos comemos en realidad? La trampa visual. Todo lo que entra por el ojo no siempre es la verdad. Un menú degustación en un restaurante de alta cocina es una secuencia de productos elaborados con técnica y conocimiento, y que cuentan historias que nos emocionan.

Ambas formas de disfrutar de la gastronomía son perfectamente compatibles, son diferentes formas de comer que encajan en momentos distintos. El resultado es el mismo: el disfrute de la experiencia. Eso sí, siempre desde la confianza en los profesionales y la falta de prejuicios. El resultado final depende del disfrute, no de los gramos.

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